Los docentes, entre la espada y la pared

No es justo que a los docentes nos sigan vilipendiando económicamente, pero aún más, es indispensable que nuestros docentes, mis colegas, no nos dejemos pisotear moralmente como si nosotros fuéramos los bandidos de esta patria vendida a los intereses de esa élite de corruptos y descarados despilfarradores de los bienes públicos.

Opina - Educación

2021-04-16

Los docentes, entre la espada y la pared

Columnista:

Andrés Leonardo Calvo Camelo 

¡Ser docente en un país con las características socioculturales de Colombia es muy jodido!

 

Pongamos entre paréntesis por un momento la situación tan compleja en la que está el sistema educativo colombiano por cuenta de la pandemia, lo cual es difícil, pero quiero centrar la atención en un problema que considero aún más complejo de superar por cuenta de la ignorante sociedad, y por demás, desprovista de criterio, en la que nos encontramos. Muchos de los hijos de esta patria del Sagrado Corazón, son arrojados a un sistema de educación desfinanciado y carente de las herramientas necesarias para poder ejercer una plena labor docente.

Supongamos que la educación, por cuestión de la contingencia solamente debe contar con un computador y una conectividad que, aunque para muchos parezca un escándalo, es un lujo que muchas familias y docentes aún no se pueden brindar. Arrojados a condiciones de trabajo precarias y cobijadas bajo la excusa hipócrita pero legalista de un salario mínimo, los docentes deben proveerse de sus propios instrumentos a fin de garantizar por lo menos períodos de enseñanza y someterse a jornadas laborales que superan, por mucho, la de un congresista que se ha negado, en su condición de intocable, a asistir en la presencialidad de una cómoda silla en el Capitolio nacional, porque eso sí, a ellos los tenemos dotados de lo mejor… hasta gastos de movilidad estando en la comodidad de su casa.

Pareciera que la única herramienta que le queda al docente es su propia palabra y cátedra, lo que aprendió y es capaz de transmitir y suscitar en sus estudiantes. Para un docente de una cátedra como la matemática, la física, la biología y demás que constan de contenidos más o menos continuos, debe hacerse más fácil el contar con la libertad de dar los contenidos que considere pertinentes de acuerdo con los lineamientos que ya ha dado el Ministerio de Educación en algún momento de la historia. Pero a otro precio se trata a los docentes que, como es mi caso, tratamos temas espinosos como la historia violenta y cruel de este país que no ha logrado tener paz un solo momento y por cuenta de toda una serie de situaciones y entramados sociales, políticos, económicos, religiosos y otros, que se permiten hasta callar la palabra de personas que se atreven –o nos atrevemos– a pensar y decir distinto a lo que culturalmente se acepta como lo bueno, santo e inmaculado.

Las Ciencias Sociales, la Ética y la Filosofía parecen plato de segunda mesa siempre y cuando no generen mella. ¡Y vaya sorpresa! cuando se encuentra que un reconocido periódico de nuestro país cuenta la historia de una docente que causó un gran escándalo por pedir una tarea sobre los falsos positivos. ¡Qué gran escándalo hablar de la historia sangrienta de nuestro territorio! Es imposible que un docente «adoctrine» –como lo aseguró una «honorable» congresista– a nuestros niños. Abanderados de la hipocresía todos aquellos que se atreven a juzgar, sobre sus solapadas conciencias, la labor de una persona que se ha desgastado toda su vida tratando de transformar el devastador progreso de nuestra amada nación.

Resulta que piden a gritos que, después de haber robado por años el erario público y dejar la educación en ruinas; en muchos casos visible, nos quieran robar también la libertad de la enseñanza bajo la educación que nosotros también hemos recibido. Ya ni siquiera la cátedra la podemos tener, y a cambio de salarios de mierda, a muchos les toca rendirse a estas exigencias de personas que consideran tener la verdad absoluta, solamente por sobrevivir y tratar de tener un pan para sostener a sus familias.

Se atreven muchos a criticar esta labor preciosa de la docencia sin siquiera haber leído los lineamientos que da el MEN ni brindar un contexto al hecho educativo. Muchos, incluso se atreven a advertirnos los temas que debemos tratar como si nuestra autoridad se debiese rendir a sus prejuicios endebles y decadentes, como si la educación que nosotros damos en las aulas o en las pantallas suplantara el deber de educación que poseen los padres o tutores. No es justo que a los docentes nos sigan vilipendiando económicamente, pero aún más, es indispensable que nuestros docentes, mis colegas, no nos dejemos pisotear moralmente como si nosotros fuéramos los bandidos de esta patria vendida a los intereses de esa élite de corruptos y descarados despilfarradores de los bienes públicos. ¡Acá el que no tiene autoridad moral para hablar, es el político de turno!

Estos jueces de la moral docente, son los mismos inútiles que nos tienen sumidos en un mar de desigualdades y que son totalmente incapaces de actuar en beneficio de las personas. Mientras que los idiotas útiles sigan respaldando este tipo de peleles, nos van a seguir consagrando a reconocer su hamponaje a través de reformas tributarias y mayores cargas fiscales… pero frescos todos, acá muchos van a seguir viviendo de la caridad y al amparo de la moral plebeya que han heredado por siglos.

 

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Andrés L. Calvo Camelo