Columnista:
Mauricio Ceballos
Luego del exitoso estreno de la serie #Matarife en Whatsapp y Telegram, los “activistas” ya empezaron a descalificar un trabajo serio, pero sobre todo documentado. Me causó especial extrañeza lo publicado por La silla vacía, a quienes hasta hoy consideré un medio independiente y objetivo. La periodista Tatiana Duque, en su nota para dicho portal, dice entre líneas que lo investigado por el abogado Daniel Mendoza Leal no tiene fundamento por ser de simpatizante de izquierda. Y que al basarse en investigaciones de los periodistas Gonzalo Guillén y Julián Martínez tampoco tiene crédito, porque según ella, son activistas antiuribistas.
Causa indignación leer semejante desfachatez periodística porque:
1. No hay que hacer una búsqueda muy larga para darse cuenta del trabajo serio que hacen Guillén y Martínez. Dos periodistas serios que no dicen las cosas por decirlas y que de todo lo que hablan, tienen pruebas. Tanto es así, que judicialmente en varias ocasiones, a Gonzalo Guillén, se le ha dado la razón en las controversias planteadas por los “perros bravos” del “innombrable”
2. El trabajo de un periodista es independiente de lo que éste opine, diga o no diga en redes sociales. Es como juzgar la calidad de un cantante por sus trinos o publicaciones en Instagram.
La silla vacía cae en la estigmatización que de la izquierda ha hecho la oligarquía rancia de este país, que cree firmemente que cuando una persona habla de reivindicación de derechos está haciendo apología al comunismo. ¿Entonces todo el que pregunte por las más de doscientas investigaciones abiertas contra Álvaro Uribe Vélez es un activista de izquierdas?
Pero me pregunto entonces ¿Cuándo el señor Néstor Morales destila su odio contra Gustavo Petro y todo lo que se relacione con él, ahí si no es un activista de derecha? O por ejemplo cuando la dizque periodista Salud Hernández Mora no disimula su franquismo y fanatismo por la derecha, ¿ella tampoco es una activista?
Ese sesgo no es un buen periodismo. Eso que nos enseñan en las facultades y que los académicos repiten extasiados acerca de la objetividad del periodismo, es en palabras de una decente senadora uribista “un pajazo mental”. La objetividad periodística es para ciertos periodistas prepagos un chiste burdo que se quedó atrapado en los cuadernos de las materias en la universidad.
Y aunque se coincide con el maestro Javier Darío Restrepo cuando dice que la objetividad en el periodismo es un deber ser utópico, me parece que en estos tiempos de tanta información, hay periodistas que ni siquiera hacen el esfuerzo de parecer objetivos; porque informar cada vez es más parecido a opinar, cualquiera lo hace. Y no digo que las opiniones no sean importantes, porque me estaría quedando sin piso en esta columna. No faltaba más.
Creo firmemente en la democracia informativa y, afortunadamente hoy, las audiencias pueden nutrirse de muchos contenidos. Contenidos que incluso, refuerzan sus burbujas cognitivas. Si yo solo quiero ver el canal RCN o leer el Fox News colombiano, yo veré. Estoy en todo mi derecho. Si no quiero salir de mi verdad, la que para mí y las tías han construido los medios masivos de comunicación, es mi problema. El punto es, que se trate de pordebajear el trabajo de periodistas serios diciendo que son activistas de X o Y movimiento. Que el lector, televidente u oyente juzgue por si mismo, si la información que se le brinda es tendenciosa o falta de rigor. Pero no se puede caer en la mala práctica de descalificar el trabajo de los colegas, solo porque sacan a la luz hechos o investigaciones con las que no se está de acuerdo.
Eso, señores de La silla vacía, es militancia política y no tiene nada de distinto a lo que esta semana hizo el partido de gobierno a través de su directora, cuando le envió un comunicado a la revista Rolling Stone, porque ésta publicó una nota acerca de la serie en cuestión.
O como cuando el hoy Ministro de Defensa fue a hablar con los editores del New York Times, a pedirles explicaciones sobre lo que publicaron de la reactivación de los “Falsos Positivos”. Eso, señores de La silla vacía, sí que es polarizar. Eso es amañar el debate; porque repito, puede que uno esté o no de acuerdo con las investigaciones periodísticas. Pero no es para quitarles valor y menos, otorgarles un valor ideológico.
Además, ¿Si son de izquierdas qué? No serían los únicos tendenciosos. Porque hay bastantes ejemplos de periodistas de derecha que tenemos aquí. ¿Activistas? De esos abundan.
Es que lo que más ofende; ese maniqueísmo de hacer pensar a las audiencias de que todo lo que venga de un lado es bueno de por sí, pero si viene de otro lado entonces es muy malo. Las investigaciones hablan por sí solas y no se tiene que ser de izquierdas o derechas para entender por quiénes, es que la gran mayoría del pueblo colombiano sigue jodido.
Los colombianos que nos tomamos el tiempo para analizar la política colombiana, y los hechos bochornosos que vemos de gobernantes y partidarios que en los últimos 50 años a tenido este país, que empezó con el robo de las elecciones en 1970. Estoy mamado de ver tanta corrupción.
Celebro la llegada de la serie MATARIFE, que en su primer video nos dejó ver la efectividad de dicha investigación, al ponerle nombre al mayor culpable de tanta desgracia que vivimos los colombianos de a pie.
Según mi opinión el mayor culpable del atrazo en Colombia es EL INNOMBRABLE si, EL MATARIFE.
¡¡¡¡He dicho!!!!
Es que en este país hablar de reivindicación de derechos y de justicia social ya es un delito! Se tiene que ester de acuerdo con el régimen y quien critique queda matriculado como tóxico, mamerto . Eso es democracia?
Excelente columna, mi gran preocupación es la «justicia» de este país, voy por los últimos escalones del 6 piso, será que antes de que me «vaya», podré ver al «MATARIFE» detenido?????????????????