Nadando como pez entre la mafia

Abrazados, posan con toda la clientela de intereses y, sin pudor, sonríen de la mano de una maquinaria nauseabunda de corruptos, en presencia de miles de testigos que aplauden en connivencia toda la demagogia que escupen.

Opina - Política

2018-06-15

Nadando como pez entre la mafia

En estos interminables días que restan de la campaña presidencial que definirá el futuro de Colombia, una y otra vez, cada comercial de radio y televisión sugiere que nos fijemos en el candidato del Centro Democrático, el mismo que puso su titiritero Uribe y que aún no se jacta de afirmar que representa “la política de la nueva generación”.

Una generación maquillada, como diría Julio César Londoño en una de sus columnas, por un “testaferro” e impuesta por “su patrón”, donde milita el pútrido pasado de la política arcaica y de una Nación que cada cuatro años involuciona en sus valores.

Anquilosado país, donde amar la guerra aún sigue siendo una alabanza al matarife moral que la promueve, cuyo proyecto político anhela atornillarse al Estado, añorando las mieles de aquel régimen de ocho años oscuros donde los verdugos de las víctimas entraban por la puerta trasera del palacio presidencial y eran recibidos con aplausos en el congreso para salir por la puerta grande. Sencillamente, se traduce en una aberrante tendencia al masoquismo, gracias a unos dirigentes que han hecho de esta violencia todo un deporte nacional.

Y lo quieren repetir. Abrazados, posan con toda la clientela de intereses y, sin pudor, sonríen de la mano de una maquinaria nauseabunda de corruptos, en presencia de miles de testigos que aplauden en connivencia toda la demagogia que escupen. Así han recorrido el país. Ante la vigilancia impávida y cómplice de una prensa aún arrodillada a su antisistema. Es una pestilencia que seduce e hipnotiza la ignorancia colombiana, atracada por una jauría de lobos vestidos de ovejas.

Pero lo advierten con premura los hechos: en presencia descarada de indecentes a la altura de su misma ralea, atragantados de fango y bebiendo del mismo plato se encuentran el morrongo expresidente César Gaviria, el rastrero Andrés Pastrana, el arrogante Vargas Lleras, el indecoroso Álvaro Uribe, las asociaciones para delinquir ocultas bajo la figura de partidos políticos y toda de plaga con ideales mercenarios y latifundistas.

Si no es Iván Duque aceptando el guiño del hermano del narcoparamilitar alias “Macaco” y el apoyo de Ramiro Suarez Corso desde La Picota, es Marta Lucía Ramírez en Cartagena acompañada de los Blel, una de las castas políticas de dudosa procedencia.

O es toda la campaña: flotando en un lodazal y embadurnados hasta el cuello, en compañía de Enilce López alias “La Gata”, de pícaros como Bernardo el “Ñoño Elías” y Alejandro Lyons, o amparados bajo la sombra de “Kiko Gómez” y el grupo político de Odín Sánchez, a quienes el pasado no ha podido desvanecer su incondicional participación paramilitar y delincuencial. Toda esa mafia, en un solo lugar, en una sola candidatura, como bien lo han evidenciado algunos medios de comunicación.

Son la antítesis a la institucionalidad y se erigen como jerarcas de una sociedad esclava de su status quo. Es la cosa nostra de un grupo político, su jauría y su caudillo a quienes no les sonroja su pasado hostil. Abarrotado por un prontuario de masacres, desaparición y desplazamiento forzado, de falsos positivos, terror, interceptaciones ilegales, que entre pueblos enteros saqueados y abandonados nadie recuerda a La Guajira, de buenos muchachos condenados, grandes escándalos como Panamá Papers, Odebrecht, Reficar, Hidroituango, Chirajara, Invercolsa y de una ilimitada empresa del pillaje.

Seguimos siendo esa cultura que trapea el piso con la ética y no ve en la campaña Duque (Uribe) una cofradía de corruptos hasta el tuétano.

Es que aún estamos en un país atado a los vestigios de esa cultura traqueta. Esa que aún adula la maña de la ventaja sobre los méritos, que cree que robarse un alfiler no es un delito, que defraudar al Estado parece un acto heroico. Sociedad culpable de su propio atraso y proclive a hacer metástasis en la población tradicionalmente discriminada, azotada y desamparada.

Pueblo fatídico y que aún aniquila su esperanza negociando valores sin dejar estela de progreso. País grande, pero con catarsis pequeña y sin capacidad para hacer simbiosis a través de la paz. ¿Qué le pasa a Colombia, qué no recuerda su historia y el pasado de la política que ha gobernado los últimos años? ¿Es que no les da vergüenza hacerle campaña a un candidato que flota entre un cúmulo de apoyos mafiosos y de intereses clientelistas?

Tal parece que así es. Si Colombia no tiene la decisión de salir de cuidados intensivos estará condenada a repetir su historia, pues votará por Iván Duque, un candidato que nada como pez entre la mafia.

 

 

Fotografía cortesía de ivanduque.com

https://ivanduque.s3.amazonaws.com/comunicados/comunicado-Si%20las%20Farc%20siguieron%20en%20el%20narcotráfico%20hay%20que%20denunciarlos%2C%20comprobarlo%20y%20extraditarlos%3A%20Duque.jpeg

https://www.ivanduque.com/comunicados/378/si-las-farc-siguieron-en-el-narcotrafico-hay-que-denunciarlos,-comprobarlo-y-extraditarlos:-duque

( 3 ) Comentarios

  1. ReplyLuis Fernando Barreneche Garnica

    El único que logro que la élite politiquera y empresarial corrupta y hasta criminal, se uniera e hicieran acuerdos entre ellos fue Gustavo Petro. Si Colombia reflexionara se podría ir dando el cambio necesario para tener un país honesto, incluyente y progresista.

  2. Un país donde el fenómeno dela corrupción, la injusticia en leyes laborales, salud y educación le sirven al magnate al gran capital para como usted lo dice atornillarse en el poder robar nuestros oportunidades.

  3. ReplyAlvaro Arroyave G

    Que buen análisis de lo que es la política del centro demoniatico.
    No se que nos pasa a los Colombianos que dejamos que nos pisotien.
    Acaso perdimos la dignidad.?

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Alonso Rodríguez Pachón
Estudiante de Derecho. Educa, forma, escribe, lee, se equivoca, sobre todo critica y reflexiona, y en lo posible construye. La política: una actitud como "norma de conducta universal".