Las patrias y sus días trascendentales

Estamos convencidos –nos convencieron- que unos tipos se lo juegan todo por el destino de la patria y realmente no está en juego gran cosa –ni el hambre, ni la democracia, ni la paz mundial.

Opina - Deporte

2017-10-12

Las patrias y sus días trascendentales

Ni el pulpo empresarial Odebretch, que pagó alrededor de 735 millones de dólares en sobornos en América Latina, causó el maremoto emocional provocado por la última fecha de las Clasificatorias al Mundial de Rusia 2018.

Por los incendiarios resultados de la penúltima fecha, el diez de octubre sería una fecha histórica con tintes de épica griega. Cinco equipos, en la fecha 18, con posibilidades de hacerse con dos cupos directos o acceder al repechaje que los llevaría a la cita magna del fútbol mundial.

Este era un octubre especial para el fútbol peruano acostumbrado al naufragio. Esta vez era igual de difícil pero, además de probable, posible. Paolo Guerrero dijo que llegaba a Lima para enfrentar los dos partidos más importantes de su vida –la última vez que Perú había jugado un Mundial Paolo no había nacido. Los incas fueron a Buenos Aires, soportaron la arremetida de Messi y compañía, y lograron el empate. El martes en la mañana, el presidente Pedro Pablo Kuczynski decretó medio día laborable “para juntos gritar ¡Arriba Perú!”. El boleto a Rusia se rifaba en casa…

Luego del empate con Perú en La Bombonera, el técnico Sampaoli les dio el día libre a sus pupilos. Solo Mascherano y Messi se quedaron concentrados en Ezeiza. Otros visitaron a sus familiares, algunos hicieron un asado con los amigos, y Ever Banega se fue de joda con su esposa.

El periodismo argentino lanzaba alaridos de pánico e indignación: “no les importa la camiseta”; “se tendrían que haber quedado todos”; “van a jugar el partido más importantes de sus vidas”. Argentina –la dos veces campeona del Mundo, la dos veces subcampeona de América y actual subcampeóna mundial- estaba quedando por fuera de Rusia. Una afrenta al orgullo patrio. Algo insólito. “No me imagino un Mundial sin Argentina, sin Messi”, decían, y decíamos todos nosotros, incluso los que queríamos que Argentina quedara eliminada. La celeste debía esperar hasta la última fecha para clasificar. En la altura de Quito los esperaba Ecuador con un equipo de primerizos…

La eliminatoria, como de costumbre, fue igual de traumática para Colombia. Después de clasificar a Brasil 2014, tras 16 años sin ver a la selección jugar a un Mundial, creímos ganar el deber y el derecho a estar donde se supone están los mejores. El país y nuestros filósofos del futbol contaban con victorias y resultados que no llegaban. Transcurrían las fechas y Colombia cada vez jugaba peor y sumaba menos. Estábamos tan cerca y a la vez tan lejos, que la ilusión de Rusia en el partido contra Paraguay duró nueve minutos.

Cada cual escogió su culpable: que el clima, que la hora, que la reventa, que Pekerman no trabajaba, que James estaba fuera de ritmo, que los colombianos dejamos todo para lo último, que somos pecho fríos, que no había un líder que puteara, que Ospina por escoger una profesión sin margen para el error… Nos jugábamos la última papeleta en Lima. “Es el partido más importante de mi vida”, dijo Falcao. Teníamos temor y, supuestamente, “la fe intacta”; porque “la fe mueve montañas… de hinchas”.

Un día después de tanta euforia parroquial, Argentina, Colombia, Brasil, y Uruguay van a Rusia 2018. Perú jugará el repechaje. Y los chilenos, por burlarse de Bolivia y ganar en oficinas los puntos que no ganó en la cancha, deberán esperar cuatro años si quieren volver a la cita mundialista.

Lo importante ha dejado de serlo -ya fue. ¿Cuándo volverán a estar en juego la dignidad, el orgullo, y el futuro de once muchachos y miles de patriotas? La vida sigue, sin pedirle permiso a nadie. A unos los arrastra, y otros se agarran a ella con la fe intacta de que vendrán más días importantes donde imaginariamente la muerte y la vida se superponen.

Los héroes de las patrias latinoamericanas son muy humanos, como hechos de cartón, y multimillonarios. Tenía razón Eduardo Galeano, nuestros pueblos piensan con los pies.

Estamos convencidos –nos convencieron- que unos tipos se lo juegan todo por el destino de la patria y realmente no está en juego gran cosa –ni el hambre, ni la democracia, ni la paz mundial, ni el valor de la moneda en la bolsa de Chicago… Pero al menos estos días trascendentales nos dejan la sensación de una felicidad o una decepción cinematográfica.

 

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Juan Alejandro Echeverri
"No sabia que quería ser periodista hasta que lo fui y, desde entonces, no he querido ser otra cosa".