Pseudocracia bananera

Nuestra democracia es una obra de teatro repleta de chistes de mal gusto.

Opina - Política

2018-03-17

Pseudocracia bananera

Las democracias perfectas no existen: una democracia perfecta es una dictadura (…) la democracia es una aspiración, un horizonte, una utopía, y por eso una democracia real no es una democracia perfecta sino sólo una democracia infinitamente perfectible”, escribió Javier Cercas en su última columna publicada en El País semanal.

Desde que nos ganamos a sangre y fuego el derecho de materializar el país que imaginábamos, la patria ha sido una abuela mediocre y alcahueta. Por eso y porque las democracias no las perfeccionan los caudillos que utilizan el poder para convertirse en deidades, ni las maleables tendencias de un partido político, mucho menos las instituciones fotocopiadas de experimentos extranjeros, sino el ánima política de las sociedades, nuestra democracia es una obra de teatro repleta de chistes de mal gusto.

Cada tanto, para justificar el personalismo del político de turno, la democracia nos invita a participar de ella. El pasado 11 de marzo los colombianos fueron convocados a las urnas para elegir los 102 senadores y 166 Representantes a la Cámara que guiarán el futuro legislativo de los próximo cuatro años.

Según la sobrediagnosticación mediática hecha de las elecciones legislativas, todos son ganadores menos el enemigo político de quien hace el análisis. Sin embargo, los 18 millones de colombianos habilitados para votar y no ejercieron su derecho al voto; la bochornosa ineptitud de la Registraduría Nacional; la condenable actitud de los jurados que escondieron los tarjetones; la compra de votos a la entrada de los puestos de votación que quedó registrada en videos; las 1.075 mesas que aún no aparecen registradas en la página web de la Registraduría Nacional; la inconformidad de una tuitera porque su voto por Luz María Bernal no fue digitalizado en la mesa #13 del puesto El Salitre ubicado en la localidad de Teusaquillo; que el Senador más votado del país sea el mismo expresidente al que le abrieron 232 investigaciones durante sus ocho años de mandato; la laxitud de un sistema que le permite ser Senador al hijo de un coronel condenado por aliarse con grupos paramilitares en Santander; que jubilado y sin postularse Roberto Gerlein haya recibido 8.134 votos; que la segunda fuerza política del próximo Senado sea un partido con 19 congresistas condenados por parapolítica; por todo eso, y muchas cosas más, en nuestro país, elección tras elección, la gran derrotada siempre es la democracia.

Las democracias, como cualquier invento del hombre, son incapaces de legitimarse por sí solas, son las sociedades quienes las validan. A pesar de que desconfiamos y no estamos muy de acuerdo con ella, los colombianos dejamos que nos gobierne una democracia mediocre. Al parecer estamos muy ocupados tratando de gobernar el caos y las injusticias de unas vidas que no escogimos, y no se parecen a lo que nos muestran por televisión.

Es cierto que nuestra democracia es adolescente e inmadura. A esa edad el instinto –de confrontación, de ostentar poder– paraliza la razón. Los umbrales de lo que es moral y políticamente correcto se vuelven infinitos. Y son eternamente dilatados por aquel que con inocencia o vileza quiere dilatarlos y así justificar lo injustificable. Nuestra constitución moral premia al que viola la ley y condena al que se ciñe a ella. Mientras la democracia siga funcionando bajo esa máxima: siempre ganaran los mismos y siempre perderemos todos.

 

Adenda: En cualquier país decente del primer mundo, que tenga una democracia y una sociedad políticamente madura, el Registrador hubiera renunciado al otro día de las elecciones. Por ahora Juan Carlos Galindo sigue atendiendo al Presidente en el mismo despacho.

 

 

( 1 ) Comentario

  1. Los colombianos no han madurado por ende la «democracia» que nos vende la seguimos comprando, creemos en el modelo y lo que significa, también confiamos en quien la interpreta y de eso se trata, aunque no sabe que es mas preferible. Continuamos viviendo en un retraso infinito que aceptamos y aprendimos a vivir con ella. Tampoco se aprende de los errores, una sociedad que no conoce su historia esta condenada a repetirla y en medio de la desigualdad e ignorancia social se segui repitiendo la misma película que ya nos vendieron.

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Juan Alejandro Echeverri
"No sabia que quería ser periodista hasta que lo fui y, desde entonces, no he querido ser otra cosa".