Se necesitan nuevos caciques en Colombia

En esta esquina biodiversa de Latinoamérica (Colombia) la ciencia ficción y el realismo mágico son cada día superados por la realidad.

- Política

2020-11-04

Se necesitan nuevos caciques en Colombia

Columnista:

Luis Carlos Lópmar

 

Ningún ser que se considere medianamente pensante, dentro de los 1143 millones de km² de extensión geográfica de Colombia, o fuera de ella, logra imaginar que en esta esquina biodiversa de Latinoamérica la ciencia ficción y el realismo mágico son cada día superados por la realidad.

En ocasiones, para cosas buenas y maravillosas que nos permiten contar historias de superación, de cimas conquistadas, logros memorables y metas añoradas, pero en otras, ese exceso de inventiva y la mala costumbre de normalizar lo antiético dependiendo de cuál sea el estrato socioeconómico del cristianismo involucrado nos colocan a nivel mundial en la escala más baja de la pirámide evolutiva.

Es que ninguna pitonisa o al mismo Michel Nostradamus se le ocurrió nunca, que un neofascista y con más de 270 investigaciones pendientes sin precluir saliera a hacer espectáculos mediáticos y con tono amenazante pronosticara el fin de una nación, si el pueblo no perpetúa en el poder a otro de sus tinterillos, y que al precio que sea quiera modificar el sistema judicial que lo tiene que juzgar por sus delitos.

Pareciera que vivimos el mismo día una y otra vez, en materia de gobernantes, y desde hace décadas el liderazgo, la capacidad de unir, convocar y sobre todo gobernar con principios y equidad, dejó de ser una característica básica para ocupar un puesto en el Ejecutivo, para la muestra Iván Duque Márquez, quien día tras día hace méritos para pasar a ser el mandatario más nefasto de la historia de Colombia muy por encima de Betancourt, Pastrana y hasta Samper.

La crisis de líderes frescos, con ideas transformadoras y que realmente conozcan las necesidades del pueblo es tan grande que las maquinarias políticas, aún en la incertidumbre de la pandemia que vivimos, no están preocupadas por cuántos ciudadanos y pequeñas empresas han colapsado por cuenta del Covid-19, sino en cómo se repartirán el censo electoral de no fallecidos en las próximas justas.

En el Caribe, la Casa Char y Cambio Radical iniciaron una cruzada propagandística con miras a duplicar su concentración de poder actual. Es claro que buscan apropiarse del trasnochado discurso regional de Eduardo Verano para impulsar la candidatura presidencial de Alejandro Char Chaljub, quien endeudó a Barranquilla en sus dos administraciones y quien tiene 21 procesos pendientes en la Fiscalía, sin contar sus nexos aún confusos con la prófuga Aida Merlano.

Sumado a esto pretenden seguir adueñados de la Gobernación del Atlántico en manos, esta vez del cuestionado senador Arturo Char, quien llegó a la Presidencia de esa corporación valiéndose de acuerdos clientelistas de su partido, y quien aún tiene andando una investigación por compra de votos en la Corte Suprema de Justicia.

En el Cauca, el Pacifico y Antioquia el panorama no parece distinto los mismos politiqueros de siempre ya alistan sus ahorros para llegar a los «cargos de elección popular» y gobernar para pagarle favores a sus amigos.

Los historiadores cuentan que en la América de 1400 existían unos líderes naturales, llamados caciques, tenían un papel político, espiritual, guerrista y protector en las grandes tribus indígenas que habitaban los territorios que hoy exterminamos con minería, toneladas de basura y proyectos urbanos.

Estos líderes eran los principales oponentes de los mal llamados conquistadores, en su mayoría militares bárbaros al servicio de la corona española. Los caciques, cuyo linaje era heredado y no de elección popular, eran los encargados de velar por la bendición de los dioses y defender a los más débiles; tenían la capacidad de satisfacer las necesidades básicas de cada miembro de la tribu.

En Colombia, caciques no quedan. La gran mayoría de gobernantes no llega al poder a mejorar la calidad de vida de las masas, que en última son los más débiles de nuestra época. Muy por el contrario, buscan la manera de «adjudicar» grandes obras a los patrocinadores de sus campañas.

Como el líder presidencial que bien mercadeó el propietario de la finca el Ubérrimo y su séquito de agazapados que ha resultado un gran elefante blanco, la carrera para ser el nuevo presidente de la nación inició sin pudor alguno, pero desde mi humilde óptica ninguno de los aventajados candidatos que hoy se presenta como opción representan e interpretan las necesidades del pueblo y tampoco cuentan con espíritu de cacique, tan necesario para poner en orden la casa.

No con ello estoy diciendo que la solución es uno de los líderes de la minga indígeno al menos mientras tengan las mismas prácticas de aquellos contra quienes protestan.

Pues según la Contraloría, en un informe de más de 2700 páginas, existe un despilfarro en los miles de millones pesos asignados a los indígenas en distintos lugares de Colombia. En el informe, que comprende los años 2015 al 2019, se habla de 10 indagaciones preliminares, 87 procesos de responsabilidad fiscal y la no despreciable suma de 30 000 millones de pesos con aparentes irregularidades.

Tal vez, es momento de dejar de ver las cátedras de liderazgo como una materia de relleno en las instituciones de educación y entender que es necesario formar líderes con capacidades excepcionales, capaces de inspirar cambios sustanciales en nuestro país.

Urge que salgan de la añorada franja amarilla desde la que nos invita en 1996 William Opina a transformar la historia colombiana, nuevos caciques políticos, sociales y económicos con la capacidad de interpretar las verdaderas necesidades de la población y lograr que el trabajo mancomunado cambie nuestra cíclica realidad.

 

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Luis Carlos Lópmar
Comunicador Social - Periodista. Esp. en Gerencia de la Com. Organizacional. Por momentos Catarsis pura en otros solo ideas sueltas para no morir. Con Alma Caribe de nacimiento. Escéptico y racional.