Los maestros reclaman vida, paz, democracia y escuela como territorio de paz

Nos negamos y, nos seguiremos negando, a que el presente y futuro de las próximas generaciones sea la guerra.

Opina - Educación

2020-02-19

Los maestros reclaman vida, paz, democracia y escuela como territorio de paz

Columnista: 

Gustavo Adolfo Carreño

 

Siguen sueltas las riendas que sujetan los caballos desbocados pregoneros de la muerte, el miedo, el odio y la guerra entre colombianos. Sus jinetes obscuros recorren la geografía nacional envalentonados ante una sociedad que está dejando de ser taciturna, apática e indiferente. Los reclamos, quejas y malestares colectivos expresados en los paros, mítines y protestas de finales del año 2019, así lo confirman. Las cabañuelas de los amaneceres del año nuevo pintaron más y más maltrato e indolencia hacia el pueblo colombiano por el Gobierno de Iván Duque, lo cual alimenta el inconformismo ciudadano, en estado “hibernación”, por la pasada temporada navideña.

La realidad política y social de un país, así como los planes, programas, proyectos y compromisos de los gobiernos nunca se van de vacaciones, por tanto, las condiciones detonantes de las amarguras y querencias sociales siguen en pie, es más, el Gobierno Nacional aceleró las lesivas reformas sociales (tributaria, laboral, pensional, etc.), retando y validando la agenda de diálogo y negociación del Comité Nacional de Paro. De esta manera, sí el cumulo de problemáticas ciudadanas permanecen intactas, la única alternativa del movimiento social colombiano es la protesta, la movilización, el paro y la unidad para revertir y superar una coyuntura social que rompa con las cadenas del eterno retorno nietzscheano.

Inicialmente, el Comité Nacional de Paro fijó la fecha del 25 de marzo como hora cero para un paro cívico nacional, posteriormente, el recrudecimiento en la sistematicidad de los asesinatos y ataques contra los líderes sociales, el magisterio y sus profesores, terminaron adelantando la agenda de paro en el presente año.

El magisterio colombiano lanza nuevas jornadas de paro, protestas y movilizaciones. El Comité Ejecutivo de la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación (Fecode), define entonces, un paro de 48 horas que se realizará del 20 al 21 de febrero, en defensa al derecho a la vida, la paz, la democracia, la dignidad y estabilidad del profesorado, la libertad de cátedra y la defensa de la escuela como templo y escenario de paz.

Justo días antes, aparecen las amenazas contra Diógenes Orjuela, presidente de la Central Unitaria de los Trabajadores (CUT), la más grande y representativa del país, por parte de las ‘Águilas Negras’, que también amenazaron a Nelson Alarcón, presidente de Fecode, el sindicato más grande de Colombia.

Cabe decir, que en días pasados atentaron contra el expresidente y actual directivo de Fecode, Carlos Rivas. Además, se ha puesto en conocimiento de las autoridades las amenazas con panfletos por parte de las ‘Águilas Negras’ a maestros en Nariño, Chocó, Cauca, Bolívar, Córdoba, Cundinamarca, Antioquia y la mayor parte del territorio nacional.

Lo que se creía un relato del pasado, reaparece. Se amenaza al cuerpo de profesores (25) en El Salado, corregimiento del Carmen de Bolívar, pleno corazón de los Montes de María, una comunidad revictimizada por los estragos de la guerra durante el conflicto interno en Colombia.

Fueron cinco días en los que la maquinaria de la muerte, bajo la dirección de ‘Mancuso’, ‘Jorge 40’ y ‘H2’, cumpliendo órdenes de Carlos Castaño, ejecutó esta barbarie con la mayor sevicia y crueldad, la cual dejó 66 personas asesinadas (entre el 16 y el 21 de febrero del año 2000).

El engranaje del paramilitarismo se pulía, ajustaba y sofisticaba allí y, con ello, el exterminio, despojo, desplazamiento, control territorial, político, económico y psicológico del proyecto paramilitar en Colombia.

Los maestros, han puesto su gota de sangre en el conflicto del país, son una víctima más. El informe “Una vida por educar”, es entregado por Fecode a la Justicia Especial para la Paz (JEP), la Comisión de la Verdad y la Unidad para la Búsqueda de las Personas dadas por Desaparecidas (UBPD) en noviembre del año pasado. Allí se documentan cerca de 1000 asesinatos, 6119 violaciones a la vida, libertad e integridad de los docentes sindicalizados, 78 desapariciones forzadas, 49 atentados contra la vida y 1549 desplazamientos forzados, entre 1986 y 2016.

Antioquia, Valle del Cauca, Cesar, Arauca, Caldas, Risaralda, Córdoba, Norte de Santander, Cauca, Santander, Nariño y Bolívar fueron y, aún hoy siguen siendo, los departamentos más agobiados por las violaciones a la vida, libertad e integridad de los maestros en Colombia.

El procurador Fernando Carrillo definió ejemplarmente esta dolorosa situación como una “hemorragia humanitaria”, la persecución e intento de exterminio de los profesores activistas sindicales de Fecode es evidente, estamos ante crímenes de lesa humanidad contra los maestros y su organización sindical, Fecode, la más grande e influyente del país, lo que a su vez le ha significado el mayor número de víctimas de violaciones a los Derechos Humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario.

Es de largo aliento la campaña de desprestigio, amenaza, estigmatización y persecución contra los maestros, escaladas en el Gobierno del presidente Iván Duque, representante de un partido álter ego del magisterio colombiano: el uribismo. Sus ataques son sistemáticos. No olvidamos los insultos de su jefe máximo, “Los profesores lo único que enseñan es a gritar y a insultar (…) Le retuercen el cerebro a sus estudiantes (…) Lo único que tienen los profesores es la fuerza de la calumnia”.

Luego, las difamantes acusaciones del alfil Araujo Rumie “Fecode no educa, adoctrina”, más tarde las pretensiones de limitar la libertad de cátedra a través de “bozales, frenos y sanciones disciplinares” a los maestros que promuevan proselitismo político entre los estudiantes, proyecto anunciado y retirado por el senador uribista Edward Rodríguez. En estas condiciones ser maestro en Colombia es un acto de valentía y mucho amor.

Los maestros enseñamos en ambientes de libertad, de manera crítica, reconociendo las particularidades de las comunidades educativas, integrándolas al currículo, trabajamos con la validez de los argumentos y no el argumento de la fuerza. Nuestra acción pedagógica es de compromiso, con teoría y práctica, en el escritorio y el territorio, con el consejo y el ejemplo, coherente dentro y fuera del aula.

Enseñamos a comprender el mundo y el contexto inmediato para darle significado y transformarlo en beneficio de las comunidades, levantando conciencias y seres humanos verdaderamente humanos, seres políticos actuantes, pues estamos convencidos de que “educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien que no existía”.

La escuela como territorio de paz es un espacio para la democracia, el respeto, la tolerancia, la vida, las diferencias, la argumentación ética de la alteridad, con profundo respeto por la condición humana y la lucha por la paz en el mundo, con democracia, justicia social y dignidad humana. Nos negamos y, nos seguiremos negando, a que el presente y futuro de las próximas generaciones sea la guerra, estrategia que solo beneficia a las minoría del establecimiento, fundamentados en el miedo y el odio como estrategias para impedir la movilización social.

Todos los colombianos hemos sido educados por un profesor o profesora, por lo cual la sociedad debe dimensionar el lugar que han jugado ellos en la construcción de la nación, de comunidad, en los procesos sociales y políticos del país. Cuando un maestro es amenazado, desplazado o asesinado, la sociedad en su conjunto pierde una pizca de esperanza, una porción de su identidad, historia, saber y de confianza en el Estado y sus instituciones.

 

Fotografía: cortesía de Alexas_Fotos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Gustavo Adolfo Carreño
Economista, Magister en Desarrollo y Cultura, Amante de la filosofía, librepensador caribeño, educador.