La reglita del Ministerio de Educación Nacional: las pruebas Saber Pro

El Estado no se preocupa por pensar en la educación que se despliega en el país, aun así, no debemos perder el horizonte: el principio fundamental de la educación es la esperanza. 

Opina - Educación

2020-12-08

La reglita del Ministerio de Educación Nacional: las pruebas Saber Pro

Columnista 

Camilo A. López Echeverri

«La educación, tal como ella existe en la actualidad, reprime el pensamiento, transmite datos, conocimientos, saberes y resultados de procesos que otros pensaron, pero no enseña ni permite pensar» (Zuleta, 1985)

Hace poco se realizaron los exámenes estandarizados Saber Pro, estos tienen como finalidad dejar en evidencia cómo se encuentra la «calidad» de la educación superior de nuestro país. Curioso es preguntarse algo que estos exámenes pasan por evidente y es, ¿cómo diablos se mide la calidad de la educación superior con un examen que es para todos los programas que las universidades ofrecen?

Naturalmente, esta pregunta es difícil de responder, pero es pertinente analizar los objetivos que tiene el examen para mirar su pertinencia. Estas pruebas tienen cuatro objetivos: comprobar el desarrollo de las competencias de los estudiantes, proporcionar información que aporte a la comparación de programas e instituciones de educación superior, producir indicadores de valor agregado en comparación con los egresados de las instituciones de educación superior, servir como fuente de información para la creación de indicadores de evaluación.

En uno de estos objetivos aparece una palabra supremamente compleja para la educación superior, las competencias, pues la organización de las universidades está orientada por competencias. Solo hay que dirigir la mirada a el Decreto 5443 en el cual se especifican las características específicas de la calidad de los programas de formación profesional de educación. Mediante competencias profesionales se dictamina el perfil del futuro docente y hay una sustancial disminución de programas. Por ejemplo, en educación especial, en etnoeducación, en fin.

Los otros tres objetivos que restan hacen referencia a comparaciones entre instituciones e indicadores de calidad para la mejoría de la calidad de las instituciones de educación superior, estos tres últimos objetivos dejan en evidencia las supuestas competencias en las que los profesionales de nuestro país fallan. La búsqueda de indicadores de calidad en materia educativa solo se ha basado en encontrar una regla para medir a todos los estudiantes de nuestro país. 

Las competencias que perfilan las profesiones de nuestro país se encuentran mediadas por un sistema económico puramente neoliberal. Gracias a ello, nos encontramos con un boom de pregrados alrededor de la economía. Por ejemplo, Contaduría Pública, Administración de Empresas. A su vez, hay una excesiva reducción de pregrados en Humanidades. Esto, se debe a que en nuestro país existe una excesiva racionalización de todos los aspectos de la vida humana. En Colombia nos contentamos nos miden y vemos cifras.  

El número es lo que caracteriza la educación en nuestro país, tanto educandos de educación básica como de educación superior se encuentran definidos por un número. Esta es la finalidad que encubre este examen; la dictadura de la medición en la educación. Se pretende medir la educación en la que se encuentran los futuros profesionales y las instituciones de educación superior mediante un examen que es igual para todos, sin importar su pregrado o a la institución a la que pertenece.

Uno de los posibles reclamos que se puede realizar a este examen, es el siguiente: en Colombia contamos con una amplia gama de dialectos, que muchas de las tribus indígenas y movimientos tienen, sus lenguas son supremamente importantes para el desarrollo de sus tribus o sociedades a las que pertenecen, por dicha razón, muchas instituciones de educación superior, como la Universidad de Antioquia tienen programas como Licenciatura en Pedagogía de la Madre Tierra, programa que se ofrece a comunidades indígenas de nuestro territorio, en ese sentido, muchos de los maestros pertenecientes a pregrados, cómo pueden reproducir sus conocimientos en las lenguas nativas de cada comunidad.

El examen Saber Pro presupone, o impone, que todos los profesionales deben poseer dominio sobre la lengua inglesa, o es que acaso las personas que optan por una lengua diferente, o hacen parte de pregrados como el mencionado, no tienen las mismas capacidades que aquellos que son angloparlantes. Esta conclusión de nuestro examen estandarizado deja en evidencia repercusiones mucho más profundas. Este tipo de éxamenes busca legitimar la educación que el Estado mismo se encuentra impartiendo, y detrás de esta legitimación, está la imposición de un sistema educativo hegemónico donde no hay cabida para la diversidad. 

Finalmente, es necesario repensar que posibles mecanismos de evaluación a nivel nacional es pertinente llevar a cabo, y a su vez, repensar en cómo llevar a cabo estos mecanismos, pues se caracterizan por ser excluyentes y al mismo tiempo impositivos. Estos exámenes dan por sentado todo aquello que deberían saber sus estudiantes. ¿Realmente estas pruebas estandarizadas saben las condiciones materiales de cada uno de los estudiantes que presentan su examen?, ¿el Estado comprende la realidad de la educación superior en su territorio?, ¿solo importa mejorar el país a nivel productivo, económico, o educativo? Todas estas preguntas surgen en medio de un país totalmente intolerante, en el que la vejación de derechos se ve en cada esquina, en donde los estudiantes de educación superior, en el ámbito público, tienen que poseer un trabajo para sostener su educación, y en el que el Estado no se preocupa por pensar en la educación que se despliega en el país, aun así, no debemos perder el horizonte: el principio fundamental de la educación es la esperanza. 

Fuente:

Zuleta. E. 1985. Educación y democracia. Revista educación y cultura. 

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Camilo A. López Echeverri
Estudiante de Licenciatura en filosofía de la Universidad de Antioquia. A veces mi alma se regocija de indignación.