Ya han pasado casi 12 procesos de paz exitosos, de 16 que ha tenido nuestra nación y este que se está gestionando con las FARC no será la excepción. Pero solamente el respaldo democrático podrá hacerlo suficientemente efectivo. Sin embargo, para que este sí, sea verdadero y rotundo, no queremos ver por parte del Gobierno de Santos un despliegue de la mermelada por el sí, ya que, si esto fuera así, lo pedagógico del proceso de paz, terminaría derrotado por uno de nuestros mayores enemigos políticos, sociales y económicos: la corrupción.
He tenido frecuentes debates con muchas personas sobre el proceso de paz, incluso con empresarios, con personas católicas, religiosas y ateas, con víctimas, y he presenciado muchos foros sobre la paz, y aunque no me considero de una generación particularmente beligerante, he percibido que las generaciones tienen distintas impresiones del proceso. Y es que entre los jóvenes, quienes tenemos en nuestras manos el futuro de Colombia y que somos la futura generación del país, predomina la postura a favor de la culminación del conflicto. Nosotros no nacimos en la guerra y no queremos la guerra, al contrario de las personas mayores a mi generación y algunas mucho mayores, quienes están a favor de continuar la guerra con las FARC, inclusive diera la impresión que sólo la sangre de estas personas satisface su sed de venganza.
Si nos vamos a la estadística electoral, la situación no es muy alentadora para el referendo en pro de la paz. Mientras las tasas de abstención en adultos mayores y adultos son mínimas, en los jóvenes la tasa es altísima, casi total. Es decir, los jóvenes por mucho que chiflemos a los expresidentes Uribe y Pastrana en los foros universitarios, somos nulos en términos electorales, ya que nuestra anarquía nos invisibiliza en las urnas.
Es por ello que hoy hago un llamado a los jóvenes porque quiero invitarlos a creer en el país, a empoderarnos de las decisiones de nuestra nación, a votar en los procesos democráticos, y a decirle si a la paz. Somos una generación que ha sido criada bajo la esperanza en la Selección Colombia de fútbol y nos emociona escuchar ese himno que caracteriza a nuestra selección: “Si, si Colombia, Si, si Caribe». Debemos decirle al mundo de los adultos que no queremos seguir siendo gobernados por ellos, que no dependemos de la mermelada, que no vendemos nuestro voto por dinero porque nos gusta que nos convenzan con argumentos y que hemos decidido creer en el país, creer en la paz y darle la oportunidad a tantos compatriotas que están viviendo en medio de la guerra.
Nosotros los jóvenes no queremos que sigan muriendo más jóvenes en la guerra (muchachos tanto del ejército de Colombia como de la guerrilla). Los adultos están decidiendo por nosotros, ellos dicen quién vive y quién muere, porque desean obligarnos a continuar en esa guerra.
Hace 25 años un grupo de jóvenes, al igual que nosotros, creyeron firmemente en la paz y en la democracia, y sacaron adelante la séptima papeleta que dio vida a una nueva Constitución Política de Colombia. Estos jóvenes nos enseñaron que tenemos todo el poder de convencer al pueblo de Colombia por el sí a la paz.
¿Cuál es mi impresión como joven, como demócrata, como analista? Nosotros no queremos ser parte de la generación de la guerra, sino de la generación de la paz. Pero, ¿qué es lo más valioso en un joven? ¡Qué no tenemos miedo! Y es que la cultura del miedo ha sido promovida por muchos partidos políticos en Colombia que se han enriquecido y lucrado con el negocio de la guerra, jugando con la sensación de miedo que tiene muchos colombianos. Pero nosotros los jóvenes no tenemos miedo. Cuando vemos a una persona de las FARC inmersa en nuestra sociedad sólo vemos una cosa, temor, todos tenemos miedo, y eso es el escenario perfecto para la paz, resulta que el miedo es algo que compartimos y en el fondo es más lo que nos une que lo que nos divide.
Incluso si nos ponemos a pensar como nuestra la sed de venganza de muchos: ¿No terminando siendo peores humanos? ¿No fuimos educados con las bases cristianas de perdonar y amar a nuestro enemigo y que muchos rezamos los domingos en un país de 90 % cristianos? ¿Dónde quedó nuestra capacidad de perdonar?
En Colombia somos especialistas en hablar de atrocidades, pero nuestra deshumanización en términos de las personas que están aisladas en la selva por la guerra supera cualquier medida. Sin embargo, los jóvenes no tenemos ese filtro, creemos en las personas, no excluimos, somos otra generación y queremos un nuevo país.
Muchos leerán mi columna, y simplemente sacará a flote sus acostumbrados radicalismos. Yo no espero pasar mi vida en la tierra fortaleciendo el ego de quienes están en el poder, yo espero dejar como huella la paz. Es por ello, que como demócrata, hoy invito a los colombianos a votar por el si a la paz. Mis palabras no están asociadas a un discurso político, yo sólo quiero que nos demos la oportunidad de dar los primeros pasos para la paz. No creamos que acá termina todo, ni que la paz llegará precipitadamente con esta decisión, pero si empezamos a dar los primeros pasos de una futura paz duradera. Digámosle si a Colombia, si a la sangre de Caribe y de felicidad en el país más feliz del mundo, digámosle si a la paz.
Cuña: Para aquellos que consideren que los miembros de la FARC son unos salvajes, les dejo una imagen de humanismo que nos entrega El Tiempo en su portada del 1 de junio de 2016. Son seres humanos, como nosotros, que merecen una nueva oportunidad.