Nuevos enfoques necesarios para la educación colombiana

Tenemos el deber de aumentar los focos en torno a la orientación profesional, la construcción del proyecto de vida, el quién soy y quién quiero ser, a fin de disminuir los niveles de adultos agotados y fatigados, de jóvenes desanimados y con ganas de dejar todo tirado. No son sensibles, son infelices.

Infórmate - Educación

2021-04-20

Nuevos enfoques necesarios para la educación colombiana

Columnista:

Tatiana Barrios 

 

La educación ha sido por años el óbice de debates entre ciudadanos y gobernantes. Históricamente, ha sido una exigencia del pueblo sentirse educado e instruido; en pocas palabras, ha sentido la necesidad de ser preparado. Pero el fin de esta preparación ha mutado con los años. Las necesidades y las realidades socioculturales han influenciado los horizontes de la educación en Colombia, sus logros y sus fracasos.

Respuestas que van desde la inmersión de la mujer en los intelectuales muros de las universidades en Colombia como respuesta a una exigencia de igualdad que se alzaba a nivel mundial, hasta la laicización de la educación tras la demanda de un mundo cada vez más en camino a una globalización y diversificación de creencias.

El mundo y nuestro país han respondido a las exigencias que el desarrollo y las necesidades de un momento histórico requieren. Por ejemplo, la cátedra de paz insertada en los colegios a lo largo y ancho del territorio nacional por medio de la Ley 1732 de 2014, fue una respuesta nacida de un contexto social y político que libraba una batalla en el curso diplomático de la nación. Una ley que busca contextualizar, concientizar y educar a los estudiantes del país bajo la cultura, la memoria histórica y el civismo consciente, para producir, así mismo, una sintonía con los hitos que en su momento ocurrían en territorio de La Habana. El acuerdo de paz representaba un paso en la historia de Colombia y se hacía necesario que todos nos implicáramos en ello.

Ahora bien, nuestra realidad nacional, los cambios acelerados generados por una pandemia imprevisible y esta nueva y agotadora virtualidad, ponen de manifiesto retos que debieron de ser tratados con anterioridad; sin embargo, hasta ahora nos empezamos a ocupar de ello. La necesidad de la que hablaré, tal vez se presente a muchos, como una nueva idea de la mal llamada generación de cristal, o de pronto se torne irrelevante para quienes únicamente creen que tenemos problemas políticos y sociales más importantes que la superación personal; no obstante, ante este último punto, ¿nos hemos preguntado cuánto afecta el desarrollo personal de un adolescente al futuro adulto que será? ¿Cómo aportará u obstruirá en sus posiciones frente a las necesidades nacionales en las que es imperativo que tome lugar? Dejo esto como preguntas secundarias, como una crítica mínima, pues este no es el fin de la columna, pero se hacen necesarias de establecer.

 

Importancia de motivar desde los colegios la ambición y la pasión en los jóvenes

Consideremos. ¿Brinda el sistema de educación colombiano un aporte contundente para la construcción de personas plenas? Es decir, ¿más allá de la ciencia, las matemáticas y la geografía, hay acaso suficiente acompañamiento en temas como la construcción de proyectos de vida o siquiera el incentivo porque el estudiante verdaderamente considere la importancia del autoconocimiento, el liderazgo y el emprendimiento?

Considero que tenemos un sistema enfocado en construir máquinas de trabajo, sumisas y silenciosas. Personas enfocadas en salir, entrar a la universidad y entrar a trabajar, o volarse el segundo paso y entrar a trabajar de forma inmediata. Nos preparan sin ambición, sin que nos detengamos mucho tiempo a pensar qué queremos ser, por qué lo queremos ser y qué vamos a hacer para lograrlo. De esa forma, conozco la historia de muchos artistas que hubiesen querido estudiar, por ejemplo, artes plásticas, pero terminaron estudiando leyes con la misma irritabilidad con la que yo estudiaría ingeniería. Porque simplemente no les apasiona. Pero nadie les dijo que tenían que hacer lo que querían, sino lo que tocara. Sus contextos los han formado en actuar según la necesidad que apremia. Para la clase media-baja pareció, hasta cierto momento, un lujo hablar del querer y el soñar porque eso era «tema de ricos». Resolver el día a día se lleva las energías y pasa ya a ser una preocupación banal hablar de qué en realidad queremos hacer, cómo nos sentimos, qué hay en nosotros, o tan solo quiénes somos.

Es precisamente este el primer punto a reflexionar, la educación de máquinas que cumplen con el deber, aunque ¿el deber hacia quién? Pareciera una misión de relevo generacional donde los jóvenes se ven obligados a decidir su futuro bajo las mismas prioridades que rondaban la mente de padres y abuelos. La búsqueda de la pasión y, lo que yo llamo, «el centro» (no el de Fajardo, el centro es nuestro punto de pasión, el clic personal) no corren un papel fundamental al momento de materializar los objetivos del plan de educación nacional. No digo que no se le hable de estos temas a los jóvenes, pero ¿de qué forma estamos generando ese cuestionamiento en los jóvenes que están próximos a terminar una etapa escolar y tomar decisiones que marcarán su vida adulta?

El no ahondar en estos temas genera, precisamente, que estos nuevos miembros de la vida real, fuera de los colegios, tomen decisiones orientadas por las indicaciones de quienes los han antecedido. Omiten su querer porque no se detienen a considerarlo, nadie los instruyó en ello. Con el pasar del tiempo descubrirán que se sienten insatisfechos, crearemos adultos frustrados, inconformes e infelices, y sabrá Dios cuántos problemas más acarrearán este tipo de sentimientos en su desarrollo como persona y como profesional.

Tenemos el deber de aumentar los focos en torno a la orientación profesional, la construcción del proyecto de vida, el quién soy y quién quiero ser, a fin de disminuir los niveles de adultos agotados y fatigados, de jóvenes desanimados y con ganas de dejar todo tirado. No son sensibles, son infelices.

 

Salud mental: no eres débil, eres humano

La pandemia, con su encierro, su aire a enfermedad y muerte, ha retomado la fuerza de la mente en el debate general. Volvimos a hablar todos de salud mental y empezamos a notar cuanto bien nos haría una visita al psicólogo. Especialmente en adolescentes y niños el tema se vuelve trascendente. Pero en un colegio pequeño de 500 estudiantes, donde solo hay una psicóloga, ¿tendrán estos un acceso real a una persona que los oriente para el esclarecimiento de lo que los perturba?

Procesar los decesos familiares, los conflictos que se generan de la constante presencia familiar y la ausencia de espacios personales para esparcimiento y disfrute de la propia compañía, son aspectos que al día de hoy necesitan ser trabajados. Planteemos las crisis nuevas de la pandemia sumadas al estado de vulnerabilidad que naturalmente envuelve a un joven en épocas escolares. Son presa fácil de estereotipos, baja autoestima y las crisis de identidad.

No contribuir debidamente en el acompañamiento de los procesos psicológicos de estos jóvenes puede generar problemas mucho más complicados a futuro y que afectan de forma directa su desarrollo normal como persona en la sociedad. La depresión, ansiedad, el suicidio son puntos a los que llegan muchos de los jóvenes en Colombia por la falta de acompañamiento efectivo desde las instituciones. La salud mental es tan importante, e incluso más, que la salud física, que el conocimiento matemático o la importancia de la responsabilidad en los compromisos escolares. Ojalá las campañas de este tipo se hicieran con la misma frecuencia que la explicación de cómo cepillarse los dientes, la importancia de comer fruta y hacer ejercicio.

Tal como decía anteriormente, imaginemos un colegio con unos 500 estudiantes y un psicólogo. Teniendo en cuenta las ocupaciones básicas del cargo. ¿Qué tanto tiempo tiene un solo psicólogo para pensar en 500 estudiantes? En lo personal, nunca fui al psicólogo cuando estaba en el colegio, y al día de hoy, en retrospectiva, me doy cuenta de que quizá me hubiese servido contar con una ayuda de este tipo.

Sin embargo, supongamos que no es posible tener más que un psicólogo en la institución, se pretende que el joven que se sienta con la necesidad del servicio acuda por iniciativa propia, pero no se les concientiza a los jóvenes de esto, ni de la importancia ni de lo común que es necesitar ayuda psicológica para aclarar nuestras ideas, ni siquiera de lo común que es sentirse deprimido, fatigado y sin ganas de continuar, creen que ir al psicólogo es debilidad, no humanidad.

Hay un tabú que rodea la psicología como un asunto para los locos, a los jóvenes no les genera confianza y por eso, en muchos casos, deciden no asistir. Pero «si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña». Debe ser el sistema el que empiece a acercarse a los jóvenes y enseñarles sobre salud mental. Construir jóvenes conscientes de este aspecto de la vida, ayuda a entregar adultos maduros, que reconocen su debilidad, la trabajan, y son capaces de tener inteligencia emocional.

 

El colegio como formación integral

Se hace relevante tratar a fondo estos dos focos dentro de los colegios para mejorar en la prestación del servicio educativo en la nación. La educación debe ser una cuestión de complementariedad, estudiamos academia con la importancia que se le debe otorgar a la cultura general, el conocimiento y la ciencia, pues la ignorancia no sería más que una condena social. Sin embargo, con el mismo empeño, debemos contribuir en la formación de adultos íntegros, educados en todos los aspectos de su humanidad, lo que incluye una mente poderosa y unos sueños que se plasman en el interior de cada uno.

Aportar en el crecimiento de jóvenes con sueños, ambiciones (en un buen sentido) y estabilidad mental y emocional, mejorará directamente la relación que como adultos tendrán con su vida laboral, la forma en que darán solución a los conflictos que se les presenten en el trajín de su día a día, disminuiremos la cultura de la violencia verbal y física que, en muchos casos, nacen del mal procesamiento de situaciones propias que termina afectando la determinación y el raciocinio.

 

Ilustración cortesía de: Buk

( 1 ) Comentario

  1. Los sistemas de Poder se refuerzan desde la superestructura: Educación, arte, religión, lenguaje, música, literatura. No es extraño que nuestro sistema educativo reproduzca las premisas del «sálvese quien pueda». Coincido con usted: Toda propuesta seria de Gobierno Democrático se debe pesar a la luz de sus propuestas y ejecuciones en el mejoramiento de la calidad de la educación. En ese terreno, la Neurociencia está abriendo nuevos enfoques. Le comparto un enlace que puede ser de su interés. En lo personal me gustaría seguir discutiendo con usted sobre este tipo de propuestas. https://www.youtube.com/watch?v=3-18pPudCxM

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Tatiana Barrios
Barranquilla, Colombia | Estudiante de Derecho de la UA.