Quindío: ¿cambios para avanzar o para retroceder?

La sustitución de la vocación agrícola del departamento por el turismo, benefició a los propietarios de las grandes fincas, no a los pequeños campesinos.

Opina - Economía

2019-04-19

Quindío: ¿cambios para avanzar o para retroceder?

De suelos feraces en varios pisos térmicos, bosques nativos abundantes, café arábigo bajo sombrío y cultivos intercalados de pan, era el departamento del Quindío, segregado de Caldas hace medio siglo. Había trabajo agrícola para un sector importante de la población, acrecentada durante la cosecha y la traviesa con recolectores procedentes de varias partes del país.

Los buenos precios del café regulados por la Organización Internacional del Café (OIC), llenaron de ambición a la Federación de Caficultores, hasta el punto de casi obligar a sustituir el café arábigo por el caturra, con el fin de incrementar considerablemente la producción, sin prever las plagas que atacarían al monocultivo y que antes eran controladas por el ecosistema biodiverso; después llegó la broca. Así fue como la codicia rompió el saco.

Cuando se vino a tierra el precio del café, los planificadores del desarrollo optaron por vender la región como destino turístico paradisíaco y, para que se pareciera a Florida, Estados Unidos: montaron parques temáticos; cambiaron los cafetales por pastizales, aguacatales, platanales, yucales, cítricos y otros; cambiaron los beneficiaderos de café por hoteles y piscinas. Así desplazaron la mayor parte de los trabajadores agrícolas, estables y temporales.

Una parte de los propietarios de las tierras altas cayeron ante Smurfit Cartón de Colombia, empresa a la cual vendieron sus tierras para que cultivara coníferas traídas de Canadá y Australia, regiones donde para ser utilizables, tardan el doble y el triple de años que en la zona intertropical o tórrida.

En mi opinión, el Ministerio del Medio Ambiente debería prohibir los cultivos de coníferas en nuestro país o, por lo menos regularlos, pero en vista de que en Colombia no se regula ni controla la propiedad privada, nada se hace por parar los daños que estos cultivos causan al medio ambiente: alto consumo de agua y desmejora de los suelos.

De igual manera, la actividad ganadera es descontrolada, razón por la cual se talan bosques y se siembran pastos en laderas de alta pendiente y hasta en las orillas de los ríos y quebradas, violando las normas ambientales.

Esto es todo lo contrario de lo que debería hacerse: reducir el área de pastos sembrando forrajeras y ampliar el área de bosques con especies endémicas protectoras del agua y los suelos.

Según lo denunció  el columnista Émerson Castaño González, en el diario La Crónica, se vendieron a una empresa agropecuaria casi 127 hectáreas de la parte alta del municipio de Buenavista, una rica reserva forestal con nacimientos de agua, para cultivar aguacate hass, cultivo cuyas consecuencias ambientales no han sido suficientemente estudiadas. Aquí lo que predomina es el afán de dinero, sin dimensionar el costo del daño ambiental.

Esto sin tocar el desbordado crecimiento urbano vertical que no tiene en cuenta la previa y necesaria microzonificación sísmica (aún sin hacer), ni respeta la legislación ambiental. ¡Dispare y después pregunta quién murió!

Estas prácticas antiecológicas y antiambientalistas, fueron presentadas a nivel mundial como Paisaje Cultural Cafetero. ¡Qué ironía! Dizque somos la Suiza colombiana donde solo pueden radicarse multimillonarios, pues una hectárea de tierra cuesta entre $100, $300 y más millones de pesos, dependiendo de su ubicación; y un apartamento de 60 metros cuadrados, en estratos bajos, más de $200 millones. ¿Qué familia con $828.116 de salario mínimo puede adquirir aquí una propiedad raíz?

La sustitución de la vocación agrícola del departamento por el turismo, benefició a los propietarios de las grandes fincas, no a los pequeños campesinos, quienes cayeron en la ilusión de mejorar sus vidas vendiendo sus minifundios para irse a vivir a las áreas urbanas.

La mayor parte de los trabajadores agrícolas perdieron su fuente de empleo con los cultivos industriales; desplazados de su trabajo se vieron obligados, junto a los campesinos pobres, a ocuparse en improvisados trabajos de construcción, ante el auge inusitado de esta actividad, o a cambiar canastos y machetes por cajones llenos de cachivaches e invadir las calles en el rebusque del sustento familiar.

Para los ricos: latifundistas, inversionistas, constructores, ancianos con altas pensiones, este cambio sí los catapultó con la alta valorización de las tierras y las viviendas y pasaron de los hacinamientos capitalinos a la tranquilidad de una ciudad mediana y el disfrute de un bello paisaje. Quienes compraron al comienzo fueron los más beneficiados porque las propiedades estaban baratas y muy pocos preveían las consecuencias.

El peor daño es el ambiental, las aguas y los suelos se han desmejorado en cantidad y calidad, hecho que no les importa a los gobernantes, pues ni las entidades de planeación ni la Corporación Autónoma hacen algo por detenerlo.

 

Foto cortesía de: Café Sello Rojo

 

( 1 ) Comentario

  1. El cultivo de aguacates consume ocho veces más agua que uno de papas, en Chile tienen un problema porque empresas alemanas hicieron grandes siembras de Aguacate, y los campesinos se quedaron sin agua!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Libardo García
Docente Universitario en U. del Tolima, U. de Caldas, U. Tecnológica de Pereira y U. del Quindío. Dirigente de la Asociación de Derechos Humanos Demetrio Prieto.