Migración del arte, breve historia de Óscar Murillo

A pesar de las críticas en su contra continúa integrando aquella necesidad de los artistas de comunicar de dónde vienen. El arte le fluye, desde su propia identidad, en narraciones de su cultura con una carga sociopolítica de protesta.

Opina - Cultura

2018-12-19

Migración del arte, breve historia de Óscar Murillo

Al norte del departamento del Valle existe un municipio rico en el cultivo de la caña de azúcar; se llama Zarzal. Allí está ubicado el corregimiento La Paila, uno de los más grandes del departamento. En La Paila nació Óscar Murillo, un artista contemporáneo de los más cotizados del mundo.

Murillo es un emigrante. A sus 10 años se trasladó con su familia a Londres buscando mejores condiciones de vida tras la depresión económica y, junto a su padre, se dedicó a limpiar oficinas en dicha ciudad. Consiguió una beca en la Universidad de Westminster para estudiar en el Royal College of Art; su talento trascendió tanto que 24 de sus cuadros sumaron 4.8 millones de dólares.

Finalizando los años noventa, hubo una crisis en Colombia. La economía sufrió transformaciones a raíz de reformas para permitir el acceso de capitales internacionales y gestionar recursos crediticios. La regulación afectó el mercado bancario, se privatizó la banca estatal y recibió bancos extranjeros.

La economía nacional se fue deteriorando y hubo una tasa de desempleo alta (22 por ciento en 1999, según el investigador Alejandro Torres G. de la Universidad de Antioquia). Murillo y su familia emigraron por esta crisis.

El artista produce pinturas y hace performances inspirados en la cultura vallecaucana que rompe barreras sociales y también económicas, pues tiene grandes subastas de sus obras a nivel mundial y esta ha sido una de las razones por las que algunos críticos de arte lo enjuician con opiniones de admiración y de rechazo.

Óscar recibió acusaciones, por ejemplo, porque el coleccionista Charles Saatchi había inflado el mercado con la compra que le hizo de ocho obras. «Puedo estar en desacuerdo sobre cómo funciona el mercado, pero yo no estoy aquí para satisfacer a nadie», dijo Murillo respecto a la compra de Saatchi. Hasta Leonardo Dicaprio gastó US 401.000 en una subasta de un cuadro abstracto llamado “Untitled (Drawing off the Wall)”.

En el año 2014, las neuronas de Óscar Murillo corrieron interconectando ideas para su primera exposición individual en la Galería David Zwirner en Nueva York. Algunos críticos lo desvalorizaron simbólicamente respecto a lo que significa merecerse el término de artista, pues, ellos argumentaban que este zarzaleño, por el hecho de comercializar todas sus pinturas, incurría en la contaminación del arte por el dinero, porque si la intención de crear es lo económico, se pierde el virtuosismo, la esencia y honestidad que se requiere para la actividad y concepto del producto, en su estética y comunicación.

Entonces Óscar quería quitarse esa carga de crítica que tenía como si estuviera cometiendo un sacrilegio en el arte. Para esto, quiso hacer un performance en la mencionada Galería David Zwirner con un concepto social.

En asocio con una empresa colombiana de confites, importó trabajadores de la fábrica de su natal La Paila para producir malvaviscos blancos cubiertos de chocolate y regalarlos a los visitantes de la Galería. “Una novela mercantil” tituló la exposición. La clasificó como arte visual y le dio el sentido de dejar un poderoso mensaje sobre movilidad social, globalización y diversidad cultural.

La exposición no fue bien recibida por los críticos. El estadounidense Jerry Saltz, del New York Magazine dijo:

Óscar Murillo, el muchacho de 28 años que es el consentido del mercado y que ha vendido piezas por casi medio millón de dólares, todavía hace un trabajo de estudiante.

(…) No me interesan mucho sus pinturas casi monocromas de retazos y manchones abstractos o su uso sabrosón de composiciones con palabras en ellas. Puede estar actuando estratégicamente, con ligereza, o cautela, pero Murillo ha optado por no exhibir pinturas en su primera exposición en solitario en Nueva York. A cambio, tenemos una instalación ridícula, derivada, triste, insípida y a una gran escala teatral. Un espectáculo de mega-galería. (…) Es una pesadilla de arrogancia autocomplaciente”.

La esposa de Salt, Roberta Smith de New York Times escribió:

“El esfuerzo merece algo de crédito por exponer, con franqueza inusual y resonancia, las brechas creadas por la raza, la clase y la nacionalidad en una galería de arte, uno de los espacios más privilegiados del mundo”.

Sin importarle las críticas, Óscar Murillo es un obsesionado con sus raíces. Mango, yuca, chorizo, sancocho, pollo, chuleta, son algunas de las palabras que se describen en medio de la creación abstracta de sus pinturas. A él particularmente le gusta imponer un impacto con sus cuadros que trascienden desde su propia identidad, así el arte le fluye.

Desde que entró a Westminster quiso romper las barreras sociales y culturales. Murillo es negro, en varias oportunidades recibió discriminación a su raza; y desde Londres, cuando pinta, recuerda de dónde viene.

Las formas y las texturas que crea son narraciones de su cultura, tiene una carga sociopolítica que protesta contra lo despectivo, el racismo, contra el clasismo.

Parece entonces que el arte también necesitara ser emigrante. Y no solamente para comercializarse por fuera de Colombia, (lo digo por el sacrilegio del arte por su satanización de lo —comercial— en esa jerga), sino que nace la necesidad de los artistas por comunicar de dónde vienen.

«Ese pueblo sigue descargándome una energía próxima. Adoro Londres y lo veo como una casa, pero el pueblo es un refugio eterno”. Dice Murillo.

Foto cortesía de: The Cultural.

( 1 ) Comentario

  1. Orgullo de Colombiana y del Valle. Toma mi » me gusta «

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Andrés F. Benoit Lourido
Comunicador Social y Periodista. Colaborador de prensa escrita en medios digitales independientes. Trabajo en comunicaciones digitales del periódico El Tiempo. Amante de la cultura y el arte.