Columnista:
Fredy Chaverra
Mientras escribo está columna las bombas caen sobre la Franja de Gaza y destrozan la humanidad de los inocentes sitiados por el Estado de Israel.
El genocidio se consuma ante la mirada del mundo occidental, que ve, como el Derecho Internacional Humanitario, aquella conquista «histórica» de la modernidad creada con la firme intención de sacar a las sociedades de la barbarie de la guerra y llevarlas a la civilidad, se convierte en un frágil tigre de papel ante la sed de sangre de Benjamín Netenyahu, quien ya puede pasar a la historia como uno de los mayores genocidas de los tiempos modernos.
Al cumplirse cien días de la guerra entre Israel y Hamas, las cifras de la barbarie solo pueden helar la sangre. Según la organización Save the Children, los niños son los que más están padeciendo los rigores de la guerra, los ataques indiscriminados y el bloqueo inhumano en Gaza se han cobrado la vida de miles de menores, cada 10 minutos muere un niño en aquella «tierra prometida», y muere despedazado por las bombas del Estado de Israel, el que dice ser el «pueblo elegido» por Dios.
Parece que las grandes potencias occidentales no han podido encontrar la forma de parar el genocidio o hacer valer los principios del Derecho Internacional Humanitario, o más bien, no han querido, ya que, sometidos en las instancias multilaterales por los poderosos aliados de Israel —especialmente Estados Unidos— se han visto doblegados por los intereses del genocida Netenyahu. Quien no da su brazo a torcer en su ofensiva para acabar a Hamas y de paso arrasar con la vida de cientos de miles de inocentes.
La Franja de Gaza está sumida en la mayor crisis humanitaria de su historia. Oriente Medio cambió para siempre. Desde la mortal incursión militar de Hamas en territorio israelí el pasado 7 de octubre de 2023, donde murieron 1200 personas y 240 fueron tomadas como rehenes, han muerto 24 000 personas. Cerca de 1.9 millones de gazatíes se han desplazado al sur de la Franja y la ONU ha advertido que la mitad de la población corre el riesgo de morir de hambre. Los calificativos ya se quedan cortos para definir la situación.
Solo queda, por el momento, seguir haciendo un llamado a la movilización y a la solidaridad. En cientos, miles, en cada rincón del mundo. En un grito de humanidad que conmueva al mundo entero y llegue hasta Gaza, que le haga entender a los líderes de las potencias occidentales que es imperativo que actúen de inmediato para detener el genocidio del pueblo palestino, el asesinato sistemático de miles de niños, el bloqueo, el desplazamiento forzado. ¡Parar la sed de sangre y venganza del genocida Netenyahu!
Tal vez, un atisbo de esperanza se encuentra en la demanda acogida por la Corte Internacional de Justicia en La Haya y que presentó Sudáfrica —con el apoyo de 50 países del mundo Árabe y de África— acusando a Israel de un patrón genocida contra los palestinos. Según la abogada sudafricana Adila Hassim: «Israel ha matado a un número incomparable y sin precedentes de civiles, con pleno conocimiento de cuántas vidas civiles se cobrará cada bomba».
Al terminar está columna pienso en los seis niños palestinos que murieron mientras la escribía, en los cientos que van a morir mañana, en los miles que seguirán muriendo en las próximas semanas si no se le pone un alto a ese patrón genocida.
