¿No queremos guerras?

“Coronel, salve usted la patria” exclamaba Bolívar a Juan José Rondón en el pantano de Vargas cuando los realistas avanzaban poco a poco.

Opina - Sociedad

2019-03-09

¿No queremos guerras?

En esta tierra, desde la época de la colonia o antes, cuando estos baldíos no se llamaban Colombia, sino el zipazgo o muysccubun, siempre ha existido la guerra, las batallas.

Inicialmente el zipa de Bacatá contra el zaque de Hunza; los moxcas contras los pijaos, o los pijaos contra los panches, o los panches contra los pastos, o los pastos contras los quechuas y así hasta que llegaron los colonos.

Después eran los españoles contras los nativos, españoles contra españoles, criollos contra españoles, ingleses contra españoles, piratas contra ingleses y contra los españoles. Se suma la llegada de los africanos, entonces se arman las palenqueras, después los mulatos, los criollos, los zambos, uno con el otro, nace el cimarronaje, surge el feudalismo americano, los criollos o dueños de tierras, cultos, forman ejércitos, luchan contras los realistas, surgen conspiraciones, federales contra centralistas, masones contra católicos, obispos católicos romanos masones contra españoles.

Liberados los pueblos surgen querellas, más conspiraciones, ejércitos propios, repúblicas propias, pero con ganas de tener la riqueza de otras tierras, traicionan a Córdoba o Córdoba traiciona a Bolívar, los irlandeses matan de lo lindo, los llaneros no quedan atrás.

Surgen liberales y conservadores; liberales que van a misa de 6 y a las 8 están borrachos, conservadores que van a misa de 5 y a las 7 están esperando a los liberales para matarlos.

Nacen caudillos, asesinos locales, dueños de tierras que no tienen papeles, sino armas, apellidos, nobleza barata y aburguesada donde sus riquezas son obra del trabajo y el robo o el robo al trabajo. Crean constituciones, más guerras, 1000 días de guerras, perdemos estados y más guerras; los dueños de las armas enriqueciéndose, la “marimba” surge, masacran trabajadores, los sindicatos se arman, lo liberales forman guerrillas, los conservadores autodefensas; surgen sangre negras, pájaros y cosas de ese tipo.

Cada provincia tiene sus leyes, el estado central solo reprime y roba, guerras y más guerras; entra un presidente, el mejor estadista para muchos, trae la pantalla mágica, pero engaña a Don Guadalupe. Siguen las guerrillas, sigue Marquetalia, sigue Jacobo Arenas, el cura Pérez, surge Don Ramon, Don Henry, Don Carranza, Don esmeralda, Don Coca, siguen las armas, las guerras, surge el brazo armado de los ideólogos de Rojas Pinilla o como dicen por ahí, los intelectuales con fusiles.

Aparece la viuda negra, salen del closet todos los narcoempresarios galleros, mineros y ganaderos de la provincia de Antioquia, del Valle y de cuanta vecindad exista por estos lados; surge el hijo amado: Don Pablo. Crea otro modo de guerra mezclando de forma barata y vil el estilo mafioso de las “ilustres mafias” Sicilia neoyorquino y el modus vivendi de don Pancho Villa.

Detrás y más sutiles están los Ochoa, los Rodrigos y los Rodríguez y, más atrás, muchos más apellidos y personas que tienen poder, pero no pantalla. Matan fiscales, ponen carros bombas, nacen las pandillas, las pandillas se fusionan con la vieja escuela, las dos se convierten en los nuevos tanques de guerra.

Sigue la guerrilla, surge políticamente el demonio del demonio, o mejor dicho, el abogado secreto de don Pablo. Da licencias para crear pistas, lo sacan de la Alcaldía de Medellín, sigue con el negocio de las drogas, del ganado y de las armas, se convierte en enemigo de Pablo, patrocina con sus hacendados y otros enemigos de Pablo: los Pepes.

Los Pepes al ver que acabaron con Pablo arman guerra como paramilitares a la guerrilla; los soldados, la base guerrillera y paraca dan bala mientras los comandantes guerrillos y paracos con los generales del Ejército toman whisky, ven putas y se creen mexicanos (idilio de Pancho Villa).

Por las otras tierras, las esmeraldas financian más guerras. Los otros comandantes se convierten en dueños de más tierras, unos más oscuros, otros más “castaños”, además forman sus ejércitos; los empresarios limpios venden y compran armas, mientras blanquean sus “avales” en Panamá.

Se forman bandas, odines, se desmovilizan 1000, se movilizan 3000, nacen empresas, oficinas, Bernas, Tom, Jerrys, Pichis, Barnys, Machetes, Douglas, Pesebres y no sé cuántas almas más. Nacen los paga diarios, las disidencias, el odio y sigue la guerra, el innombrable continúa comprando armas, vendiéndolas, blanqueando, y no sé cuántas artimañas más.

Es burlesco decir que no queremos guerras, cuando llevamos más de 500 años en ellas, en ese odio continuo y amorfo que surge en el inconsciente del neogranadino promedio.

Más allá de pedir que los gringos invadan Venezuela, que los de la armada venezolana, con sus armas chinas, iraníes y rusas, acaben este platanal; es darnos cuenta de que este país vive en una confrontación constante, en su gente, en su cultura, en su forma de vida.

Foto cortesía de: El Comercio

 

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Juan F Lopez Giraldo
Feliz autodidacta. Lector, analistas, educador en la universidad de la Vida. Egresado de la Universidad de Antioquia Teologo Aficionado.