Paz con violencia basada en el género, no es paz

En la ecuación de transformación del conflicto armado colombiano nos falta una variable fundamental, y es la prevención de la violencia basada en género, que tenemos supremamente interiorizada como sociedad. No nos hemos sentado a analizar como es debido la relación entre feminicidios, poca participación de las mujeres en las decisiones públicas y el bajo involucramiento de los hombres en la vida doméstica.

Opina - Género

2021-04-25

Paz con violencia basada en el género, no es paz

Columnista:

Ana Prada-Páez

 

Esta reflexión no puede ser escrita sin conectar con la manera como llego a los asuntos de género, feminismo y trabajo con organizaciones productivas lideradas por mujeres, el lugar de enunciación que llama Bourdieu. Recientemente, leí en redes sociales una publicación sobre cómo la ausencia de hombres en los sistemas familiares llevaba a las mujeres a cumplir múltiples labores en sus hogares; es decir, imaginen un equipo de fútbol al que le falta el arquero o la arquera y un defensa tiene que cumplir el rol de defensa y arquero, a la vez. En la publicación, la autora desconocida concluye que la ausencia de hombres apoyando en el sistema familiar y mujeres cumpliendo múltiples roles, incluyendo el de papá, no es un matriarcado precisamente; es, de hecho, una muestra más del patriarcado, la normalización de la ausencia masculina en lo doméstico.

Siendo hija de un linaje de mujeres decididas, determinadas y con una resiliencia envidiable, no rehuía a las presiones tradicionales de una sociedad machista, durante mucho tiempo fui machista también, pensaba que las reflexiones tradicionalmente asociadas a lo femenino eran débiles e insuficientes, y buscaba acercarme más a las reflexiones en las que participaban los hombres, para poder hacerme a un espacio en el statu quo de la vida pública liderado por las visiones de mundo construidas socialmente como masculinas. Pero, fueron mujeres berracas campesinas, activistas sociales y escritoras las que me invitaron a reconocer la necesidad de vincular las múltiples visiones de mundo femeninas en la construcción de paz, economías de cuidado y vías alternativas de desarrollo.

¡Lo metodológico es político! En el mundo se reconoce positivamente el enfoque de género de nuestro acuerdo de paz, y realmente sí es innovador, es más incluyente que muchos acuerdos en el mundo. No obstante, la participación de mujeres en la negociación, y la mediación durante la fase de diálogos de paz sigue siendo insuficiente. Además, en la ecuación de transformación del conflicto armado colombiano nos falta una variable fundamental, y es la prevención de la violencia basada en género, que tenemos supremamente interiorizada como sociedad. No nos hemos sentado a analizar como es debido la relación entre feminicidios, poca participación de las mujeres en las decisiones públicas y el bajo involucramiento de los hombres en la vida doméstica.

La innovación del método participativo

Todavía me sigue sorprendiendo cuando leo a académicos del norte global que encierran en una única concepción las múltiples búsquedas y visiones de mundo que encapsulan «lo femenino», me sorprende (pero, también me alivia que lo hagan) que planteen el enfoque de «abajo hacia arriba», participativo y de cocreación como una novedad, si para acompañar transformaciones sociales son fundamentales los diálogos uno a uno con las personas que queremos acompañar. Me sorprende, porque si estos enfoques participativos son novedosos en la academia significa que históricamente hemos visto al otro, no como un sujeto de transformación, sino como un objeto a transformar.

La Resolución de las Naciones Unidas 1325 del 2000 no se salva de este enfoque universalista. Si bien la Resolución es un valioso intento por involucrar más a las mujeres en la resolución y transformación de conflictos, todavía falta mucho camino por andar. Las resoluciones y marcos políticos son un papel o una firma más, si no se convierten en acciones concretas de cambio en la vida de las personas a las cuales están dirigidas.

La constante negación del otro

Bien lo plantea el jesuita Francisco de Roux en su libro La audacia de la paz, la paz es más que una firma, alcanzar la transformación de un conflicto, para reconciliarnos implica transformaciones culturales, en nuestro comportamiento y la manera como nos relacionamos, un conflicto armado que inició por una polarización entre ideologías políticas sobre el modelo económico que debe regir a Colombia, tiene también sus raíces en nuestra incapacidad de reconocer al otro.

Seguimos siendo una sociedad extremadamente polarizada, y de eso ni Petro ni el que diga Uribe nos salvará en 2022, porque nuestra polarización y negación del otro se convierte en un obstáculo para la gobernabilidad. Despolarizarnos como sociedad y continuar avanzando en la consolidación de una paz estable y duradera tiene todo que ver con una mirada feminista del conflicto, al visibilizar las relaciones de poder basadas en el género que han permeado las relaciones sociales entre los colombianos; además, si le ponemos un foco interseccional podemos ver como el género y el grupo étnico delinean las oportunidades de movilidad social y autorrealización que tenemos los colombianos.

Mujeres con agenda propia

Se nos olvida que las mujeres somos más que las víctimas del conflicto armado, también tenemos agenda propia, por sorprendente que nos resulte, las mujeres también han tenido motivaciones políticas para combatir en el conflicto armado, sea en las fuerzas armadas o en las guerrillas. Aún nos sigue faltando camino por recorrer en la distribución del acceso a la tierra con mirada de género, garantías para que las mujeres que son mamás también puedan participar en escenarios de toma de decisiones, ofrecer más oportunidades para las mujeres campesinas, indígenas, afrocolombianas y excombatientes durante el proceso de posconflicto.

La construcción de paz en Colombia es una añoranza histórica que se ha convertido en proyecto con la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno Nacional y la extinta FARC. Sin embargo, revolución sin feminismo es pura carreta, así como paz con violencia de género no es paz.

Ilustración cortesía de: Augusto Ramírez. 

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Ana Prada-Páez
Viajera, columnista, fan de la comida local y emprendedora. Ana es amante de la ruralidad latinoamericana, ha acompañado procesos productivos orgánicos y agroecológicos en Colombia, México, Guatemala, Costa Rica, Ecuador y Perú, trabajando para poner su granito de arena en la construcción de un campo más diverso, soberano y digno. Rotary Peace Fellow.