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Tristemente aún somos el país más letal para los liderazgos ambientales

Tristemente aún somos el país más letal para los liderazgos ambientales

Debemos exigirle a todos los actores armados —legales e ilegales—que respeten la integridad de los líderes. Y al Estado que haga su parte.

El 21 de abril de 2024 cayó domingo. Los domingos, Narciso Beleño, veterano líder social y ambiental, presidente de la Federación Agrominera del Sur de Bolívar, los consagraba al trabajo comunitario. Narciso es incansable y en sus cuatro décadas de liderazgo con las comunidades del sur de Bolívar y Magdalena Medio ha descansado poco. El centro gravitacional de su existencia, sin distingo de dominicales o festivos, es uno: la lucha por una vida digna y libre de violencia. Hasta ese domingo de finales de abril.  

A las 8:00 p.m., cuando entraba a su casa, en el barrio El Recreo, zona urbana del municipio de Santa Rosa del Sur, Bolívar, el líder de 62 años fue interceptado por hombres armados que lo asesinaron. Su muerte fue inmediata. Cuatro disparos cegaron la vida de un liderazgo histórico que luchó por décadas clamando por la dignidad de las comunidades y la defensa de una serranía hermosa que lo vio nacer y morir.

Narciso fue uno de los líderes que el reciente informe de Global Witness —organización no gubernamental internacional que investiga atentados contra el medio ambiente y contra los derechos humanos— documentó entre los 146 crímenes contra defensores de la tierra en todo el planeta en el 2024. Con un dato aterrador: 48 líderes sociales, indígenas y campesinos fueron asesinados o desaparecidos en Colombia, lo que equivale a casi un tercio de las víctimas registradas a nivel global.

Por tercer año consecutivo el país encabeza la lista de naciones más riesgosas para quienes protegen el agua, la vida y los territorios.

Un “récord” infame que debería movilizar y remover los cimientos de nuestra sociedad, pero que, en medio de un pademunuin informativo y una terrible normalización de la violencia —hacia líderes sociales y firmantes de paz-, pasó prácticamente de agache en la opinión pública.

Funeral del líder indígena Edwin Dagua, en Caloto, tras ser asesinado por proteger una reserva ecológica. Cortesía de Luis Robayo, AFP

De las 48 víctimas colombianas, 20 eran pequeños agricultores y 19 pertenecían a comunidades indígenas. Los departamentos donde se concentran las acciones violentas contra los liderazgos ambientales son Cauca, Nariño y Putumayo. Territorios con alta presencia de actores armados de todo tipo y donde confluyen la minería ilegal, el narcotráfico y las conflictividades socioambientales.

El exterminio no cesa, en parte, porque las medidas de seguridad y protección que se vienen implementando desde el Gobierno nacional, con acciones específicas en programas en cabeza de la Unidad Nacional de Protección y el Ministerio del Interior, han demostrado ser insuficientes para detener el alto nivel de victimización, aunque la cifra disminuyó respecto a los 79 casos reportados por la Ong internacional en el año 2023, la realidad es que los liderazgos ambientales en el país se siguen enfrentando a las amenazas persistentes.

Y en América Latina la situación es realmente crítica. A Colombia le siguen Guatemala que registró 20 casos, México 19 y Brasil 12. El 82% de los crímenes documentados por Global Witness en 2024 ocurrieron en América Latina, lo que confirma a la región como la más peligrosa para la defensa del medio ambiente.

Como sociedad nos debemos movilizar para rechazar la persecución, hostigamiento y asesinato de los liderazgos sociales.

No podemos caer en la normalización de la barbarie y debemos exigirle a todos los actores armados —legales e ilegales—que respeten la integridad de los líderes. Las instituciones también deben actual con toda la celeridad para prevenir, investigar y sancionar los hechos violentos.

Cuando un líder social, campesino, indígena o ambiental es asesinado, se rompe con la posibilidad de propiciar espacios de diálogo y entendimiento por la garantía de los derechos y la preservación de la vida, generando zozobra en las comunidades.

Zozobra que sintieron las comunidades que habitan en la Serranía de San Lucas tras el asesinato de Narciso Beleño aquel 21 abril. Narciso, un líder ambiental excepcional a quien rindo homenaje en esta columna. Un reconocimiento a su vida, su liderazgo y compromiso en defensa del territorio. Su legado nunca será olvidado en la serranía hermosa que lo vio nacer y luchar.

Siempre en el corazón Narciso, hasta el último día.

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Politólogo de la UdeA, magíster en Ciencia Política. Editor de Laorejaroja. Se ha destacado como investigador y asesor en temas relacionados con la implementación del Acuerdo de Paz, la reincorporación de excombatientes, la justicia transicional y la política pública en contextos de postconflicto.

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