No, señor Uribe, no somos activistas guerrilleros ni nadie nos manda a marchar

No son los señores de las centrales de sindicatos ni los políticos de temporada que bajo cuentas electorales apoyan las movilizaciones quienes convocan a estas marchas. Es la empatía, la solidaridad y el respeto por los DD. HH.

Emociones - Política

2021-05-20

No, señor Uribe, no somos activistas guerrilleros ni nadie nos manda a marchar

Columnista:

Ed Ladino 

 

Hace unos días el exsenador, titiritero, presidente eterno y hoy líder supremo del régimen que gobierna Colombia, Álvaro Uribe Vélez, publicó en sus redes sociales un mensaje acompañado de un video, donde un señor aseguraba que quienes se manifestaban en España contra el Gobierno de su títere Iván Duque eran «activistas guerrilleros» y «venezolanos». El mensaje que acompañaba su publicación decía:

«En Europa distorsionan la democracia colombiana, quieren ignorar que aquí se respeta la protesta y se pide al terrorismo respetar a Colombia. Democracia, política social y autoridad».

Como colombiano en Europa y activista de la causa democrática de dar a conocer los horrores que sufren mis compatriotas me sentí indignado y vulnerado en mi derecho a la libertad de expresión y a protestar. Ante esta situación, me veo en la necesidad de escribirle al expresidente y solicitarle respeto por quienes libremente y sin banderas políticas de ningún tipo nos estamos manifestando en contra del horror que vive nuestro país.

Después de Estados Unidos, Europa es la región preferida para los colombianos que emigran del país, bien sea por situaciones económicas, de seguridad, académicas o laborales. Según fuente del Instituto Nacional de Estadística de España, en ese país hay más de 500 000 colombianos, un número representativo, teniendo en cuenta que según cifras del Dane los colombianos residentes en el exterior rondan los siete millones y medio, muchos de ellos migraron en 2015 cuando se liberó la visa para los nacionales; la gran mayoría lleva muchos años más. El total de colombianos en Europa ya sobrepasa los dos millones.

Ser colombiano en el exterior conlleva una carga emocional muy fuerte; para quienes nacimos en la tierra del café y las mariposas amarillas de García Márquez la nostalgia es una compañera constante en nuestros días, aun cuando tengamos toda nuestra vida en los países en los que vivimos, siempre hay un pedazo de nuestro corazón en Colombia. Desde el 28 de febrero esa nostalgia se ha incrementado con el pasar de las horas y contando los heridos y muertos que ha dejado este despertar social sin precedentes en la historia moderna de nuestra patria. Las noches sin dormir, la constante preocupación por saber qué estará pasando, la avalancha de información con la que contamos actualmente y el discurso guerrerista que desde el establecimiento se ha manejado, han dejado huellas imborrables en la memoria colectiva del país y de muchos de nosotros que con tristeza e impotencia vemos a Colombia arder.

Es entonces de ahí, de la impotencia de no poder hacer nada mientras matan a manifestantes pacíficos, violan mujeres, amenazan a poblaciones indígenas y afro, asesinan a los LGBTIQ+ y realizan terrorismo psicológico a los ciudadanos, que salen las ganas de gritarle al mundo la horrible noche que parece no cesar. Hablo por mí, pero con la firme convicción de que mi sentir representa a muchos colombianos que nos tomamos calles, sitios emblemáticos y las redes sociales del mundo entero para unirnos al clamor de paz, libertad y equidad que anhela Colombia, cuando le digo al señor Uribe que no existe una ideología capaz de unir a personas tan diferentes en esta movilización. No son los señores de las centrales de sindicatos ni los políticos de temporada que bajo cuentas electorales apoyan las movilizaciones quienes convocan a estas marchas. Es la empatía, la solidaridad y el respeto por los derechos humanos los que convocan día a día las intenciones y acciones de millones de colombianos en todo el mundo que siguen gritando que Colombia necesita su atención y que queremos un cambio sustancial en la realidad del país.

En mis treinta y un años de vida nunca he conocido en persona a un guerrillero, que yo sepa, jamás he recibido ningún tipo de «adoctrinamiento» por mis docentes de la Universidad del Valle o del colegio, nunca he participado de algún cónclave ideológico de un partido político, los procesos sociales de los que he hecho o hago parte son completamente desinteresados y actualmente mi situación en general solo me ha permitido vivir en carne propia los estragos de un país que por años ha sufrido del abandono de la clase dirigente.

Los colombianos que estamos por fuera, en la mayoría de los casos, no encontramos las herramientas para nuestro proyecto de vida en Colombia y usted con sus políticas regresivas y fomentando la concentración de la riqueza contribuyó para que esto se fortaleciera llevándonos al enorme nivel de desigualdad social que actualmente tenemos. No, señor Uribe, no somos guerrilleros, somos los hijos de los empleados de los extintos Telecom, Caja Agraria, entre muchas otras empresas que usted decidió vender, de las víctimas de las guerrillas, de la fuerza pública, de los paramilitares y narcotráfico que se cansaron de la guerra y no quieren quedarse en ese círculo vicioso que solo beneficia a quienes se fortalecen con la violencia, de los olvidados y desplazados, de los militares que han sido carne de cañón y, por supuesto, también somos colombianos que desde nuestro lugar de privilegio no podemos dejar de luchar por quienes no tienen nada.

Su discurso difamador no hace daño a nuestra casa, al contrario, la fortalece, porque para el mundo es claro la legitimidad de la protesta que realizamos y las voces de apoyo no dejan de llegar; al contrario, las voces de rechazo a sus ideas violentas, asesinas y antidemocráticas le están guardando un lugar cada día más grande en los anales de la infamia de la humanidad. Recójase, señor Uribe, su tiempo de sangre y horror llegó a su fin, antes de tildar a quienes protestamos, sin pruebas y temerariamente como «guerrilleros», explique sus vínculos con el paramilitarismo y el narcotráfico que de eso todavía hay mucha tela por cortar. 

 

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Ed Ladino
Periodista - Creador de Contenido - Productor Actualmente exiliado en Alemania.