Polas y Polos

Los que estamos graduándonos del colegio nos enfrentamos con un problema: cómo vamos a lograr estudiar, cuando la educación pública está estancada.

Opina - Educación

2020-01-29

Polas y Polos

Columnista: Laura Bacca

 

“Viles soldados, volved las armas a los enemigos de vuestra patria. ¡Pueblo indolente! ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Pero no es tarde: ved que ―aunque mujer y joven― me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. No olvidéis este ejemplo […] Miserable pueblo, yo os compadezco. ¡Algún día tendréis más dignidad! […] Muero por defender los derechos de mi patria”.

Policarpa Salavarrieta

 

La Pola, participó a sus 14 años en el grito de independencia del 20 de julio de 1810. Tan solo 14 años, y no necesitó ser una erudita, ni mucho menos dinero y aprobación social, para saber que valía la pena; valía la vida, defender la patria.

Tengo 17 años, muchas y muchos jóvenes como yo, entraremos a una universidad pública para dar un paso importante en el camino, que nos ayudará a cumplir nuestros sueños. Desde pequeña he querido estudiar y graduarme en una universidad de calidad; no hablo solo por mí, hablo por mis amigos y amigas, por aquellos compañeros que hablaban conmigo en los recesos escolares acerca de sus metas.

Al salir del bachillerato, los sueños empiezan a oscurecerse, a obstaculizarse y a limitarse por razones que aún nos cuesta entender.  Nos enfrentamos con un problema que radica en cómo vamos a lograrlo, cuando la educación pública está estancada y se ve forzada a pedir un cambio. 

Hoy vemos muchas “Polas y Polos” siendo fusilados en los patíbulos del poder, exigiendo un cambio radical en la educación de este país. Lastimosamente, los y las estudiantes que ya están hace algunos años en las universidades públicas, no pueden cursar normalmente y con regularidad sus semestres; por otro lado, los y las jóvenes que estamos próximos al ingreso a alguna de las facultades de estas instituciones, nos encontramos a la expectativa de si entraremos a paro desde el primer semestre o si no se harán más modificaciones al calendario académico.

Por último, son más y seguramente irán en aumento (si no se resuelven los conflictos definitivamente), los padres y madres de familia indispuestos a que sus hijos se presenten a universidades públicas, debido a la pérdida de las clases o al temor de saber a los peligros que se enfrentan sus hijos e hijas en las marchas.

La educación pública finalmente pierde credibilidad, al igual que los ideales de aquellos que como la Pola, creen en una Colombia que puede librarse de las cadenas que han impuesto aquellos en quienes hemos confiado para tener un mejor país; cadenas que pensábamos fueron destruidas y que se quedarían en el pasado, pero que aún llevamos halando como en la época de la  esclavitud.

Tengo miedo, tenemos miedo de graduarnos en mayor tiempo del determinado, de desertar porque nuestros padres piensan que mandarnos a trabajar sería una mejor opción, de ser agredidos injustamente por las autoridades mientras expresamos nuestras indiferencias en las calles y de quedarnos finalmente sin título profesional.

Sin embargo, estos miedos se minimizan y pierden su sentido en el momento en que abrimos los ojos y decimos que la educación es un derecho fundamental e inalienable, y los derechos se respetan.

Detrás de las marchas, plantones, paros nacionales, aplazamientos de semestres, etc.; se encuentra la verdad de todos los estudiantes que sufren por la negligencia de sus mandatarios.

Debería asustarnos más vivir en un país sin oportunidades, donde brilla tanto el sol, que ya es imposible taparlo con un dedo, donde hay más reacción que acción y donde son cada vez más las personas que mueren por contradecir al imperio.

Sencillamente espero que el miedo se transforme en esperanza; esa esperanza que mantiene vivas a las madres que llevan años buscando a sus hijos desaparecidos, esa esperanza que hace levantar al líder social cada mañana para decir lo que muchos preferiríamos callar, la esperanza de un padre o una madre que desean ir a la graduación de sus hijos e hijas, esa esperanza inculcada en casa y en la escuela.

Una esperanza, que vive intacta en los corazones de las y los miles de colombianos y colombianas en medio de tanto caos. Colombia es esperanza.

Por lo tanto, si mi primer semestre es en las calles, si mis prácticas las realizo con el puño en alto y si mis útiles son las cacerolas; estoy lista para intentar ser una de las mejores estudiantes y «Polas» de mi Facultad.

 

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Laura Bacca
Nací el 13 de julio del 2002 en Mocoa Putumayo. Actualmente estudio sociología en la Universidad Nacional de Colombia. Me gusta leer, escribir y estar en familia; mi propósito es ayudar a crecer a mi país y aprender de aquellos quienes llevan años haciéndolo