Sobre las contradicciones de la informalidad en Colombia

Actuar desde la política de manera contradictoria es provechoso para el Establecimiento. En Colombia hay un sistema social implantado desde hace décadas que hoy está mutando y causando daño a miles de trabajadores. La migración venezolana es sólo un eslabón de una larga cadena.

Opina - Política

2019-03-02

Sobre las contradicciones de la informalidad en Colombia

Es difícil comprender los sistemas sociales desde sus contradicciones. Es difícil entender, además, que son precisamente esas contradicciones las que mantienen los sistemas. Si un sistema no admitiera dentro de sí a una contraparte, entonces obligaría a quienes pertenecen a esa contraparte a salirse de las reglas impuestas dentro del sistema, para expresar o manifestar su forma de ser y pensar (y ese sí sería un verdadero problema, un riesgo de quiebre).

El sistema colombiano, que a su vez está regido por un sistema mundial político-económico, no es la excepción de esta conjetura social: su estructura es soportada por las contradicciones. Pero la permanencia de esa estructura en el tiempo (a veces con pequeñas variaciones) se sitúa en la clave de reglamentar las disyuntivas que el propio sistema presenta.

Estos dos pequeños párrafos introductorios intentan dar por sentado que las contradicciones no solo benefician a los sistemas cuando estos las reglamentan, sino que además, son necesarias para su permanencia en el tiempo.

Colombia ha sido regida por un mismo sistema durante décadas, pero justo ahora, encuentra variantes en torno al área laboral a causa de dos factores principales que serán abordados en esta columna: el impacto de la inmigración venezolana en los últimos años, y la curiosa ‘mal interpretación’ que ejercieron los policías sobre su función en el espacio público, amparados por un código que a pesar de nacer en 2016, encontró a inicios del 2019 una nueva forma de aplicarse.

Empieza la cadena

El desempleo en Colombia aumenta sustancialmente. Cifras que no se veían desde el 2011 preocupan e intentan crear reflexión en la opinión pública. El desempleo a nivel nacional en febrero se ubicó en una cifra de dos dígitos: 12,8% de la población está sin trabajo. Este aumento es significativo con relación a diciembre del 2018, en donde el porcentaje era de 9,7.

En su estudio, el DANE presenta diversas posibles causas sobre por qué va en ascenso la cifra. Se habla sobre todo de la temporada de invierno que afecta las cosechas: sectores como la agricultura, pesca, ganadería, caza y silvicultura redujeron sus empleos en 140.000 trabajadores por las condiciones climáticas.

Pero, además, la ministra de Trabajo expondría paralelamente al estudio del DANE una estadística absurda en tiempos de tensión social: 75% de los empleos del país son informales.

El aspecto macro de hoy ha de constituirse de ‘problemillas’ que en sumatoria generan irregularidades (contradicciones) en el transcurso natural de las dinámicas laborales. El trabajo informal y el hostigamiento generado a su alrededor, el abuso por parte de grandes, medianas y pequeñas empresas, la criminalización del consumidor y la desmotivación del trabajador individual, son algunos de esos percances que se han venido hilando y naturalizando.

Pero lo que en primera instancia no alcanzamos a percibir es que probablemente el ahilamiento de cada uno de esos problemillas es provechoso para el Establecimiento, en el orden de no solo mantener su sistema, sino además de crear nuevos paradigmas que beneficien y refuercen las ideologías propuestas por el actual gobierno en coyunturas nacionales e internacionales, como la tensión bélica con Venezuela y la intervención de Estados Unidos en el conflicto.

Migración venezolana

El desarrollo macro problema empieza con un dato: casi que la mitad de los venezolanos que alguna vez dejaron su país, decidieron ir directamente a Colombia. La ineludible creciente poblacional, con todos los factores sociales que trae consigo, acelera procesos, manifiesta otras necesidades, demanda y oferta a ritmos nuevos y vertiginosos.

La necesidad con la que arribaron la gran mayoría de los inmigrantes provocó un vuelco (una gran oportunidad vista desde perspectivas empresariales) en los salarios, las contrataciones y la proliferación de trabajo informal. Mucha demanda, una capacidad adquisitiva no muy estable, y un punto de crisis que, aprovechándose de la manera correcta (o de la manera ilegal en muchos casos) podría hacer crecer a las empresas y generar nuevas contradicciones que impulsarían la resistencia del sistema.

Sandra Londoño, contadora con especialización en finanzas y administración pública, en una entrevista realizada con Portafolio, dijo que llevaba más de un año buscando trabajo y que “aun siendo profesional y especializada, prefieren contratar extranjeros con sueldos mínimos y sin experiencia”.

Muchas empresas prefirieron contratar venezolanos ilegalmente para pagarles menos. El salario mínimo que podía ganarse un colombiano fue repartido para dos y hasta tres ciudadanos de Venezuela: se triplicaron las funciones y la productividad, pero el precio siguió siendo el mismo e incluso menor, pues otros agregados como los convenios con las Administradoras de Riesgos Laborales (ARL) eran ignorados.

Aquí es donde empieza el factor favorecimiento de las clases y partidos políticos que usan la escalada militar de Venezuela como estrategia de popularidad política a nivel nacional e internacional.

Esta situación produjo varios escenarios muy manipulables. Por un lado nació resentimiento, indignación y estigmatización contra el venezolano. Aquellos colombianos que perdieron su empleo nunca volvieron a ver la problemática migratoria de la misma forma. Asimismo, no volvieron a ver de la misma forma las soluciones que se planteaban al respecto.

Después de su catastrófica experiencia, lo más seguro es que estas personas comenzaron a avalar las políticas planteadas por el gobierno presentadas como apropiadas para acabar con el flujo migratorio (así como la intervención militar).

Se fue cocinando en la opinión pública la atmósfera propicia en la que el colombiano promedio podría acuñar dentro de su pensamiento la aprobación para atacar con determinación los problemas políticos y económicos de Venezuela, a como diera lugar, incluso por encima de los problemas propios, puesto que esto afectaría directamente su calidad de vida.

Generación de informalidad

En realidad la constante migración venezolana no fue una aportante directa del aumento del desempleo en Colombia. La ambición y corrupción de las empresas, que dejaron a un lado la legalidad y las garantías laborales para ahorrar dinero y producir más, fue la verdadera y miserable causa.

Como consecuencia obvia, el desempleo empezaría a azuzar los hogares colombianos. De igual forma, dado que los venezolanos tampoco dejaban de llegar, miles de personas de ambas nacionalidades se conjugaron en la calle para adentrarse en el mundo de la informalidad. (Sumándose, por cierto, a quienes ya eran desempleados y a quienes ya trabajaban informalmente).

Algunos barrios, especialmente de ciudades importantes y/o fronterizas, parecían padecer de sobreoferta de informalidad, taquéandose de todo tipo de negocios callejeros. Para diciembre del 2018, por ejemplo, Cúcuta sufría los mayores niveles de trabajo informal del país, con la alta cifra de 70,6%.

El hecho es que la informalidad muchas veces se vio patrocinada por las mismas empresas contratadoras, aun sabiendo que este acto compromete el sistema de pensiones y de otros impuestos laborales por tener cada vez menos personas aportando; y en muchos casos, también amplía la desigualdad y reduce la calidad de vida de los empleadores.

Coerción a los informales

Esta fase es un poco más curiosa. Como se ha argumentado, la informalidad, en muchas ocasiones promovida indirectamente por empresas legales, fue una solución para muchas personas, tanto colombianas como venezolanas, para solventar parcialmente sus vicisitudes económicas.

El Código de Policía actual se expidió el 29 de julio de 2016 a través de la Ley No. 1801. En su artículo 140, que contempla el castigo a los comportamientos contrarios al cuidado e integridad del espacio público, advierte textualmente en el punto 6 que uno de esos comportamientos es: “Promover o facilitar el uso u ocupación del espacio público en violación de las normas y jurisprudencia constitucional vigente”.

Lo extraño es que no fue hasta febrero del 2019 que la institución de Policía empezó a cumplir a cabalidad y, con especial rigurosidad, el castigo sobre los infractores de espacio público.

Este código obedece a una ideología prohibicionista, coercitiva y castigadora, que no solo ignora las causas y problemáticas a las que obedecen los hechos, sino que encima sanciona en muchos casos a quienes no tienen la culpa. El artículo 140 ignora factores económicos, sociales, e incluso vulnera conceptos microeconómicos que constituyen el flujo natural del dinero y el constante dinamismo de la economía.

La cadena en sustancia

En suma, el Código de Policía y la represión manifiesta alrededor de su errada aplicación, constituye el cierre de la concatenación de contradicciones desarrolladas a lo largo de este escrito, presentadas en el siguiente orden:

1. Diversas empresas despiden a sus empleados para contratar desde la ilegalidad sin garantías laborales,
2. Muchas de esas personas deben fundar sus economías individuales desde la informalidad,
3. Aunque una de las causas de la informalidad es precisamente el despido masivo, y la contratación sin garantías ejercida por organizaciones corruptas, la problemática que más se presiona desde la institución policial no es la corrupción empresarial, sino directamente la informalidad misma,
4. De esta forma, las personas que en primera instancia fueron despedidas de sus cargos y luego abatidas por la Policía por usurpar el espacio público, encontrarán la problemática venezolana como la causante de su desdicha social,
5. Los vulnerados pasarán a apoyar las estrategias creadas por el gobierno para contrarrestar la migración del vecino país,
6. El ciclo se repetirá con la clase obrera informal que conforma alrededor del 75% de los trabajadores. (Según palabras de la ministra de Trabajo).

Por consiguiente, las empresas continuarán saltándose procesos administrativos, los huecos fiscales en los sistemas de pensiones e impuestos laborales seguirán creciendo, y el gobierno tendrá herramientas estadísticas con las cuales argumentar otras decisiones complejas, en el sentido contradictorio de sus esencias:

a) Sustentarán con estadísticas que hay que erradicar la informalidad, por ende, no es errado que la Policía continúe con la coerción,
b) Se apoyarán en los datos de la migración venezolana (y no en la corrupción empresarial) para develar un nuevo causante del desempleo e informalidad, lo que propiciará dóciles ciudadanos, receptores y a fin de cuentas aprobadores de todo tipo de estrategias dirigidas al vecino país;
c) La ayuda internacional, caída del cielo estadounidense, será vista siempre con buenos ojos, con buenas intenciones.
d) El sistema asegura su persistencia, otorgándose a sí mismo ocupaciones desde sus diferentes instituciones (transgrediendo lo público y lo privado), a pesar de que estas ocupaciones sean contradictorias.

El mapa de la contradicción es más grande todavía

La modificación de tan solo uno de los puntos que componen esta estructura, no modificará la estructura en su totalidad. La flexibilidad, siendo una de las características más importantes de los sistemas contemporáneos, permite que sus aspectos constitutivos muten y se adapten a peticiones o exigencias contrapuestas a las que el Establecimiento preestablece.

La informalidad es solo una consecuencia de una amalgama de complicaciones sociales inmersas y poco visibles en el sistema social. Desde el análisis laboral, la informalidad podrá verse muchas veces como problemática o causa en sí misma, pero en realidad no es más que una consecuencia. Es probable que el ciudadano se vea forzado a concebir la informalidad como el problema, mas no como el resultado de una serie de problemas que carga detrás.

De la misma manera, la informalidad, que debe luchar con la apertura económica, la producción en masa, la inestabilidad salarial, la pobreza, la exclusión social, entre otros; crea otros problemas (algunos mencionados a lo largo del texto) y dibuja un atlas perjudicial para cualquier sociedad e individuo perteneciente a ella.

Las cuestiones se ponen aún más difíciles cuando se da por hecho que un bogotano promedio tarda por lo menos 5 meses en encontrar trabajo; que la inversión extranjera en el país viene disminuyendo; que las más grandes inversiones nacionales apuntan a políticas laborales insostenibles para el medio ambiente; y, que en el camino internacional y nacional, la guerra golpea a la puerta incesantemente de la mano de los propios dirigentes colombianos.

¿Cómo desmontar este mapa de contradicciones que ha mantenido vivo en Colombia a un sistema político, económico y social durante décadas?

 

( 1 ) Comentario

  1. ReplySaul Pérez Cárdenas

    La mayoria de los elementos de esta sociedad carecemos de sentido critico, el analis critico de todo nuestro acontecer diariamente se va desinflando o mutilando por el sistema mismo. Es dificil manatener una postura cuando estas herido en todo los aspectos que inciden en el diario vivir, en el desarrollo de sus actividades; esto me hace recordar del buho que toda suvida fue expuesto a la luz del día y ahora su naturaleza de vivir en la noche se encuentra resignada.

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Hernán Muriel Pérez
Comunicador social - Periodista, Redactor-Editor, Fundador de Cofradía para el cambio - Copec