En los últimos días una de las noticias más sonadas fue la de la supuesta reunión de los expresidentes Álvaro Uribe y Andrés Pastrana con el primer mandatario de los Estados Unidos Donald Trump. Ahora que sabemos que dicha reunión no fue más que un simple encuentro casual en un pasillo cualquiera del exclusivo club Mar-a-Lago en Florida, solo nos queda debatir sobre el contenido de la carta enviada al Congreso norteamericano por parte del jefe del Centro Democrático. Antes que nada, una vez más queda de manifiesto la orfandad de poder que aqueja al doctor Uribe, quien no desaprovecha oportunidad para poner palos a la rueda de la paz.
El método rastrero e infame de utilizar los asuntos internos de nuestro país para hacer política a su favor en el exterior es comparable a todo lo que él mismo desaprobó de sus contradictores durante su mandato. En una de aquellas ocasiones no ahorró en reclamos en contra de la entonces senadora Piedad Córdoba, al ésta llamar en escenarios internacionales a cortar vínculos diplomáticos con el gobierno del doctor Uribe. Incluso llegó a mencionar el delito de “Traición a la patria” por parte de la senadora, echando mano del macartismo aún latente en el país, para sepultar a la congresista ante la opinión pública. En otras palabras, con este tipo de actuaciones, Uribe nos demuestra que no es diferente de quienes despotrica ante cada cámara que le enfoca.
No obstante, como la política es dinámica y cambiante, más aún en un personaje tan conveniente que suele alterar su discurso dependiendo de la conveniencia del momento, lo sucedido la semana anterior no dista mucho de lo que condenaba con tanta vehemencia durante su mandato. La táctica de niño dando quejas para que el padre castigue a su hermano no le queda bien al expresidente dada la relevancia mediática internacional y la investidura y dignidad como senador que hoy ostenta.
Menos aún le hace bien al país esa actitud de ir a regalar nuestra soberanía al gobierno de los Estados Unidos, ya que los temas tratados en la misiva enviada por el doctor Uribe al congreso norteamericano, dejan esa sensación de otorgamiento de facultades al gigante del norte en temas enteramente internos y de resorte soberano de los colombianos.
¿Qué pretende el expresidente? Nada diferente a que sea Trump y su congreso de mayorías republicanas quienes manejen la agenda política, económica y social de los colombianos.
Justamente lo que desea con ahínco, es que Estados Unidos y la Unión Europea recorten su ayuda y apoyo al proceso de paz que tanto odia. El objetivo principal del hoy senador es lograr que la comunidad internacional mire con recelo lo que ocurre con el proceso de paz con las guerrillas y de golpe le dé la espalda al postconflicto que se viene. Nada muy diferente a lo que pretendía Córdoba durante los años del gobierno Uribe.
Por otro lado, uno de los puntos de la carta dirigida al congreso, a su vez impulsada por el senador republicano Marco Rubio, es la conversión del estado colombiano a imagen y semejanza del modelo castrochavista de Venezuela. Nada más alejado de la realidad. En siete años de gobierno de Santos no ha habido la primera nacionalización de empresas, tal como ha sucedido en la Venezuela de Chávez y Maduro. Por el contrario, el modelo económico colombiano sigue siendo el mismo esquema neoliberal con que ha sido gobernado desde que somos república. No perdamos de vista que hace tan solo un año el estado, valido de toda clase de argucias, logró vender Isagen a extranjeros sin importar la viabilidad financiera que esta representaba para el erario público. Y lo mismo ha sucedido con otras empresas, y seguirá sucediendo.
En cuanto a política económica, el modelo económico colombiano no es ni de cerca asistencialista como lo ha sido el modelo venezolano. Muy por el contrario, el gobierno de Santos, nos acaba de meter las manos al bolsillo con su tan controvertida reforma tributaria. Si esto es un modelo socialista y castrochavista, entonces tal vez Karl Marx se debe estar revolcando en su tumba.
Otro punto de la carta es la peregrina teoría de que la economía colombiana no se encuentra en recesión debido al auge del narcotráfico. Creo que esta queja se equivoca de destinatario ya que el problema del narcotráfico es un asunto conjunto que flagela por igual a los dos países: sin la demanda de consumo norteamericano no existiría la oferta de drogas colombianas. Así de simple. No podemos ir a quejarnos por un problema ante quien nos está ayudando a enterrarnos en él. Si el gobierno de los Estados Unidos reconociera el fracaso de la política antidrogas y estudiará otros métodos no prohibicionistas para combatir el consumo, seguramente podría verse desestimulada la producción en países como Colombia.
Pero como es habitual en el senador Uribe, sus jugadas políticas no son basadas en la lógica sino en su propia conveniencia. Así las cosas, debemos estar preparados para toda la andanada de argucias rastreras y posverdades a las que nos tiene acostumbrados el senador, de cara a la contienda electoral de 2018.