¿Paz?

Opina - Sociedad

2016-09-21

¿Paz?

La paz es una utopía.

Desvarían aquellos quienes con alto grado de excitación (muchos, con una alta carga endiablada de oportunismo) afirman que, una vez las impopulares Farc firmen con el difamado gobierno el “acuerdo final” dentro del mal llamado “proceso de paz”, llegará la tan anhelada paz a la nación. Nada más aventurado, eufórico, impreciso e incierto. La perturbada y siniestra guerrilla colombiana no es definitivamente, el único factor que asfixia la paz en nuestro territorio. Es solo una de las cabezas de esa repugnante hidra que expele y baña de infamia al país.

El hecho de que se acabe la guerra no significa que llegue la paz..

Escindida la cabeza de la subversión en Colombia, la capacidad regenerativa del multicéfalo monstruo del mal, haría emerger cual celentéreo hidrozoo, inmediatamente otro foco de adversidad. La venenosa y apocalíptica “hidra” colombiana tiene cuatro cabezas: el terror de las guerrillas, la corrupción estatal en todos sus estamentos, la inoperancia en la justicia y, la inopia de leyes efectivas y eficientes.

Mientras no se ampute y cauterice (tal como lo hizo Hércules en el lago de Lerna con los cuellos cercenados de la pavorosa Hidra que titánicamente logró vencer) la nuez  de cada una de las cuatro cabezas que nutren de infamia y han ahuyentado por años, el imperio del progreso y la armonía en la nación; jamás se podrá hablar aquí, de paz.

Así pues que, a Hércules en nuestro plano, lo representa el Pueblo y nadie más que el Pueblo. Ese pueblo de Colombia honesto, trabajador y sacrificado; y, a su brazo más poderoso, lo encarna aquél a quien supuestamente ese Pueblo Soberano le entregó las riendas del país; un brazo no siempre vigoroso y capaz de cortar el pescuezo de cada uno de nuestros mayores males, sino muchas veces, enconado, pávido, frágil y hasta cómplice.

De tal manera que, mientras la corrupción campee, arrasando con el erario, desgarrando el presupuesto de los más desfavorecidos, manipulando las leyes en beneficio de unos pocos, desangrando las arcas, cebando el patrimonio de un puñado de ignominiosos politiqueros y sus burócratas, feroces e insaciables  hordas anquilosadas y diseminadas en la contaminada piel del Estado, exponiendo la seguridad y salubridad de los gobernados con proyectos y obras inestables y ordinarias, suscitadas por contratos asignados a dedo y teñidos de purulencia hasta en su última línea; dilatando procesos de avance, permeando la justicia, comprando conciencias, reeligiendo a los inservibles, financiando caciques y corroyendo cada poro de cada uno de los poderes estatales, ejecutivo, legislativo y judicial; jamás, aún inexistiendo los rebeldes, se podrá hablar aquí de paz.

Las mafias de la política y la depravación estatal, son tan lesivas o más, que cualquier otra mafia (narcotraficante y delincuencial en general);  Las primeras, casi siempre, terminan embutiendo más infamia a la molleja de las segundas.

De cuán funesto para la paz de una república es la inoperancia e impotencia judicial, seguramente, no haya necesidad de escribir mucho. Basta con repasar los miles de casos que año tras año, embadurnan de injusticia e impunidad a este país. Ulcera el alma, las atrocidades que desde el poder judicial, se han cometido con el trasegar de los años, hechos infames que enclaustrados más no abandonados, en la memoria del pasado y, otros, muy vivos en el presente, hacen manifiesto el padecimiento de una agónica democracia. Jueces inicuos e inocuos, que a diario, premian al hampa y ceden ante el chantaje, deshonrando y castrando su investidura.

Así las cosas, la hemorragia de leyes inútiles, inaplicables, demacradas y mancilladas, un legislador denostado y abyecto, que no cumple con su deber, no construye códigos necesarios ni fiscaliza, enmienda o actualiza en favor del pueblo la normatividad existente, aunado a todo lo ya descrito, espantará para siempre, la “paz” en Colombia y cualquier nugatorio intento por abrazarla. (.)

( 1 ) Comentario

  1. La prosa pierde eficacia y potencia con tanto embeleco y tanta pirueta. En la esencia estoy de acuerdo. Falta mencionar en «los tentáculos» de la hidra monstruosa la pretensión de la iglesia católica a decidir quienes pueden, y quienes no, formar parte de la sociedad ideal dejando abandonados a millones de seres que ya estamos sobre este planeta.

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Fernando Carrillo V.
Abogado del la U. Libre de Colombia, nacido en Bogotá, amante de las letras, siervo del diccionario y discípulo de la palabra bien hilvanada, coherente e impactante. Lector asiduo y explorador nato. En mi Haber literario reposan sendas publicaciones en periódicos de consagrado renombre y participaciones exitosas en concursos de micro relatos a nivel internacional. En la actualidad soy asesor jurídico independiente y consultor en materia gramatical y de redacción, en la composición de tesis, y elaboración de documentos investigativos y textos en general.