La realidad colombiana ante ojos comunes

Esta lucha interminable ha tenido al pueblo como principal campo de batalla, principal afectado, y principal olvidado, pero claro, los ignorantes al poder ni les va ni les viene el dolor ajeno de los pobres.

Opina - Política

2021-05-10

La realidad colombiana ante ojos comunes

Columnista:

Jerónimo Góngora

 

A raíz de la presente situación en Colombia, infinidad de ideas podrían crearse y juzgarse, montón de puntos de vista pueden contrastar y chocar, tal vez para crear una verdad absoluta, o para ser generadores de conflicto, tanto por los sectores manifestantes que luchan por producir un cambio, como por los poderosos beneficiados del poder. Todo lo transcurrido nos incita a pensar y reflexionar más allá de lo obvio. ¿Qué está pasando? Mi intención en este breve escrito es dar una explicación directa a los sucesos, basados en las perspectiva de un ciudadano del común y corriente que desespera por alzar su voz de manera mediática.

Lo que a simple vista se nos presenta es un malestar notable que ha sido consumado por mucho tiempo, la indignación de la gente se representa en los disturbios, marchas y gritos de voz para denunciar lo que ha sido normalizado, lo que se nos ha vendido como una verdad natural, lo que nos han querido instruir a la fuerza bruta. El resultado que le depara a Colombia no es más que las consecuencias de este abuso y violación del derecho a ser ciudadano, no es más que una respuesta a la indignación nacional por la precaria forma en la que los partidos políticos tradicionales y malintencionados han tratado al pueblo y a su patria. 

La situación presentada es culpa de dos entes, las potencias internacionales (las cuales con su tráfico de influencias mundiales doblegan a los pobres gobiernos corruptos) y los mismos gobiernos corruptos de países en vía de desarrollo que permiten la explotación extranjera de nuestro material útil y patrimonio rico. Culpar a uno u otro individuo en situaciones de naturaleza tan bilaterales y polarizadas es un error. No podemos dar la batuta y tachar a un solo nombre, en estos precisos casos, se requiere un accionar social único; se necesita la revuelta ciudadana contra los que se encuentran actualmente en el mandato y a sus jefes escondidos en el anonimato supremo internacional.

Cabe destacar el origen de todo conflicto en nuestra tierra, la cual se remonta al ciclo de violencia interminable y duradera, en la que han sido participes las fuerzas «legales» de la nación y las fuerzas ilícitas que buscan intereses propios o un bien social justificante de recurrir a la agresión. Esta lucha interminable ha tenido al pueblo como principal campo de batalla, principal afectado, y principal olvidado, pero claro, los ignorantes al poder ni les va ni les viene el dolor ajeno de los pobres, ¿o sus intenciones han sido siempre de hacerse los de la vista gorda? No lo sabremos hasta que la verdad construida salga a la luz.

El malestar generado es inmenso y la náusea ante las atrocidades sucedidas es fatal. ¿Cómo podemos hacer entender nuestra voz ante los que (al parecer) estamos hablando otro idioma? Bien sabiendo, no hay una respuesta clara ante esto, ya que los mismos mecanismos dispuestos para denunciar abusos, para discriminar autores intelectuales o para reclamar la mínima decencia ciudadana y derechos sociales de paz están sumidos para los intereses oscuros de los malvados, promoviendo el olvido del ciudadano promedio y el rechazo ante los problemas de este. El pueblo no tiene un representante que los defienda, ni mecanismos eficientes para defenderse él mismo. Nos cortaron brazos y piernas, y hemos intentado salir y caminar, esto siendo motivo y motor de la revuelta social que se presenta hoy en día, y la que a mi parecer, está justificada.

La pregunta ahora debería centrarse en ¿cómo resolveremos esto? O, mejor dicho, ¿cómo obtenemos una paz permanente y verdadera? Bajo el punto de vista de este estudiante y ciudadano del común, la única forma de lograr un cambio permanente y duradero, es explotar lo más posible nuestro derecho a la protesta. No soy un anarquista ni un vándalo, solo soy alguien consciente de que los cambios grandes y radicales no tienen cabida mediante el consenso con las elites ni mediante el diálogo limitado ni mediante promesas para calmar el furor. En una sociedad donde los intelectuales y poderosos viven en su burbuja de cristal privilegiada, totalmente desconectados de la realidad social clamante de igualdad, el único modo de que las cosas cambien parece ser el producir ruido, el inquietar a las organizaciones poderosas, en nombrar a los monopolios y entidades que mueven influencias perversas, para que estos planten cara frente a sus actos escondidos contra la soberanía del pueblo violentado.

Firmes, sin doblegar nuestra convicción se podrá avanzar y construir un país de todos, donde las voluntades sean honestas, las oportunidades iguales, y el bien de la mayoría triunfe por encima de cualquier interés particular. Esa es la Colombia que aspiro conocer algún día o espero escuchar cuando mi vida se extinga. Adelante estaremos para ser creadores de nuestro destino y veremos lo que estamos hechos para ser.

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Jerónimo Góngora