¿Queremos una paz de plañideras?

Estamos en la Colombia que le dijo no a los acuerdos de paz, debido a que un sector político afecto a la guerra fue capaz de azuzar a través de mentiras y miedos a otro sector de la sociedad que ha vivido tan sometido bajo el yugo de la violencia en todas sus manifestaciones.

Opina - Conflicto

2021-07-09

¿Queremos una paz de plañideras?

Columnista:

Andrés Arredondo

 

Las huellas de la guerra en Colombia parecen indelebles, pero ¿lo son? La Comisión de la Verdad, creada en el marco de los acuerdos de paz de La Habana le ha propuesto al país ser un punto de encuentro donde toda la ciudadanía pueda contar lo que le sucedió en el conflicto, pero también para que los victimarios hablen de sus crímenes y desmanes.

En principio, la existencia de la posibilidad de que toda la sociedad concurra a semejante ejercicio de sanación, dignificación de las víctimas y perdón, puede verse como una oportunidad tan válida e importante que no se hallarían razones aparentes de peso para que existan opositores o descreídos, pero la realidad es otra, porque estamos en Colombia.

Estamos en la Colombia que le dijo no a los acuerdos de paz, debido a que un sector político afecto a la guerra fue capaz de azuzar a través de mentiras y miedos a otro sector de la sociedad que ha vivido tan sometido bajo el yugo de la violencia en todas sus manifestaciones, que no tiene horizonte de pensamiento distinto al que la propia guerra le impone. Este hecho se convierte en un terrible nudo gordiano, pues la antidemocracia y el autoritarismo de la que la derecha colombiana hace gala, crea al mismo tiempo el ambiente social para que las propuestas de construcción de paz sean vistas por muchas personas y comunidades de sectores populares con desconfianza y prevención.

Hace apenas unos días, en ese conmovedor acto convocado por la Comisión de la Verdad en la que concurrieron los excomandantes de las antiguas Farc, en su rol de perpetradores de múltiples secuestros, y las valerosas víctimas, aunque compungidas y a medio camino entre la sanación, el dolor, la rabia contenida, el perdón y la frustración; se pusieron en escena múltiples aspectos que hacen evidente el difícil camino de la sanación y la reparación integral a las víctimas.

En uno de los momentos más duros de la intervención de Íngrid Betancur, que avanzaba en su pronunciamiento como a marchas forzadas, superando los escoyos del llanto incontenible y los silencios surgidos del dolor, la excandidata dijo lo siguiente: «Me sorprende que del otro lado no haya una sola lágrima».

Si bien los miembros de la comandancia de la extinta guerrilla confesaron su participación en la atrocidad del secuestro y otros crímenes; y han solicitado en repetidas ocasiones el perdón de las víctimas, aún no se les ha visto llorando. ¿Es ese un parámetro relevante para medir la eficacia del proceso de reconciliación?

Albert Camus dijo acerca de su obra El extranjero, que esa novela estaba basada en el argumento simple, pero perturbador, de que en Occidente una persona que no llora en el sepelio de su madre, será condenada por la sociedad. Puede ser esa una metáfora útil para afrontar e intentar explicar la aparente sequía de lágrimas en los ojos del perpetrador, pues evidentemente que se produzca el llanto o que no suceda no garantiza la existencia de un proceso de elaboración de las culpas, máxime cuando en Colombia la sempiterna violencia hace que proliferen «héroes» en las filas de grupos guerreros de todos los pelambres, quienes tienen todo, incluyendo mucho miedo, pero casi nunca culpa.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Andrés Arredondo
Antropólogo. Vinculado a procesos sociales y de memoria en Medellín. Mg. Paz, Desarrollo y Ciudadanía. Adepto a la literatura y al fútbol.