Resulta asqueante que en el foro de las ONU, la organización multilateral que supuestamente tiene la misión de “proteger los derechos humanos, asistir en la distribución de ayuda humanitaria y defender el derecho internacional”, se le haya dado podio y vitrina a Benjamín Netanyahu, el directo responsable del bloqueo del ingreso de la ayuda humanitaria a Gaza y artífice de la hambruna que tiene a 640.000 personas en niveles catastróficos de inseguridad alimentaria. Hambruna vigilada por drones y con la tecnología militar más avanzada de la historia.
Para Volker Türk, Alto Comisionado para los Derechos Humanos, en un reciente diagnóstico sobre la situación de Gaza: “Es un crimen de guerrautilizar la inanición como método de guerra, y las muertes resultantes también podrían constituir el crimen de guerra de homicidio intencional”.
Pues bien, parece que a la ONU se le olvidó ese diagnóstico cuando le cedió el podio a Netanyahu para que diera lecciones de moral y expusiera ante el mundo como Israel va “a terminar el trabajo”. Una burla para cientos de miles de víctimas y para quienes todavía siguen creyendo -con ingenuidad- que la ONU es el máximo órgano rector en el cumplimiento del Derecho Internacional Humanitario (DIH). El mismo que Netanyahu ha desconocido y quebrantado sistemáticamente. Convencido de que con el manto protector de sus aliados en el Consejo de Seguridad tiene vía libre para perpetrar un genocidio que se transmite en vivo y en directo mientras cenamos.
Si la hambruna en Gaza, tal como expresó António Guterres, secretario general de la ONU, “Es un desastre provocado por el hombre, una crítica moral y un fracaso de la humanidad”, entonces que en la sede de la misma ONU se le haya abierto el micrófono al directo responsable de un genocidio y de la utilización del hambre como método de guerra, es un fracaso de la ONU. Organización con una legitimidad bastante erosionada debido a su incapacidad para detener a Israel cediendo a los constantes vetos de sus aliados, especialmente de Estados Unidos.
No solo es una vergüenza histórica, sino otra clara muestra de que en los organismos multilaterales los países poderosos siguen imponiendo su voluntad a como dé lugar. Poco les importa quebrantar acuerdos humanitarios o de paso dinamitar el sentido del DIH. Ah, pero cuando se trata de países de menor ingreso o que no gozan del manto protector de un aliado poderoso, ahí si se aplica todo el peso del DIH, de los acuerdos, los tratados y las resoluciones, ahí la ONU si resulta siendo funcional. Hipocresía que llaman.
Lo de menos es que Netanyahu actualmente tenga una orden de captura emitida por la Fiscalía de la Corte Penal Internacional acusado de graves crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad; total, la CPI no forma parte de la estructura de la ONU y tampoco ha sido reconocida por los Estados Unidos. Así que no tenía problema con llegar a New York porque sabe que no corre el riesgo de ser capturado para su procesamiento.
El punto crítico no es la vigencia de esa orden de arresto, es que la ONU se haya prestado —en contravía de sus propios diagnósticos y resoluciones— a darle podio y vitrina a un genocida para que impunemente le expusiera al mundo como va “a terminar el trabajo” en Gaza.