Intentemos dilucidar en breves palabra el origen de las guerrillas en Colombia. Sucede en una etapa de terror oficial, donde el gobierno de turno oprime a un segmento de la sociedad (o esta se siente así), causando malestar a esta parte de la jerarquía social. A continuación llega un periodo de resistencia civil, donde se hacen reclamos, demandas, juicios, solicitando unos derechos que se consideran violados, pidiendo garantías, reformas al aparato constitucional o al sistema legal vigente. Agotado este punto y sin obtener solución jurídica o política a sus requerimientos, se da como tal la resistencia armada bajo todos sus matices posibles. Conclusión nacen de la corrupción institucional que nos atenaza.
Porque no pensar en la corrupción primero que en la violencia insurgente que caería como efecto dómino si le ganamos la guerra a la primera. Si hacemos un exhaustivo análisis con las cifras de muertos en Colombia a manos de las FARC en los últimos años, y entramos en comparación con el conjunto de accionantes mortales desencadénanos por actos de corrupción. El resultado puede que nos lleve a entender que el pueblo se equivocó al elegir y el gobierno se equívoca al predicar “una santa paz”, sería mejor replantear y por fin brindar al pueblo colombiano, una verdad completa, no una verdad a medias, que termina siendo más una mentira. Ya entendidos por las equivocaciones en el proceso de paz y por los hechos que a diario son noticia en el país.
Primero se debió entrar en negociación con los corruptos, pandemia que se expande llevándose por delante más vidas que cualquier grupo armado al margen de la ley.
Las noticias a diario nos crean grandes incógnitas por ejemplos: El reciente caso en el departamento del Cesar donde alcalde municipal de Manaure afirma que las meriendas que provocaron intoxicación de niños en la Normal Superior Inmaculada, fueron adquiridas por la gobernación departamental. ¿Los más de 40 niños intoxicados estarán enterados que ya estamos a vísperas de firmar la paz? Los recientes hallazgos del diputado Julio Casadiegos donde en contratos celebrados por administración departamental con empresa de seguridad, figuran turnos por más de seis millones de pesos, lo cual no sería un problema si lo recibieran, pero en realidad escasamente su salario supera la frontera del mínimo. ¿Sabrán estos honrados y sufridos trabajadores que ya Timoleón Jiménez entrego su desgastado fusil?
Son tantas preguntas que debemos formularnos, para que hoy la presidencia pretenda inducirnos en un profundo sueño con unicornios azules. No es descabellado concretar la dejación de la corruptela, debilitar la institución que la propaga, y que en actualidad se lleva más vidas que las FARC y el ELN juntos en versión mejorada. Cuántos niños mueren por desnutrición, la columnista Salud Hernández desmenuza con gran claridad y argumentos “Los males que matan a los niños en la Guajira” donde quita el disfraz de creencias que corruptos quieren mantenerle colocado a este flagelo.
Cuántos mueren en las puertas de hospitales esperando una eficaz atención médica, cuántos colombianos mueren en sus casas esperando una cita médica, cuántos muertos se lleva la inseguridad pandemia gracias al mal manejo de recursos públicos, en Valledupar delincuentes arrebatan la vida de un joven trabajador, Miguel Serrano, amigo de sus amigos, alegre y dicharachero; atando a su familia a recordarlo por su injusto final. ¿Será que los familiares y amigos de Miguel están enterados que Jesús Santrich en un lujoso yate a orillas de las hermosas playas de Cuba destapo su décimo quinta champaña celebrando el final del conflicto armado?
Qué resultado arrojaría si lo multiplicamos por la pobreza y falta de oportunidades que nos brinda un gobierno insaciable. Cifra exorbitante, que nos lleva a objetar el porqué presidente Santos nos quiere vender un paraíso lleno de unicornios donde la gran realidad es que partimos de una verdad a medias, con jugadas de ajedrez como el umbral que prácticamente nos obligan a no evitar y ser los mismos de siempre que nos toca esperar que nos pase las cosas, para entender. Seguro que si Alfred Bernhard Nobel estuviera vivo cumpliría el capricho presidencial y con anterioridad entregaría su premio, más gracias a ser reelegido magistralmente y así evitar sus afanes que empañan lo que podría llegar a llamarse un buen proceso de paz.