Llevo 32 años buscando la verdad sobre la desaparición de mi esposo

#UnLíderEnMiLugar, el pueblo olvidó la era de Álvaro Uribe donde hubo torturas, desapariciones y todo tipo de crímenes, lo volvieron a elegir y serán los mismos ríos de cadáveres.

Opina - Sociedad

2019-07-28

Llevo 32 años buscando la verdad sobre la desaparición de mi esposo

En esta oportunidad, me uno a la campaña ‘Un líder en mi lugar’ cediendo mi espacio a esta magnífica y, como muchas(os), valiente líder social.

 

Autora: Temilda Vanegas Fuente

 

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Soy Temilda Vanegas Fuente, nacida en San Antero Córdoba. He vivido en distintos lugares de Colombia, por lo que puedo decir con orgullo que soy colombiana. Nací en 1955, me casé muy joven con Jorge Franco Argumedo, con quien tuve tres hijos.

A lo largo de mi vida he tenido miles de experiencias, una buenas, otras no tanto, pero sin duda la que más me marcó, tiene relación con la desaparición de Jorge, mi esposo; quien fue un estudiante muy destacado por su liderazgo innato.

Él era un ser convencido de la necesidad de un cambio en este país, para que todos tuviéramos los mismos derechos.

Pero en esa lucha fue muy estigmatizado, se dedicó al trabajo con comunidades, era un militante de izquierda del entonces Partido Comunista de Colombia Marxista Leninista.

Por todo el trabajo social que adelantamos, en especial él: lo desaparecieron un 3 de noviembre de 1987 al salir de Cartagena en busca de artesanías para vender en los municipios.

Luego de no llegar según lo previsto, salí en busca de él y al llegar a Tenerife (departamento de Bolívar), pregunté por Jorge y me dijeron que sí lo habían visto, que al momento de bajarse de la chalupa los paramilitares de la hacienda Santa Martita, que pertenecía a los hermanos Botero, quienes eran narcotraficantes de profesión en asocio con el desaparecido Das (Departamento Administrativo de Seguridad) lo cogieron a cachetadas, se lo llevaron, lo torturaron y posteriormente lo asesinaron y lo tiraron al río Magdalena.

El cadáver terminó en Barranquilla, donde las autoridades encontraron su cuerpo. Me enteré porque leí la noticia en un periódico de la ciudad, donde decía que había muerto por inmersión, en ese momento intuía que era su cuerpo.

Esa duda la resolví en el cementerio, donde al esperar que callera la noche, con pico, guantes y lámpara, en aras de no cargar esa incertidumbre si era o no mi esposo, dado que faltaba la orden de exhumación de la Fiscalía que yo no sabía cuánto tardaba; procedí a resolver por mí misma.

Saqué la calavera, la armé y en la fosa encontré la ropa que yo misma había empacado una para ir y otra para venir. Posteriormente me fui a una cantina, me tomé una botella de ron y lloré sola, porque no creí en ese momento que alguien más, aparte de mis hijos, fuera a entender mi dolor.

Yo espero encontrar justicia, paz y no repetición. Yo no quiero que eso se repita en ninguna familia, mis hijos no superan la desaparición de su padre, siendo adultos les cuesta, yo aún no lo supero.

Por eso el Estado debe reconocer la desaparición de los líderes sociales, para que no haya impunidad porque las autoridades saben quién lo hace, pero no los detienen.

Lastimosamente aquí no vamos a hacer memoria, porque estos hechos no han parado desde que iniciaron. Fuera distinto si lo ocurrido ya no se registrara y se hubiese llegado a un acuerdo de paz. Pero la violencia no para.

La violencia con el actual presidente, por ejemplo, se recrudeció por lo que los ríos volvieron a ser botaderos de cadáveres, por eso no veo fácil acabar con esto.

El pueblo olvidó la era de Álvaro Uribe donde hubo torturas, desapariciones y todo tipo de crímenes, lo volvieron a elegir y serán los mismos ríos de cadáveres.

Finalmente, no me detendré hasta conseguir que el Estado investigue y dé respuestas concretas sobre las miles de desapariciones a lo largo y ancho de Colombia y en mi caso en particular sobre mi esposo, aún no he podido darle una digna sepultura porque ninguna autoridad me ha hecho entrega oficial de sus restos y menos una investigación de su asesinato.

Debemos hacer justicia por nuestros desaparecidos.

 

 

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Miguel Silvera Padilla
Estudiante de comunicación social, barranquillero como el baile "arrebatao" creyente en Dios, el amor y sus ideas. Apasionado por los temas sociales y la política. Llevando siempre por delante la consigna en que primero es el Ser y después el deber Ser. Columnista de medios digitales.