Mucho se ha repetido entre la opinión pública los efectos nefastos de realizar recortes al presupuesto que sostiene la investigación científica, elemento crucial en el desarrollo económico y social de cualquier nación del mundo. Sin embargo, y como consecuencia de las políticas del gobierno Santos, aún hay amplios sectores sociales que no conocen el estado crítico de la ciencia en Colombia. Una revisión de algunos de los principales indicadores internacionales contribuye a un balance objetivo en esta materia.
Según el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial (2016-2017)[1], que compara 138 países y los ordena de mejor a más deficiente, Colombia ocupa el puesto 70 de 138 en educación superior, 98 de 138 en calidad del sistema educativo y 112 de 138 en calidad de la educación matemática y científica.
En contraste con otros países latinoamericanos, Colombia tampoco presenta mayores avances. De acuerdo con la UNESCO[2], en 2014 tenía 61 publicaciones científicas por millón de habitantes, por debajo de Chile (350), Uruguay (241), Argentina (189), Brasil (184), Costa Rica (96), México (90), Panamá (83) y Cuba (67).
Curiosamente, en otros indicadores como las solicitudes de patentes y las patentes concedidas por millón de habitantes, también se encuentra por debajo de los mismos países, con algunas excepciones. Con esto se comprueba que sí anda muy mal la ciencia en Colombia, y lo peor es que, como dice Rodolfo Llinás, el país se está “quedando atrás comparativamente”[3].
¿Pero se puede esperar otra cosa con tan mísero presupuesto de cada gobierno al sector de Ciencia y Tecnología? Lo que en la coyuntura tiene hablando a todos como “lora mojada” sobre ciencia es un recorte de 41,5% que Santos y Cárdenas pretenden realizar a este rubro en el Presupuesto General de la Nación para el próximo año, así como la reducción de su participación en los presupuestos generales de cada año.
Esto a pesar de que la evidencia indica que en ningún país del mundo el sector privado ha realizado las cuantiosas inversiones en investigación y desarrollo que no asume el Estado, porque son gastos con un retorno de utilidades incierto y de largo plazo.
En Colombia, es mucho menos probable que la inversión privada sea el motor del avance científico: ocupamos el puesto 101 de 138 en gasto de la empresa en I+D[4]. Sin embargo, la inversión pública en I+D no supera el 0,2% del PIB, mientras la media de los países de la OCDE es de 2,4%[5].
Este divorcio estatal con el desarrollo científico no puede justificarse por la poca capacidad de los colombianos que, en el peor de los casos, están sobre el promedio mundial de posibilidades intelectuales, como bien lo han demostrado tantos de nuestros científicos que encuentran mayor apoyo y oportunidades en el exterior.
En realidad, quienes desfinancian la ciencia en Colombia aluden a las metas y capacidades fiscales del país, a las urgencias de la coyuntura económica fruto de la implantación de un modelo que prioriza el ahorro externo y la inversión de capitales foráneos por encima del desarrollo del mercado interno.
No es coincidencia que el abandono de la ciencia sea paralelo a la reducción en el PIB de la participación de la industria y del agro y que, al mismo tiempo, el rubro principal del presupuesto general, año tras año, sea el pago del servicio de la deuda.
Las universidades tampoco salen bien libradas de esta situación. En cerca de una década, las Instituciones de Educación Superior, tanto públicas como privadas, han ejecutado el 37,71% de las inversiones en I+D (principal factor de generación de conocimiento), pero a medida que se reduce la inversión pública en Ciencia y Tecnología, también observamos que se reduce la participación de las IES en la ejecución de estos recursos.
Además, el 90% de los investigadores y Grupos de Investigación activos en el país pertenecen a IES públicas y privadas[6]. Por esto, la suerte de una de las actividades misionales de las universidades, como lo es la investigación, está ligada a la suerte de la financiación pública de la inversión en Ciencia, Tecnología e Innovación.
Pero también se trunca el avance de la ciencia en Colombia cuando se tiene un gobierno que niega el derecho inicial de los colombianos a volverse científicos, o lo condiciona al endeudamiento de familias y universidades.
El déficit de más de 12,5 billones de pesos del Sistema Universitario Estatal es un impedimento para que las universidades se dediquen a la promoción de la ciencia.
En Colombia la entidad que debe defender el presupuesto de la ciencia es Colciencias, sin embargo, esta institución no tiene independencia del ejecutivo y los sucesivos recortes la están dejando ad portas de su desaparición.
La comunidad científica tampoco tiene el poder económico de quienes representa el gobierno para hacer lobby en los pasillos del Congreso y conseguir que los tengan en cuenta.
En este escenario solo hay una solución: preparar este año una gran movilización nacional, comparable a la que tumbó en 2011 la reforma de Santos a la Ley 30 de educación superior, para salvar el presupuesto de la ciencia y la educación de las pretensiones de los mismos con las mismas, y en 2018 castigarlos políticamente en las elecciones presidenciales y parlamentarias votando por un modelo de país distinto al que nos han ofrecido por décadas, uno que le sirva a más del 90% de los colombianos y no solo a unos pocos.
Investigadores, profesores, estudiantes, rectores y trabajadores, acompañados por las familias colombianas, debemos acudir al llamado para salvar el futuro de esta y las próximas generaciones.
Adenda: La representación estudiantil ante el Consejo Académico de la Universidad Nacional de Colombia propuso en una sesión de ese órgano colegiado discutir cómo afectaban estos recortes a la universidad. La respuesta del rector y de los decanos fue rechazar esta proposición, develando la actitud conciliadora y alcahueta que esta administración ha tenido con la desastrosa política de educación superior de Juan Manuel Santos.
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[1] Foro Económico Mundial. (2017). Índice de Competitividad Global 2016-17.
[2] UNESCO. (2015). UNESCO Science Report: towards 2030.
[3] El Tiempo. (25 de mayo de 2008). Entrevista a Rodolfo Llinás. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4251923
[4] Foro Económico Mundial. (2017). Índice de Competitividad Global 2016-17.
[5] OCDE. (2017). Science and Technology Indicators. https://www.oecd.org/centrodemexico/estadisticas/
[6] Observatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología. (2016). Indicadores de ciencia y tecnología
Colombia 2016.