Más allá de las disquisiciones y conjeturas que se puedan levantar luego de los resultados del plebiscito, es necesario sentar cabeza y analizar lo sucedido. No podemos seguir culpando a Matthew o a la abstención: aquí se hizo un juego democrático y, nos guste o no, debemos acatar los resultados; de eso no tengo la menor duda. Santos lo entendió y en una alocución presidencial de menos de cinco minutos aclaró para todos los colombianos que no cesará sus esfuerzos por la culminación del conflicto (a la final esa es la principal razón por la que fue elegido, no cumplirla limitaría su legitimidad). Pero, ¿estamos asumiendo las cosas tal como pasaron? Yo soy de los que creo que no.
La victoria del No fue realmente ajustada, solo superó al Sí por poco más de 0,4 puntos porcentuales, lo que en votos se traduce en 53.894 sufragios. Si bien esto no le quita legitimidad a la victoria del No, sí nos transmite un mensaje claro: no todos los colombianos creen que el acuerdo es inviable. Hay un 49 % de votantes que creímos en él, porque consideramos que sí era el mejor posible, que quisiéramos poner en marcha la reforma agraria cuanto antes, hacer efectiva la justicia transicional lo antes posible, que sentimos aires de paz con el cese bilateral del fuego, que creemos que nuestra democracia es lo suficientemente sólida como para recibir con las puertas abiertas a unos cuantos guerrilleros sin que eso signifique nuestra destrucción, y que también soñábamos con que hoy ya estuviéramos hablando del desarme de las FARC. Presidente Santos: usted tiene que reconocer eso. Es necesario que se nos tenga en cuenta y es un imperativo contrastar las propuestas que presente la oposición con lo que ya tenemos, con el acuerdo en el que creyeron más de 6 millones de colombianos.
Lo anterior no quiere decir, por supuesto, que no aceptemos una reapertura de los diálogos. Eso sí que no. Si el camino para una Colombia sin FARC es una prolongación (sí, cuesta creer que sigamos en esas) de la mesa de conversación, bienvenida sea. Pero no nos pueden obviar. Así como no podemos obviar las voces de los colombianos que dijeron No; no pueden soslayar nuestra voz. Seguimos clamando por una pronta finalización del conflicto, seguimos creyendo que ese acuerdo que ya no se podrá implementar, era el mejor acuerdo posible, y volveríamos a votar SÍ, si el plebiscito se repitiera.
Nosotros seguimos en pie y estamos dispuestos a aceptar las recomendaciones de los que no están de acuerdo con nosotros porque eso es democracia. Es aceptar a la oposición con gallardía y altura, y eso haremos, pero queremos soluciones prontas, no por nuestro orgullo, sino por el bien de aquellos que ahora viven en la zozobra y temen que el 1 de noviembre toque a sus puertas con fusiles.
Los miles de universitarios que salieron a marchar por la paz lo demuestran: nosotros no hemos sido derrotados.
Publicado el: 7 Oct de 2016