Una lucha desde la oscuridad

La ilusión de un joven recién graduado de ser tratado y evaluado con el mismo rasero que los demás millones de jóvenes de Colombia, se vio frustrada por la desidia de un estamento público.

Narra - Educación

2017-11-28

Una lucha desde la oscuridad

En tiempos de paz, son cientos y miles de violencias silenciosas que se viven y padecen a diario, en las calles de las ciudades, en los campos, detrás de cada rostro con sonrisas efímeras y resignadas. Son violencias que no salen en los noticieros ni son virales en redes sociales. Muchas veces invisibles e ignoradas son las diferentes clases de violencia que muchas veces no matan, pero hieren las fibras más sensibles de una sociedad que agoniza lentamente.

Me refiero a la violencia generada por la exclusión, el racismo, la xenofobia, la pobreza, las filas en las EPS, la discriminación, la corrupción que mata de hambre a cientos de niños y ancianos en regiones apartadas y olvidadas.

Esa violencia que no mata, pero hiere de muerte. Esa violencia que padece usted amigo lector, pero que a fuerza de ser tan persistente y recurrente simplemente deja de notarla, de sentirla. Pero simplemente sigue ahí, rompiendo la piedra como la incansable e incesante gota de agua.

La discriminación es una de las formas de violencia más sutiles y recurrentes, pero a la vez más devastadora.

La siguiente es la historia de Juan Steban Cabrera Alzate, un joven de 17 años nacido en la ciudad de Armenia en el departamento del Quindío. Recién graduado del colegio Gimnasio Contemporáneo, se ha destacado por su tenacidad y férrea intención de sobresalir por su rendimiento académico.

La primera vez que hablo con Juan Steban detecto en sus palabras un muy alto nivel intelectual y excelente desenvolvimiento con el lenguaje y las palabras. Es un chico muy pilo, pienso, mientras le escucho la parte de su historia que a bien él decide contarme y que terminará siendo el motivo de esta crónica. Me habla muy bien de su familia y me cuenta que vive con sus dos padres, los cuales le han dispensado todo el amor y el apoyo que ha requerido para alcanzar este logro que hoy lo enorgullece. Al fin de cuentas uno no se gradúa de bachiller todos los días.

Me cuenta con entusiasmo algunas de sus vivencias, sus viajes, me habla de sus amigos, de su novia. Se vuelve una conversación interesante que se prolonga por un largo tiempo. Todo esto es por supuesto normal en un muchacho de 17 años. Lo raro sería que no fuera así.

Me cuenta que acaba de presentar las pruebas de Estado Saber y que aspira a ser estudiante de Veterinaria en la Universidad de Caldas. Lo menciona con un entusiasmo tal que me obliga a intuir que de verdad siente pasión por ello. Se le notan las ganas en sus palabras. No obstante, me dice que tiene un plan B en el eventual caso que su puntaje no le permita acceder a esta carrera. Su segunda opción es Diseño Gráfico.

Juan Steban me cuenta que cursó estudios de inglés en el Instituto Colombo Americano en el cual se destacó por su buen nivel de comprensión de la lengua extranjera. Con un evidente orgullo del bueno, recuerda que en las pruebas realizadas denominadas Michigan English Test sacó un nada despreciable puntaje B2. Ignorante como soy de ese tipo de puntuaciones, le pregunto por su equivalencia en puntos del 1 al 10. Me responde que equivale más o menos a un 9 o 9.5. Evidentemente es un puntaje excepcional, pienso, mientras me sigue contando de su versatilidad y dominio del idioma extranjero.

Todo esto, como dije antes, es perfectamente normal en un chico de 17 años. Ya quisiéramos muchos alcanzar ese nivel de aprendizaje que tiene Juan Steban. Ya quisiéramos muchos tener esa pasión que se siente en sus palabras cuando me cuenta su historia y sus sueños.

Pero la vida de Juan Steban tiene sus matices como la de muchos, matices que por momentos truncan o por lo menos hacen más difícil de lo que para cualquiera de nosotros podrían ser situaciones tan básicas como presentar las pruebas Saber para graduarse de bachiller.

Juan Steban es invidente. Por complicaciones que omite comentar nació de seis meses y medio de gestación y por muy poco casi pierde la vida al nacer. Para alguien como yo que desconozco por completo de temas médicos, pienso que es un milagro que haya sobrevivido a su nacimiento. Tan solo seis meses y medio de gestación serían muy poco para garantizar la supervivencia del bebé. Pero Juan Steban aprendió a abrirse camino desde su primer día en este mundo que de por sí es bastante hostil para todos.

Su valentía innata por sobreponerse a la muerte en condiciones tan adversas en su nacimiento tendría que pagar un precio muy alto para el resto de su vida.

Según un dictamen médico preliminar los galenos que atendieron su caso diagnosticaron una Retinopatía de Prematuro, posiblemente por no cubrir sus ojos en el momento de ingresarlo en la obligatoria incubadora que ayudaría a terminar el proceso que no pudo culminar en el vientre de su madre.

Mientras Juan Steban me relata con detalles sus primeras peripecias que la vida desde el minuto cero le anteponía, me resulta inevitable pensar en sus padres. Reflexiono en silencio sobre el peso de un planeta entero que habrá reposado sobre sus hombros al entender la condición irreversible para su hijo, pero a la vez entiendo que el amor de un padre y de una madre es realmente verdadero y ciertamente a prueba de balas. En gran medida ese amor y apoyo es realmente el gestor de la tenacidad con que Juan Steban se enfrenta a la vida y se sobrepone a sus adversidades, que en últimas no son adversidades sino oportunidades vestidas con atavíos distintos a los que nos tocan a la mayoría.

Juan Steban continúa relatándome que siendo muy pequeño fue sometido a una delicada operación que por desgracia no fue exitosa. Las esperanzas se desvanecían y la idea de mantener su condición de invidente se instalaba en el hogar con arrogancia.

Aprendió a vivir en medio de la oscuridad y la esperanza siempre acompañado por el apoyo irrestricto de la familia. Cursó sus estudios sin contratiempos y entendió que la suya no era una discapacidad concluyente, sino que la verdadera discapacitada es la sociedad que margina y excluye a personas con situaciones como la suya.

Justamente hoy Juan Steban enfrenta un capítulo más de discriminación: Acaba de graduarse de bachiller y para validar ese título, al igual que todos los estudiantes de su edad debe presentar las pruebas de Estado Saber 11. Además de eso, los resultados de esas pruebas son los que determinarán su posible entrada a la universidad.

El Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación Superior ICFES, de una manera evidentemente aleve y excluyente decidió en principio evitar que Juan Steban presentara las pruebas de inglés en el examen de Estado, ignorando por completo el principio de igualdad y evitando que Juan Steban y todos aquellos que enfrentan su misma situación puedan mejorar sus puntajes finales con los resultados de la prueba de inglés.

Juan Steban me repite con insistencia sus habilidades para la lengua extranjera y exige que le sea practicada la prueba de manera igualitaria con respecto a los demás estudiantes de Colombia. Sabe bien que, en la Universidad de Caldas, en donde desea pasar a la carrera de Veterinaria, su ingreso se determinará por su puntaje del ICFES y que su resultado puede ser sustancialmente mejor con los puntajes de inglés incluidos.

Inicialmente interpone acciones de tutela y derechos de petición para que sean adecuadas las condiciones para realizar las pruebas. En principio y después de tener que acudir a todas estas maniobras legales, le es atendida la petición de poder realizar las pruebas de inglés en el marco de las pruebas de Estado.

Es necesario que la institución proporcione un lector de buena dicción para que Juan Steban pueda realizar la prueba, el cual al momento de la misma nunca llegó. Fue necesaria la colaboración de otra asistente quien en últimas fue quien proporcionó la lectura que Juan Steban requería para realizar la prueba.

En aquel momento parecía todo resuelto y Juan Steban y su familia creyeron ganar la batalla en contra de la exclusión y la desigualdad. Pero la dicha no duró tanto como deseaban. El día de la entrega de resultados a nivel nacional a todos los estudiantes del país, los resultados de las pruebas de Juan Steban nunca llegaron.

A pesar de utilizar la herramienta de las redes sociales, muy efectivas en algunos casos, la respuesta nunca llegó por parte del ICFES. Solo hasta que Juan Steban logró hacer visible su caso a través de una cadena radial local de Armenia, fue que el ICFES dio una respuesta a su caso: entregó los resultados de las pruebas Saber, pero sin puntaje de Ingles.

Como es apenas natural, la decepción y frustración de la familia se hizo presente una vez más y nuevamente salió a flote la impotencia y la desazón por esta nueva batalla perdida. Una vez más el temple de Juan Steban se puso a prueba y con determinación decidió interponer todas las herramientas legales a que pudiera tener derecho.

Pero como suele suceder en este país de derechos violentados, una vez más el sistema pasó por encima arbitrariamente de los ciudadanos de bien.

La ilusión de un joven recién graduado de ser tratado y evaluado con el mismo rasero que los demás millones de jóvenes de Colombia, se vio frustrada por la desidia de un estamento público que en vez de deberse al pueblo que lo sostiene, se convierte en una talanquera para su progreso.

Una vez más las leyes son para los de ruana como decían los abuelos. Una vez más un sueño se pierde en las brumas de la indiferencia, no tanto por tener el puntaje de inglés en sus resultados, sino por desconocer el derecho a ser tratado de manera digna e igualitaria.

Juan Steban, aunque no lo diga con palabras, sufre en silencio y se resigna, pero ¿Por qué habría de resignarse? ¿Por qué hay personas que tienen que agachar la cabeza y bajar la voz cuando debería ser alzada con ahínco? La respuesta la sabemos todos. Vivimos en un país en donde para ser beneficiario de todos nuestros derechos constitucionales debemos pertenecer a ciertas elites odiosas y excluyentes.

Pero no es el caso de Juan Steban; él no pertenece a estas élites y debe conformarse con lo que el ICFES le quiera dar. Desconocer las aptitudes de Juan Steban y de todos aquellos que de una u otra forma padecen algún tipo de situación de discapacidad es flagrantemente alevoso y discriminatorio.

La última vez que conversé con Juan Steban me dijo con voz pausada que sus padres le habían sugerido declinar sus intenciones de interponer acciones legales en contra del ICFES. Sienten que no vale la pena tanto esfuerzo por tan pocos resultados. Sienten que una vez más se perdió la batalla.

Me dice que por lo menos le dieron el puntaje y que luchará con ese puntaje por alcanzar su sueño de ingresar a la universidad, pero también es muy consciente de que si hubiera podido obtener los resultados completos de sus pruebas Saber 11 sus probabilidades de acceder a un cupo en la Universidad de Caldas podrían ser mayores.

Habrá que esperar los resultados de admisión de la universidad, esperando que uno de esos cupos sea para Juan Steban. De lo contrario, deberá aplazar hasta el año entrante sus aspiraciones.

Me despido de Juan Steban en esa última conversación, mientras oigo su voz apesadumbrada y nostálgica. Hago un esfuerzo por no desearle “suerte” en su futuro y en sus nuevos planes porque he creído que la suerte no debería existir, sino más bien la igualdad de oportunidades para todos. Pero en silencio entiendo que a muchos nos hace falta algo de esa “suerte” para abrirnos camino en este mundo de pocos.

 

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Mauricio Pérez Moreno
Defensor de la educación como único método confiable para la resolución de nuestros conflictos sociales. Amante de los libros de historia y adicto a los cubos Rubik. Treinta y cinco años tratando de entender a Colombia sin mucho éxito. Convencido de que La Verdad, aunque se halle escondida debajo de las piedras, nos hará verdaderamente libres.