A menos que solo cuenten los 18.000.000 de votos de la última elección presidencial, Colombia no está polarizada. Siempre han sido mayoría aquellos colombianos que se abstienen de participar en las elecciones, no importa si hablamos del plebiscito, elecciones locales, presidenciales o consulta anticorrupción.
Han sido los militantes de los dos grandes cultos a la personalidad: Álvaro Uribe y Gustavo Petro, quienes se han encargado de asignarse mutuamente la categoría de enemigos, y por su limitada visión de país, en contraste con el ego de sus mesías, creen que Colombia tiene que responder a la lógica de derecha o izquierda.
Cada bando es dueño de la moral pública y todo aquel que se atreva a dudar de su plataforma, se ubica inmediatamente en la orilla opuesta. Es así como el ciudadano que discrepa del proyecto uribista, termina siendo catalogado como terrorista, a lo menos. De igual manera, quién no consienta las propuestas populistas y autoritarias de Petro, acaba en la palestra pública como fascista paramilitar.
Culpa nuestra, aquellos que defendemos la libertad, que por desidia permitimos que en Colombia se robaran las voces de las mayorías estos políticos autoritarios, que comparten diferentes fines, mismos medios.
Derecha e izquierda han usado la violencia para justificar su ideología, ya sea en forma de grupos paramilitares o columnas guerrilleras, han recibido dineros de empresarios corruptos como los Nule o Odebrecht, compran votos sin importar sin son del Polo o del Centro Democratico; y todos han sabido salir impunes de los peores escándalos.
¿Con qué autoridad moral le pedimos a los colombianos que participen en elecciones? Es el mismo sistema el que repele cualquier intento de participación, y lejos de ser la cultura o la ignorancia las causas de la abstención, es la mediocre oferta de políticos e ideas las que en últimas no incentivan el voto.
Hay que jugársela por una propuesta política liberal, que tenga el mismo racero con los autoritarismos de izquierda y derecha, que evite la arrogancia intelectual y que haga sentir a los ciudadanos participes de la sociedad, no militantes de una secta política, que es lo que ofrece el uribismo y el petrismo.
Yo me le mido, ¿y usted? Escríbame a @davidcancino o en Instagram @david.cancinoq o búsqueme en Facebook como David Cancino Quintero.
Foto crtesía de: Semana
Una comparación sin sentido, es como comparar el machismo con el feminismo. Ni petro ni uribe, ni sus proyectos (uno ya impuesto el otro como propuesta de país) son equivalentes. Pongo sobre la mesa de discusión el concepto de hegemonía, y el panorama de análisis es distinto.
pareciera que fuera un lugar común hablar de polarización, y entiendo cuando haces mención a que son muchos los que están abstraídos de la discusión o que no están necesariamente en uno u otro «bando».
Sin embargo, creo que esa alteridad de uno vs otro, o de la necesidad de validar MI posición desde negar al otro, es cultural, es heredado y es producto de una lógica amigo/enemigo que el conflicto ha dejado en nuestra sociedad.
Yo particularmente si creo que hay polarización, y es porque no hemos logrado entender la importancia de halar para el mismo lado, de establecer un propósito común como país y definir un interés nacional.
Yo me uno a ese mensaje de superar los fanatismos, buscar la verdad que necesitamos tanto y a involucrar y hacer más digerible este juego político que nos involucra a todos
El reto es ese, #CiudadaníaActiva y ser consientes que #EsConTodos
Totalmente de acuerdo. La impunidad y la mediocre oferta política (sumando a que ninguno cumple con lo que promete… porque lo cambia o se deja de lado) es lo que lleva a que medio país no le interese en lo más mínimo ser parte de algo. Porque es que ese algo es tan podrido que nadie quiere ser parte. También hay otros analfabetos políticos y gente que ni sabe pa’ que es que sirve eso. Proponga y me sumo a si voz!