La mala hora de los medios de comunicación

El reversazo de Semana de ninguna manera podrá limpiar su imagen ni borrar el sinsabor que ha dejado en sus lectores. Es muy triste saber que haya reculado por obedecer a un interés meramente económico para evitar la debacle en sus ventas, y no por saberse en un error.

Opina - Medios

2019-06-13

La mala hora de los medios de comunicación

El daño ya está hecho: la credibilidad de la Revista Semana ha sido mancillada por su propia mano al suspender de tajo la columna de Coronell y hoy, dos semanas después del suceso y habiendo ya entendido la amargura del escarnio de la opinión pública que no perdona, decide recular en su decisión y retornar al consagrado periodista.

Pero el daño no es propiamente el haber expulsado al columnista, por lo que sus culpas no son expiadas de ningún modo.

La verdadera culpa y la razón que ha indignado a sus lectores y suscriptores es el hecho, aún sin aclarar, de la omisión en la publicación de un informe que detalla de buenas fuentes la latente posibilidad del resurgimiento de falsos positivos, mediante la directriz de incrementar bajas en combate.

Con el retorno del columnista, esta situación ni se aclara ni se perdona. La mala hora de los medios y de los periodistas no es nueva, ni menos exclusiva de Semana.

Recordemos, por no ir más atrás en el tiempo, la pasada campaña presidencial en la que los medios de comunicación y los periodistas adeptos al Establecimiento, tal y como es conocido, jugaron un papel fundamental, por no decir infame, a la hora de moldear la opinión de los votantes.

Luis Carlos Vélez, por ejemplo, de manera muy didáctica y casi lúdica se dedicó a hacer un riguroso “test musical” al entonces candidato Iván Duque; mientras que, en el mismo espacio, fusiló a Gustavo Petro sobre el origen de los recursos para comprar la casa donde vive. Patético, pero no es el único caso.

La casa RCN, por su parte, parecía más la oficina de relaciones públicas del uribismo que un medio imparcial de comunicación, dando su apoyo irrestricto al candidato puesto por el señor del Ubérrimo, inclinando la balanza en entrevistas y debates, afectando y socavando la respetabilidad del oponente y definiendo de manera velada la intención de voto de los más incautos.

La situación mencionada no es, por supuesto, nueva ni recién aparecida en la escena nacional. Ya el periodista Yohir Akermann en el año 2015 fue expulsado del diario El Colombiano, por supuestamente, ir en contra de los principios regentes en ese medio de comunicación.

De igual forma, la entonces columnista Claudia López fue retirada del periódico El Tiempo por afirmar sin rodeos que ese diario sostenía un sesgo evidente hacia los intereses de su otrora socio Juan Manuel Santos; y por cuestionar el manejo dado por ese medio al tema de Agro Ingreso Seguro.

La mala hora del periodismo ha estado presente desde siempre. Los medios de comunicación siempre han sido de propiedad y, por ende, han estado al servicio de las familias poderosas que manejan el país.

Verbigracia, hace treinta años, el noticiero TV Hoy era propiedad de la familia Pastrana Borrero; el noticiero 24 Horas, propiedad de Álvaro Gómez Hurtado; al igual que El Noticiero de las Siete era propiedad de Felipe López, hoy accionista de Semana.

Mal indicio para suponer que esos medios, como los de ahora, puedan tener objetividad e independencia a la hora de informar. Los periodistas se han convertido en mercenarios de la opinión y se olvidaron de su noble misión de informar, de manera ecuánime y sin sesgos.

Un periodista, sea cual sea el medio para el cual trabaje, o sea cual fuere su orilla ideológica y de pensamiento, tiene una sola misión cuando se pone el overol de periodista: decir la verdad. Solo la verdad. No es muy difícil ese ejercicio, pero lamentablemente en la cotidianidad no les es muy frecuente practicarlo.

El reversazo de Semana de ninguna manera podrá limpiar su imagen ni borrar el sinsabor que ha dejado en sus lectores. Es muy triste saber que haya reculado, no por razones ni convicciones filosóficas de saberse en un error y tener la hidalguía de reconocerlo y enmendarlo; sino que, por el contrario, obedece a un interés meramente económico para evitar la debacle en sus ventas.

Es lamentable viniendo de un medio tan respetado como lo es la Revista Semana, pero es aún más lamentable que debamos condenar al olvido aquella omisión deliberada por parte de la revista de informar a la opinión pública sobre un asunto de tanta trascendencia, solo por el hecho de volver a formar en sus filas al respetable columnista Daniel Coronell.

Un hecho no puede tapar a otro, así sin más. Aún quedan muchas explicaciones por dar que no pueden borrarse solo por volver a tener la columna de Coronell cada domingo en nuestras manos.

 

 

Foto cortesía de: RCN Radio

 

 

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Mauricio Pérez Moreno
Defensor de la educación como único método confiable para la resolución de nuestros conflictos sociales. Amante de los libros de historia y adicto a los cubos Rubik. Treinta y cinco años tratando de entender a Colombia sin mucho éxito. Convencido de que La Verdad, aunque se halle escondida debajo de las piedras, nos hará verdaderamente libres.