La fórmula ganadora

El partido de Gobierno hoy muestra un cúmulo de jóvenes con un fanatismo furibundo y un pensamiento más medieval que posmoderno.

Opina - Política

2020-06-10

La fórmula ganadora

Columnista:

John Fernando Mejía Balbín

 

El uribismo, consciente de su constante pérdida de imagen favorable y de sus cada vez más comprobadas actuaciones presuntamente delictivas y sus nexos con personajes tenebrosos, muchos presentes en las mismas entrañas de la colectividad, aprendió rápido la lección después de la derrota en las elecciones de 2014 —a pesar de las artimañas que tanto su contendor como su competidor realizaron.

Estos, comprendieron rápidamente que sus personalidades insignia ya tenían demasiados cuestionamientos a cuestas como para que pudieran ser lo que llaman “cartas ganadoras”, como en otrora lo fueron en lo referente a procesos de elección. Ahora era necesaria una renovación, un cambio de imagen que trajera personajes que aparenten ser caras nuevas, recién llegados sin manchas o compromisos políticos, a pesar de que estén igual de amarrados y con las mismas mañas de sus mecenas. 

Se acudió a la falsa renovación juvenil, esa que todavía engaña a los incautos haciendo creer que la juventud es sinónimo de innovación y de amor por la justicia y las causas sociales, cuando el mismo partido de Gobierno hoy muestra un cúmulo de jóvenes con un fanatismo furibundo y un pensamiento más medieval que posmoderno, afines a una lógica gansteril de hacer las cosas y convencida de que los privilegios son para unos pocos.

Estos jóvenes son la gran carta: limpian la imagen maltrecha del partido, son fieles a los ideales del mismo, pues por lo general, manifiestan un fuerte fanatismo hacia este, pero eso es algo que su juventud disfraza. Por su juventud, normalmente no están en el radar de los medios de comunicación críticos del partido. Por tanto, no parecieran tener relaciones con los viejos gamonales tan cuestionados por sus actuaciones y eso los hace confiables incluso para los que no creen en la derecha, pero que también le temen a la izquierda; es decir, crean una falsa sensación de moderados. Y para completar sus grandes cualidades, al ser advenedizos no cuentan con un capital político o con los nexos en los cuales refugiarse en caso de que estos quieran separarse de la colectividad —esa lección la aprendieron de Juan Manuel Santos—. En consecuencia, le han vendido el alma al diablo de manera irremediable. 

Iván Duque fue el primer gran ejemplo de que la fórmula sí funciona y, como equipo que gana no se toca, se siguió acudiendo fuertemente a esta estrategia en los comicios de alcaldes y gobernadores del 2019, que en ocasiones funcionó, sobre todo en las elecciones de poca monta, donde se puede manipular más fácil al electorado. Pero también, estas elecciones develaron su punto débil. 

Uno es que el candidato debe mostrar una cara de renovación, pero no al punto de ser un completo desconocido para los poderes locales, que siguen teniendo preeminencia en sus regiones y necesitan a alguien confiable que cuide sus negocios. Dos, las coaliciones partidistas son todavía demasiado fuertes en muchas regiones como para ser derrotadas por un recién llegado.

En los días que corren se puede ver el peligro tan grande de caer en la trampa de elegir a esos supuestos jóvenes “moderados y demócratas” para nuestro país. Y esto es fundamentalmente porque al ser elegidos muestran su verdadero y macabro rostro: personas fuertemente comprometidas con las ideas de su partido, convencidas no solo de que lo que hacen es lo correcto, sino de que lo hacen bien, se dejan engañar ellas mismas por aquello en lo que se mimetizaron; es decir, ungidas con la capacidad de transformar y hacer historia. En consecuencia, pierden el sentido de la realidad mientras llevan el país al abismo y cumplen con la encomienda de sus patrones y amigos. 

Hoy, en las figuras del fiscal general de la Nación que no tardó en mostrar su peligrosidad, manejando una institución omnipotente y todopoderosa; y en un presidente, que sigue mostrando que es un verdadero showman. Un actor bastante capacitado en su reality diario, bueno para ponerse y quitarse máscaras; y para evadir la realidad se da cuenta de la necesidad de develar a la gente la trampa que hay detrás de esta fórmula ganadora, a la que seguramente seguirá acudiendo el partido de Gobierno y de la cual tenemos que sacudirnos como país si no queremos seguir rodando cuesta abajo.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

John Fernando Mejía Balbín
Licenciado en Ciencias Sociales, especialista en Gerencia educativa, Magister en Ciencias de la Educación, investigador y gestor investigativo.