¿Pesa más un kilogramo de algodón o un kilogramo de hierro?

Los señalados en las redes sociales como vagos y delincuentes, atacados por la fuerza pública y medios nacionales, tampoco podían entender por qué ahora sí debían marchar.

Opina - Sociedad

2019-01-22

¿Pesa más un kilogramo de algodón o un kilogramo de hierro?

En la infancia de muchos —me incluyo— esta era una de las espinosas preguntas que salían a relucir en las tertulias de amigos para formar el intenso debate que se tornaba gracioso, gracias a uno que otro despistado que no comprendía. Bueno, hoy este mítico interrogante vuelve a mí, gracias a los últimos acontecimientos en nuestro dinámico y pintoresco país.

Volvió el terrorismo. El vil atentado en contra de la Escuela de Policía General Santander que dejó 20 muertos y decenas de heridos, invitaba a la unidad de un país que, creemos, no quiere volver a repetir la historia macabra que vivió años atrás gracias al terrorismo. Se convocó una marcha nacional para repudiar esto actos, pero dicha marcha lo que dejó claro es que estamos mas divididos que nunca. Tristemente toca notificarlo.

La primera divisa que salió al aire; no marchar con los que votaron NO en contra de la paz, no marchar junto a los Uribistas, no marchar junto a los Petristas, no marchar junto a los Tibios (los que votaron en blanco) en fin, colombianos invitando a no marchar junto a los colombianos. Así se manejan las cosas en este platanal; diría un reconocido personaje Macondiano.

En la marcha casi “Pelan” a un adolescente por usar una camiseta que lo identificaba, libre expresión… como le quieran llamar, yo pienso que si no se la robó puede usarla libremente, si es su gusto, pero a varios fervorosos católicos no les gustó para nada y, por poco, manchan de sangre, la marcha que fue convocada para repudiar la mancha de sangre que dejaron los terroristas con nuestros 21 cadetes muertos, surrealismo al 100% …

Mientras un espécimen no identificado a viva voz decía que lo que se venía era “plomo”, tomando flores blancas en su mano y tirándolas junto a su putrefacta consigna de violencia que no contempla “negoceo” sino “plomo” “plomo”, bueno, por lo menos ya sabemos quién va a prestar sus hijos para la guerra y quién irá al frente del pelotón repartiendo bala a la trocha y mocha…

Entraron en escena las vallas y pancartas donde se solidarizaban con la tragedia e invitaban a tener el mismo grado de solidaridad con los líderes sociales que sistemáticamente están siendo masacrados, pero ahí fue Troya, mejor les hubiera ido si pedían por los muertos en Siria, la hambruna en África, el conflicto en Venezuela o la paz entre Corea del Norte y Corea del Sur; pero pedir solidaridad por la muerte de otros colombianos los hizo ganadores de miles de rechiflas e insultos, definitivamente Macondo…

Los que estigmatizaron a los que marcharon por una educación superior pública y de calidad, por la destinación de más presupuesto para la educación y, por la renuncia del fiscal general NHM, no entendían por qué ahora estos no querían sumarse a la marcha con ellos. Los señalados en las redes sociales como vagos y delincuentes, atacados por la fuerza pública y medios nacionales, tampoco podían entender por qué ahora sí debían marchar. Entonces uno se pregunta: ¿Qué pesa más un kilogramo de algodón o un kilogramo de plomo?

Un pueblo entre más educado, sin duda es un pueblo menos violento, nuestra formación crea un vínculo directamente proporcional con nuestro bienestar.

Muchos han quedado pasmados en un norte que pinta de rojo y negro la historia, y otros no saben para dónde van, ni para dónde quieren ir; se les hace más cómodo el incómodo pasado que un pacífico futuro. Posiblemente estemos en la misma encrucijada del famoso cuento de Montesquieu, y título de mi próxima columna: TROGLODITAS.

 

Caricatura de David Arias.

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Andy Romero Calderón
Vallenato de cédula, Guacochero de nacimiento. Ingeniero de sistemas de la Universidad Popular del Cesar. Me gusta la buena crítica y política, sin caer en sus vicios y hasta donde los argumentos me dejen llegar. Amante de la buena música no de un género en específico. Todavía trato de leer y escribir. El silencio es, después de la palabra, el segundo poder del mundo.