Las crisis políticas siempre vienen de lejos

Opina - Internacionales

2016-07-13

Las crisis políticas siempre vienen de lejos

Finalmente, se ha hecho público esta semana el resultado de una investigación sobre el papel del Reino Unido en la invasión de Irak en 2003 encabezada por el presidente norteamericano George Bush. Siete años han tardado los investigadores en confirmarnos algo que ya sabíamos pero que viene muy bien dejar sobre el papel para la historia.

El informe, que toma el nombre de quien encabeza la investigación, Sir John Chilcot, es un mamotreto de más de dos millones y medio de palabras para el cual se entrevistó a 150 testigos y se analizó 150.000 documentos. Costó a los contribuyentes británicos un equivalente a trece millones de dólares pero está avalado por el prestigio de quien tiene, entre otros méritos, ser asesor directo de la reina Isabel de Inglaterra.

El Informe Chilcot es importante porque la mayoría de los británicos se opuso a la invasión, por los hechos que reveló y porque basandose en este documento se podrían iniciar demandas legales y políticas contra el ex primer ministro Tony Blair, quien indujo en este asunto a error al Parlamento. Y por último pero no menos importante, por la lección que para futuras generaciones supone el saber la tentación de mentir que tienen los políticos de todo el mundo.

Gran Bretaña, una vez más, da una lección de democracia y transparencia en un asunto cuyas consecuencias vivirá la humanidad por varias generaciones. La crisis de los refugiados que hoy vive Europa y las barbaridades del Estado Islámico son solo dos botones de muestra de lo que supuso la invasión de Irak, en contra del parecer de Naciones Unidas y de la opinión de líderes prestigiosos del mundo en su momento, como el sudafricano Nelson Mandela o el presidente de Francia Jaques Chirac.

En resumidas cuentas el informe dice que Gran Bretaña se unió a esa intervención sin que todas las opciones pacíficas hubiesen sido agotadas y que aquella política del Reino Unido se “sustentó en una Inteligencia distorsionada que no ha sido cuestionada, pero debería serlo”. Sadam Husein, el presidente iraquí, no representaba una amenaza para el Reino Unido y no había ninguna prueba definitiva de que Irak tuviese armas de destrucción masiva.

Pero si hay un aspecto que merezca resaltarse de las consecuencias que ha tenido la invasión de Irak que se desprenden del Informe Chilcot, es que esa acción aumentó la amenaza terrorista sobre el Reino Unido y contribuyó a la creación del grupo extremista Estado Islámico y al creciente poder de los grupos yihadistas en Irak, algunos de ellos directamente vinculados a Al Qaeda.

Para hacerse idea de la magnitud de las consecuencias de la invasión de Irak por parte de tropas norteamericanas y británicas, y con participación española hasta 2004, hace falta poner en contexto el escenario de aquel conflicto, puesto que tras la invasión aparecieron diversos grupos armados para luchar contra los invasores, entre ellos la organización yihadista conocida como Al Qaeda en Irak, que luego evolucionaría en Estado Islámico de Irak.

Después la ocupación EE.UU. desarticuló las Fuerzas Armadas iraquíes, criminalizó el partido de Husein, el Baaz, e integró a milicias sectarias en las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes para luchar contra la resistencia. Fomentó las divisiones y entrenó a integrantes de milicias policiales que sembraron el terror.

Cientos de miles de familias huyeron del país. En tan solo unos meses más de cinco millones de iraquíes se convirtieron en refugiados. Dos millones y medio de ellos se instalaron en Siria. En poco tiempo Irak, que había sido un país donde muchos chiíes y suníes convivían juntos, donde un elevado porcentaje de matrimonios eran mixtos, donde no había grandes tensiones sectarias, se convirtió en un infierno.

El Informe Chilcot da crédito a los que afirmaban que Blair fue advertido de todas las maneras posibles sobre el riesgo que representaba sacar a Sadam Hussein del poder, porque se liberarían las tensiones sectarias reprimidas por su brutal régimen. Un diplomático inglés, Giles Paxman, dice el informe, habló con dos altos funcionarios franceses a finales de 2002 sobre el Irak posterior a Sadam en el que pensaban los británicos. Uno de los funcionarios “temía que sacar a Sadam desencadenara una anarquía absoluta en Irak con ataques a los símbolos del Partido Baaz, ajustes de cuentas y violencia generalizada como en Albania”.

Imagen cortesía de: latercera.com

Imagen cortesía de: latercera.com

Y ocurrió tal cual. Muchos antiguos integrantes de las Fuerzas Armadas desmanteladas compartieron celda con miembros de grupos religiosos que iban radicalizándose a medida que aumentaba la violencia y la represión. Y Al Qaeda en Irak en 2006 evolucionaría en Estado Islámico de Irak. Las barbaridades cometidas por el Estado Islámico son bien conocidas hoy por cualquier lector de prensa o televidente medianamente informado.

Se ha mencionado la participación de España en ese desastre, y es que uno de los políticos que con mayor contundencia habló de la presencia de armas de destrucción masiva en Irak para justificar la invasión fue el entonces presidente del gobierno español José María Aznar. Era tal la certidumbre de premier español que el asesor de política exterior de Blair, David Manning, al ser interrogado sobre quiénes estarían dispuestos a seguir a Bush en su aventura iraquí, aún en el caso de que Gran Bretaña se hubiese abstenido de hacerlo, declaró a los investigadores del Informe Chilcot: “Supongo que los españoles habrían seguido. No sé, pero Aznar estaba absolutamente convencido y estaba claramente muy, muy, muy a favor de continuar con ello”.

El informe, que nombra a Aznar veinticuatro veces, sostiene que mientras que el ex primer ministro británico insistió en la necesidad de sacar adelante una segunda resolución en la que Naciones Unidas aprobase la intervención en Irak, Aznar se mostró reacio a una segunda votación del Consejo de Seguridad si no tenían el éxito garantizado. De hecho, el embajador británico en Washington entre 1997 y 2003, Christopher Meyer, sostuvo ante la comisión Chilcot que Aznar presionó a Estados Unidos para que la invasión se realizase en el plazo previsto inicialmente.

Bush, Blair y Aznar, el llamado trío de las Azores porque en esas islas portuguesas sellaron un pacto de sangre los tres alegres compadres para invadir Irak, lograron el milagro de convertir a los oficiales de las fuerzas laicas del Baaz iraquí de Sadam Husein en yihadistas extremos que proclamaron un Califato en 2006 y dictaron las leyes más violentas y medievales que pueda concebirse en nombre del Islam, y cuyas consecuencias hoy vivimos todos en forma de oleadas de refugiados y amenazas de terroristas suicidas que pueden actuar en cualquier parte del mundo sin que las fuerzas de seguridad de los Estados puedan hacer gran cosa para impedir sus acciones.

Todas las crisis políticas tienen alguna semejanza con el desayuno que tomamos a diario, vienen de lejos y no solemos reparar en ello. Sea café de las montañas de Colombia, té de las colinas de Sri Lanka o chocolate de los bosques africanos su lejana procedencia no suele importarnos demasiado. El Informe Chilcot podría servirnos, además de para fijar en la historia el origen de un desaguisado clamoroso, para reflexionar sobre las consecuencias que tiene elegir a ciertos personajes para regir los destinos de una sociedad.

Aún a riesgo de extrapolar demasiado las cosas, yo diría que en buena medida la crisis política que tiene hoy paralizada a España, con partidos que no se ponen de acuerdo para formar gobierno, participa también de la herencia de aquella intervención en Irak. Un brutal atentado yihadista, tres días antes de las elecciones de marzo de 2004, llevó al gobierno a Rodríguez Zapatero, un oscuro burócrata de partido que jamás había ocupado un cargo público, a la presidencia del gobierno.

Su nefasta gestión que puso a España al borde del rescate financiero por parte de la Unión Europea, inauguró una época de ocurrencias políticas cuyo clímax se ha alcanzado con la creación de Podemos, un partido chavista más propio de una república bananera que de una nación europea del siglo XXI. No en vano el líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha definido a Zapatero como el mejor presidente que ha tenido España. Pero esto, claro, es otra historia.

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Juan Restrepo
Soy periodista. Trabajé durante 35 años en Televisión Española (TVE) como corresponsal en Mexico, Roma, Bogotá y Manila.