Las siguientes líneas no hablarán de cálculos, cifras o estadísticas. De eso ya hay bastante en los noticieros y periódicos, todos manipulados y acomodados para hacernos pensar que podemos seguir como si nada, como si no fuéramos vulnerados minuto a minuto por un sistema criminal cuyo mayor triunfo es el de hacernos sentir tanto miedo que terminamos perdiendo cualquier impulso vital, y eso al final nos deshumaniza y es ahí cuando lo perdemos todo. Vivimos perdidos. Embutidos en buses y oficinas, pegados unos con otros, pero sin conectarnos en lo más mínimo.
El único número que puedo mencionar acá es el de las 458 mil firmas que la Registraduría avaló la semana pasada, 458 mil ciudadanos que deseamos revocar el mandato de Enrique Peñalosa.
El mismo alcalde, días después de conocerse la noticia, aseguró que la revocatoria es bienvenida, “si los ciudadanos consideran que quieren votar una revocatoria”. Lo dijo con esa prepotencia que caracteriza a los políticos de hoy en día, tan tremendamente desconectados de la realidad. Lo dijo porque sabe que la impresionante maquinaria que lo llevó hasta el Liévano está moviendo los hilos para no permitir que los bogotanos vayamos a las urnas. Por eso aún falta la decisión del Consejo Nacional Electoral y luego quién sabe cuál otra traba vendrá.
Peñalosa le da la bienvenida a la revocatoria convencido de que no lo van a revocar. Y es precisamente ahí donde podemos cobrarnos el grandísimo irrespeto al que nos somete a diario la clase politiquera colombiana que encarna tan bien el alcalde de Bogotá, la misma que podría llevar a Vargas Lleras a la Presidencia, basados siempre en la mentira y el miedo: la deshumanización. Logran convertirnos en hienas, solo eso explica que un país que ha vivido 50 años en guerra le haya dicho no a una posibilidad de paz: la mentira, el miedo y la manipulación.
Dicen algunos, de los que quieren defender lo indefendible, que la revocatoria le costaría mucho a la ciudad –MANIPULACIÓN-. Dicen que mejor dejar así, y los más simplistas y llenos de odio aseguran que los mamertos nos vamos a quedar con las ganas y piden que dejemos gobernar.
A mí llámenme como quieran que ese miedo yo ya lo superé, entendiendo además que, a algunas cabezas y corazones estrechos, más de lo segundo que de lo primero, no les cabe la posibilidad de que somos muchos los que queremos la revocatoria sin que eso nos convierta en fans de Petro, de Morris o de Maduro, tres politiqueros más parados en esquinas distintas a las de Peñalosa pero definitivamente en el mismo lodazal.
Los cálculos, cifras y estadísticas pueden decir muchas cosas. De hecho, pueden decir lo que quienes las manipulan quieran exactamente que digan. Pero yo, una ciudadana que anda a diario en Bogotá, quiero decirles porque la revocatoria no nos saldría tan costosa sino todo lo contrario.
Resulta que el Transmilenio no “hace lo mismo que un metro, pero más barato” y tampoco está ni cerca de ser “uno de los mejores transportes del mundo”. Eso lo sabemos quiénes lo sufrimos, el alcalde no puede saberlo porque desde su camioneta blindada, esa que pagamos todos con nuestros impuestos, nunca puede saber lo que pasa en realidad.
Resulta que la Reserva Van der Hammen no es un potrero, un diplomado no es un doctorado y una mentira es una mentira. Es algo simple.
Por eso la revocatoria no va a ser costosa. De finanzas siempre todos andamos muy mal. ¿Se imaginan cómo hace alguien para mantener una familia con uno o dos salarios mínimos?, a mí, por lo menos la creatividad no me da para tanto.
Por ahí ya ando rondando el rumor de que en el 2018 va a hacer falta otra reforma tributaria porque el déficit fiscal es muy grande. Háganme el favor. Los polítiquillos, del color que se pinten, nos cuestan millones de millones cada día, sus caprichitos los costeamos usted y yo con los impuestos que, todavía no entiendo por qué seguimos pagando. El punto es que la plata nunca será suficiente. Si los banqueros, con los bolsillos rebosados de dinero todavía quieren más, figúrense el del salario mínimo.
El punto es que la cuestión de la revocatoria va más allá del dinero o del color político que le quieren meter a todo, como si unos fueran mejores que otros.
A Peñalosa debemos revocarlo porque nos miente de frente descaradamente y eso hay que cobrarlo. Debemos revocarlo porque él y el combito recorrupto de políticos, empresarios y periodistas que lo llevaron al poder necesitan enterarse de nuestra saciedad, necesitan escucharla.
En la calle la gente está mamada. Hable usted con cualquiera y se va a dar cuenta de eso. Si nos dejan ir a las urnas vayamos y hagamos del hastío un grito. Si nos embolatan la cosa, gritemos entonces en las calles que son de los ciudadanos; ahí los políticos no asoman, si acaso mandan al Esmad pero que no nos pueda el miedo. Sentemos un precedente y de ahí en adelante que no nos vean la cara tan fácil. Revocar o no revocar, definitivamente lo segundo es lo que nos saldría más caro.
Bravo!!!
Esta clase de anális es la que necesitamos en los diarios nacionales para que la gente lea y se documente.