Columnista:
Fredy Chaverra
Avanzan a toda marcha los 47 Diálogos Regionales Vinculantes para la construcción del Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026. Un gigantesco ejercicio de participación que inició el pasado 11 de octubre en la subregión del Catatumbo y que concluirá el próximo 3 de diciembre en el corazón del Tolima Central.
Así, el presidente Gustavo Petro espera cumplir con la promesa de entregarle la palabra a los colombianos en la elaboración del Plan de Desarrollo más participativo de la historia.
Afinando la metodología sobre la marcha y, estableciendo criterios mínimos de socialización y articulación institucional, los diálogos regionales se presentan como la espina dorsal de la transformación territorial en el Gobierno del cambio.
Aunque su importancia resulta siendo determinante, no es la primera vez (y, seguramente, no será la última) que el país asiste a un ejercicio de participación temática en el que convergen múltiples perspectivas y visiones.
Solo hay que recordar que entre julio de 2017 y septiembre de 2018 se avanzó en el que fue denominado por Santos como el «diálogo social más grande del mundo».
Se diseñaron los 16 Planes de Acción de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET) que contaron con la participación de 220 000 personas —41 % mujeres y 25 % integrantes de grupos étnicos— en 170 municipios, 11 000 veredas, 305 Consejos Comunitarios, 452 Resguardos Indígenas y 6 Zonas de Reserva Campesina.
A partir de tres niveles de priorización territorial —veredal, municipal y subregional—, las comunidades priorizaron 32 808 iniciativas en el ámbito municipal y 1178 en el subregional.
Según la Procuraduría, este proceso «contribuyó a visibilizar la presencia de las entidades del Gobierno, a concientizar a las comunidades sobre la posibilidad de demandar la garantía de sus derechos y principalmente a dar voz a comunidades históricamente excluidas de la participación como efecto de la persistencia del conflicto en sus territorios».
Sin embargo, a 5 años de concluida su fase de planeación participativa y, a 10 de finalizar su vigencia, los balances sobre la implementación de las 32 808 iniciativas de los Planes de Acción de los PDET presentan resultados parciales, retrasos y serios cuestionamientos; en mayor medida, como resultado de graves falencias en su celebrada etapa de diseño; fallas que podrían servir de lecciones aprendidas para los Diálogos Regionales Vinculantes.
En primera medida, los espacios de participación no se pueden convertir en escenarios para elaborar interminables «listas de mercado»; es decir, memoriales de agravios ante la débil o nula presencia estatal o peticiones exageradas para refundar el sentido de la patria.
Las comunidades deben orientar sus exigencias hacia asuntos precisos y estratégicos; además, que puedan ser susceptibles de integrarse a sistemas territoriales de monitoreo, vigilancia y seguimiento. Para ello, resulta importante que el Gobierno establezca un sólido punto de equilibrio entre la dimensión participativa y la dimensión técnica.
Esto resulta muy importante tenerlo presente porque en los Planes de Acción de los PDET se priorizaron 32 808 iniciativas que carecían de elementos esenciales para un documento de planeación, tales como cronogramas, metas, responsables, actores involucrados y recursos.
De ahí que la gran mayoría de comunidades que convergieron en la fase de priorización —dimensión participativa— se sientan radicalmente excluidas de la fase de implementación —dimensión técnica—. A lo que se agrega la falta de un sistema de información en tiempo real que permita precisar el nivel de avance de cada una de las iniciativas priorizadas.
En ese sentido, el Gobierno nacional debe recoger las peticiones seleccionadas por las comunidades en los 47 Diálogos Regionales Vinculantes, agruparlas en niveles de ejecución —a nivel municipal, subregional y nacional— y crear una serie de indicadores integrados a un sistema de información de fácil acceso para que las comunidades puedan conocer su ejecución a lo largo del cuatrienio —identificando momentos detonantes y críticos—, así como el conjunto de actores involucrados.
Si los Diálogos Regionales Vinculantes recorren la misma senda de los Planes de Acción de los PDET y, se quedan en un mero ejercicio de priorización participativa, sin crear mecanismos paralelos de validación técnica y de accountability o rendición de cuentas, la gran transformación se podría quedar en el recuerdo de un formidable ejercicio de escucha en reuniones multitudinarias. Nada más.
Para que realmente sean la espina dorsal de la gran transformación, deben ser el punto de partida de un nuevo sistema de gestión territorial.