Las Autodefensas: rencor, ilusión de seguridad y falsa necesidad

Algo tan sencillo, como el sentir de una persona, terminó por ser el punto de inicio de una era de sangre y dolor.

Opina - Conflicto

2020-03-02

Las Autodefensas: rencor, ilusión de seguridad y falsa necesidad

Columnista: 

Tatiana Barrios 

 

Hace poco, desempolvando los viejos libros que en algún momento mi papá o mi hermana leyeron, encontré uno que llamó mi atención, se veía bastante maltratado, contaba con una carátula gastada por los años, hojas amarillentas por la exposición al ambiente y un olor a libro guardado que parecía una droga a los sentidos, su título era Mi confesión.

La obra, escrita por Mauricio Aranguren Molina, cuenta la versión del comandante de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU), Carlos Castaño (1965-2004), quien junto a su hermano Fidel, tuvo la dirección de esta organización paramilitar o “antisubversiva”, como la hace llamar en el libro, y a partir de ahí conformó las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), siendo el grupo criminal con el mayor número de asesinatos atribuidos en nuestra historia.

Sabiendo entonces de quién estamos hablando, me resultó interesante leer la versión de uno de los hombres que participó en la historia de nuestro conflicto armado, ver la guerra desde los ojos de un actor es un punto importante para entender la razón por la cual se perpetúa el problema, dónde están los puntos de quiebre y cuál es el eje central que ha dado continuidad a ese círculo vicioso de esta. Si bien desde el tiempo en que se escribió el libro hasta nuestros días ha pasado ya una década, donde se dieron cambios trascendentales como las desmovilizaciones de las AUC y las FARC, la realidad del papel al hecho es distinta, y los residuos de estas organizaciones siguen generando dolores de cabeza a nuestro país.

En el desarrollo del libro, como era de esperarse, me di de cara con una versión bastante triste y desconsolada, donde todas las muertes están justificadas con un sentido patrio, algo parecido al nacionalismo exacerbado de los gobiernos totalitarios que causaron estragos en Europa, pero desde una práctica más criolla y menos elaborada.

Castaño atribuye el inicio de las Autodefensas al asesinato de su padre en manos de las FARC, es la sed de venganza lo que lleva a los Castaño a constituir un grupo que luchara contra la guerrilla y ‘liberara’ a las comunidades del control que esta tenía sobre los territorios. Castaño logra acabar a todos los que participaron en dicho asesinato y, desde ahí, se atribuye la obligación de terminar con esa estructura, para que otras familias no tuviesen que vivir lo que la suya sufrió, según narró, el objetivo de ellos siempre fue ir por los directamente involucrados y no por la población civil inocente.

Sin embargo, reconoce lo sucio del financiamiento de la guerra, los robos, vínculos con narcos, el tráfico de armas y las extorsiones, las que según dice, fueron “con cariño y casi concertadas”, reconoce su actuar ilegal y muestra un aparente dolor, “un peso en la conciencia” que lo atormenta de vez en cuando, pero siempre termina justificándose en la defensa de la institucionalidad y en considerar que la ilegalidad era necesaria para el exterminio de las FARC, como dijo “un mal necesario pero transitorio”.

Leer las palabras de Castaño nos permite sacar varias conclusiones, de las cuales trabajaré solo algunas en las siguientes líneas: el papel del rencor en Colombia, las Autodefensas como aparente organización del pueblo y un ente necesario para el país en ese momento.

 

1. El rencor en Colombia

Las ACCU nacen del rencor de los hermanos Castaño contra la guerrilla colombiana, un sentimiento que surgió de una profunda herida y se extendió hasta crear al líder de uno de los grupos más sanguinarios de Colombia, responsable del 60 % de las masacres y de casi el 40 % de los asesinatos selectivos sobre los cuales hay registro de responsabilidad, según el Centro de Memoria Histórica, las ansias de terminar con los culpables de la tragedia y todos aquellos que tuvieran ideologías similares fueron las encargadas de reducir la vida de una persona a la guerra, el miedo a morir en combate, el estar siempre expuesto al peligro.

No, no digo que Castaño sea una simple víctima, es victimario y nadie podría negar eso, pero sí hay que reconocer que el rencor terminó ahogando su vida y arrastró consigo a todos los que con él tuvieron que sufrir los desmanes de la guerra.

Pensará usted, ¿qué hace esta joven analizando algo tan básico como un sentimiento? Algo tan sencillo, como el sentir de una persona, terminó por ser el punto de inicio de una era de sangre y dolor.

En estos tiempos nuestro país sigue herido, son muchos los corazones que todavía guardan rencor contra quienes les han causado daño, se han llevado seres queridos, les han arrebatado el futuro, los han desplazado, no han sido escuchados; resulta normal en estos días ver comentarios de odio con soluciones bastante radicales a nuestros problemas, sugerir la muerte como una opción necesaria demuestra lo que sienten los colombianos en estos momentos, pensar en la violencia como la respuesta a los problemas es muestra de que no hemos aprendido nada de nuestra historia y que el corazón se oscureció por tantas decepciones, ahora solo odio sale de nosotros.

La violencia denota rencor, y el rencor la perdición.

 

2. “Las Autodefensas trajeron seguridad al pueblo”

Son muchas las opiniones que, increíblemente, al día de hoy siguen justificando y defendiendo a las Autodefensas, colocándolas en una posición heroica y altruista que solo busca el bienestar del inocente. Pero, ¿en verdad esta organización tuvo un accionar honesto?

Si bien Castaño narra que su fin nunca fue ir contra la población civil y, que para él lo esencial era defenderla, los hechos cuentan una historia distinta, no solo hablando de las masacres, incluso él mismo en su historia permite vislumbrar la manipulación al pueblo para fines internos.

Por ejemplo, las tierras que fueron regaladas por Fidel no tuvieron como fin ayudar a los campesinos afectados, la razón de las tierras regaladas fue la necesidad de tener del lado al pueblo, la fuerza social daba poder y el poder les permitía más contribuyentes y mayores refuerzos, necesitaban que la gente viera que “estaban dando resultados”, pero, ¿a costa de qué?

Los terrenos no fueron dados por la gentileza de sus corazones, tenían un fin particular, como todo en la guerra.

Y, así como esto, los asesinatos a líderes por tener inclinaciones de izquierda o el exterminio de la UP, donde tuvieron participación, demuestra que poco les interesaba el bienestar del pueblo, prevalecieron los caprichos e intereses particulares sin importar cuántas familias se acabaran, sin tener siquiera pruebas contundentes de la vinculación de estas personas con la guerrilla, y además, un actuar ilegal y un puesto justiciero que nunca les ha correspondido, si bien han tenido como fachada la defensa del pueblo, nunca han dejado de ser ilegales y de financiarse con actividades ilegales. No son un orgullo, no ayudaron a la nación, solo nos hundieron en el círculo vicioso del conflicto armado.

 

3. “Éramos un mal necesario”

Para Castaño, en ese momento, bajo la legalidad del Ejército nunca se iba a lograr vencer a las FARC, se hacía necesario un grupo como las ACCU para combatir a la guerrilla, era indispensable su presencia para restaurar la institucionalidad del Estado y la reivindicación de la población civil. La cuestión es que en un país ahogado en conflictos, como lo ha sido el nuestro, la violencia nunca va a ser necesaria porque nunca falta, nos sobra, tenemos para repartir y todavía nos quedaría muchísimo más por sanar.

Ni las Autodefensas, ni la guerrilla, ni la violencia han sido necesarias, lo necesario era y, es, un cambio de dirigentes, un cambio de mentalidad que nos permita buscar herramientas de resolución de conflictos menos violentas y más racionales, siempre nos ha hecho falta mayor educación para que exista cambio de elección y dirección, nos falta inteligencia para entender el trasfondo real de cada actor de la guerra y su manipulación, nos falta presencia del Estado, que haga justicia y mantenga un mínimo de orden, nos falta comprender nuestros errores del pasado, sanar heridas y marcar un nuevo inicio para este país doliente que se ha hecho grietas solo, e insiste en aumentarlas, engañado todavía con la idea de que esa es la solución.

 

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Tatiana Barrios
Barranquilla, Colombia | Estudiante de Derecho de la UA.