Óscar Castellanos, alcalde de Armenia, protestó contra sí mismo

Sabía que la única forma de llamar la atención de los armenios, impávidos a la ola de corrupción en el municipio, era colapsando el tráfico justo en temporada invernal.

Opina - Política

2019-12-29

Óscar Castellanos, alcalde de Armenia, protestó contra sí mismo

Columnista: Juan Sebastián Prada Gil

 

Desde que asumió la alcaldía encargada el 21 de septiembre de 2018, Castellanos, consternado por la corrupción que ha permeado la ciudad, recordó los casos de los exmandatarios David Barros Vélez, Ana María Arango, Luz Piedad Valencia y Carlos Mario Álvarez, próceres de la política local.

Perturbado por los pensamientos que lo aquejaban, decidió, cuatro meses después de su nombramiento, emprender un viaje a Turquía junto a nueve concejales por invitación del gobierno de ese país. Se dispuso a preparar su maleta con ropa de playa porque desconocía las condiciones climáticas de su destino y empacó un turbante, por si lo necesitaba, y se fue, solo para reflexionar sobre el reto de tan alta envergadura que había aceptado; «Porque a caballo regalado, no se le mira el colmillo», pensó, por la alcaldía y también por el paseo.

Tras su regreso, ordenó pintar en la entrada del Concejo el rostro de perfil de aquel musulmán del Álgebra de Baldor, que todos padecimos en el colegio. Y desde ese momento tomó, en contra de su propia voluntad, las riendas de la administración local.

Su primer acto de mandato fue lanzar la campaña No Coma Carreta, no por la cantidad de vendedores ambulantes en el centro de la ciudad, ni mucho menos los que se ubicaban en la plazoleta del C.A.M, por ellos no era la campaña. El objetivo de la publicidad era prevenir a los incautos a cerca de las promesas electorales que se avecinaban en octubre y que dictaba una medida ejemplar, de multar con un salario mínimo mensual a todo aquel que comiera de la carreta de un mamarracho político en búsqueda de votos.

Ante la polémica que suscitó esta mala propaganda, y al no saber qué más hacer con el tiempo que le quedaba en la alcaldía; procastinó, cual jovencito de colegio que dejaba acumular todas sus tareas para el final de las vacaciones.

Hasta que un día cualquiera, dotado de un gran sentido de premonición, Oscar Castellanos, cual prospecto criollo de Walter Mercado, empezó a dilucidar lo que sería uno de los acontecimientos actuales más importantes del país: el Paro Nacional.

Y para luchar contra su deficiente carácter administrativo, sacó a relucir sus dotes de grandeza, de filántropo, de mártir, de luchador de las causas colectivas y aprovechando el «boom latinoamericano» de protestas sociales se dispuso a protestar, pero contra sí mismo.

Esta decisión le apremió con tal obstinación, al punto de aceptar que las reclamaciones a su propio mandato no podían darse mediante protestas pacíficas ni marchando los domingos por el andén. Tomándose las vías cual capucho de universidad pública (o de la Policía), puso retroexcavadoras, trituradoras y buldóceres para romper la carrera 19.

Sabía que la única forma de llamar la atención de los armenios, impávidos a la ola de corrupción en el municipio, era colapsando el tráfico justo en temporada invernal. La ciudad trancada y haciendo huecos en las vías que no iban a ser reparadas en mucho tiempo, fue la manera más efectiva de aumentar el malestar social frente a su pésima gestión administrativa.

Nadie se podía apropiar del Paro Nacional ni entorpecer el derecho a la movilidad, más que él. Así que, cuando los estudiantes de la Uniquindío decidieron bloquear la carrera 14 con su pupitrazo, envió al ESMAD para dispersar la oportunista multitud que se atrevió a perturbar el tráfico más que como él lo había logrado.

Queriendo que la gente se sumara a la iniciativa de protestar contra sí mismo, buscó atizar el fuego del descontento social, no poniendo ni un solo arbolito ni almubrado navideño en la Plaza de Bolivar y el Parque Sucre, pero su nivel de impopularidad ni para hacerle crítica alcanzaba.

En su rendición de cuentas, haciéndole frente a la imagen negativa de la encuesta revelada por el noticiero CM&, le recordó a los armenios que recibió la alcaldía como designado y que cambiar de alcalde no significaba borrar todos los problemas de la ciudad. En pocas palabras, reconoció que hasta Oscar Castellanos, como mandatario, también quería que este suplicio se acabara ya.

 

 

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Sebastián Prada Gil
Administrador de Negocios/Quindiano/Escribo sobre Política y Economía.