¡¿Para cuándo el cambio?!

Tener que hacer este tipo de preguntas es solo una muestra del nivel de desconexión y desfachatez que ha sido la bandera de Gobierno de nuestro país por los últimos tres años, esto es apenas la representación de todos los conceptos especializados que se han opuesto a la arbitrariedad en este país. 

Opina - Política

2021-05-29

¡¿Para cuándo el cambio?!

Columnista:

Andrés Leonardo Calvo Camelo

 

Cuando una persona, acompañada de todo un gabinete de «especialistas», asume –o por lo menos piensa hacerlo– el gobierno, administración y liderazgo de un territorio, se supone que debe conocer el estado en el que lo recibe y la forma en la que lo va a gestionar, traza una ruta de trabajo objetiva y que ampare la vida de todos aquellos que están bajo el amparo de sus capacidades, sean o no sus simpatizantes.

¡Cuán grande es la sorpresa que se lleva la ciudadanía cuando todo el discurso se centra en las fallas del anterior gobierno! Aun cuando esto sea cierto –y muy seguramente lo es– la gestión se debe llevar a cabo con la objetividad necesaria y las capacidades propias de quienes se han puesto a disposición del servicio público. Entonces:

¿Por qué la vicepresidente –y ahora canciller– se empecina en hablar del proceso de paz en aras del desprestigio continuo del Gobierno anterior cuando su gestión ha sido completamente nula para resolver los problemas estructurales del país?

¿Por qué el presidente persiste testarudamente en solicitar un espectáculo de fútbol cuando tiene un país sumido en una profunda crisis social, en señalamientos por violación estatal a los derechos humanos, índices de pobreza, desempleo y violencia en abrumador crecimiento?

Desde lo personal, considero que la respuesta a estas preguntas no es tan relevante, dado que cada persona es libre de pensar lo que a su parecer esté bien. A la vicepresidente le puede obsesionar enfermizamente el proceso de paz –como ya es bien sabido y notorio– y al presidente le puede apasionar el futbol –como lo mostró patéticamente desde su candidatura–; lo que no está para nada bien es que sus formas de pensar interfieran directamente con la responsabilidad social, política y cultural que han asumido.

Tener que hacer este tipo de preguntas es solo una muestra del nivel de desconexión y desfachatez que ha sido la bandera de Gobierno de nuestro país por los últimos tres años, esto es apenas la representación de todos los conceptos especializados que se han opuesto a la arbitrariedad en este país. 

Ahora, al mejor estilo de un youtuber, el presidente publicó un video culpando a Petro de lo que está sucediendo. Esto no es solamente un acto pueril, sino todo un desconocimiento de la autonomía de la población colombiana. Es un insulto a la moral social presumir que toda esta movilización está gestada –y aún más sugerir que es pagada– por una sola persona cuando muchos sectores políticos, económicos y sociales han mostrado su apoyo público por el conocimiento de la realidad que ya desbordó la capacidad gubernamental del presidente y su gabinete.

Luego de casi un mes de protestas hay muchos interrogantes que todavía están sin respuestas, muchos más están por llegar y las personas libres seguiremos en las calles, no por orden de Petro o cualquier otro caudillo, sino porque somos conscientes de que la realidad de nuestro país es cada vez más precaria, que necesitamos cambios estructurales y que el cambio político es solo el inicio para todo el proceso de transformación social y cultural que nos aguarda.

Pero las preguntas más importante son si ¿está este presidente o cualquier otro en capacidad de afrontar con madurez, entereza y objetividad todo lo que nos espera como sociedad? o si ¿somos capaces los colombianos de entendernos como un aglomerado de diversidad que pueda convivir en paz?

Pasarán los años y el tiempo irá dando las respuestas al papel que cada uno de nosotros cumple en este tejido, a la labor que nos espera para construir responsablemente caminos de transformación y de progreso, no solamente económico sino, sobre todo, moral. Hasta este momento la población –dejando de lado los actos vandálicos que todavía son objeto de investigación– está tomando su parte, la juventud crítica está mostrando la inconformidad con el continuismo, solo falta ver la voluntad política para generar cambios de fondo y dejar de lado los «discursitos populistas», que ya no nos tragamos aunque la prensa vendida se encargue de replicar todas las estupideces que a los gobernantes y sus adoctrinados adeptos se les ocurra decir.

 

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Andrés L. Calvo Camelo