«Estamos desengaños de Duque, no de Colombia»: habitantes de Providencia

Una cosa es lo que dice el Gobierno y la Gerencia para la Reconstrucción y otra la que viven día a día; en especial porque millares siguen viviendo en carpas, cambuches y casas en precario estado.

Infórmate - Ambiente

2021-06-29

«Estamos desengaños de Duque, no de Colombia»: habitantes de Providencia

Autor:

Wilmar Vera Zapata

 

Por la puerta de atrás, así fue la salida del presidente Iván Duque de Providencia, el pasado 18 de junio, cuando para evitar encontrarse con un grupo de ciudadanos del Comité Cívico Permanente de Providencia y Santa Catalina que deseaba conversar sobre las quejas que tienen del proceso de reconstrucción, pasó por una zona donde hay materiales y no dio la cara.

«No lo podíamos creer. Nunca pensamos que podía hacer eso», expresó Arelys Tatiana Fonseca, integrante del comité, cuando supo que la promesa de la avanzada de seguridad y de la comandante de la Policía de la zona de que el primer mandatario los iba a recibir tras su paseo isleño fue un engaño.

«No fuimos con tono agresivo. Así como se dignó en hablar con los que iban a decirle algo bueno, que son las mismas personas de siempre, nos quedamos para que nos escuchara. “Que ya el presidente viene a hablar con ustedes”, dijeron y simplemente era un distractor para sacarlo por donde están los materiales de construcción. Nos pareció una cosa increíble, no pensamos que lo iban a sacar por ahí. Fue un engaño y dijeron que éramos uno o dos, nosotros tomamos la vocería y se vio que éramos bastantes», explicó Fonseca.

Como si fuera poco, el 23 de junio, centenares de providencianos marcharon por la isla protestando por el abandono que sienten del Gobierno nacional, el lento proceso de reconstrucción, que ya va para ocho meses, y la preocupación ante la temporada de huracanes del 2021 que está empezando.

«Nunca en Providencia nos habíamos manifestado de esta forma. Mucha gente nos apoyó y eso que otros fueron amedrentados para que no salieran», añadió Edgar Jay, pescador e integrante de la asociación I-Fish, que junto a otras organizaciones ciudadanas, civiles, deportivas y comunitarias conforman el comité.

La verdadera cara

Para los nativos y raizales, los colombianos continentales no conocen la verdadera cara de lo que padecen tras el paso del huracán Iota, a finales del año pasado. Una cosa es lo que dice el Gobierno y la Gerencia para la Reconstrucción y otra la que viven día a día; en especial, porque millares siguen viviendo en carpas, cambuches y casas en precario estado.

«La gerencia de la reconstrucción no está reconstruyendo. Desde el principio comenzó mal: hay fraude a la ley cuando el presidente nombra una gerencia de reconstrucción que no aparece en ninguna parte de la legislación administrativa del país. ¿Dónde aparece una normatividad que establezca que debe haber una gerencia nombrada por el presidente de la República que se tome todo el control en un municipio afectado por un desastre natural?», se interroga Jay.

Además, al principio fueron convocadas personas afines con el Gobierno para las mesas de concertación, donde, según los consultados por La oreja roja, no se concertó nada. Simplemente, invitaron a la comunidad a ser testigos de las decisiones que tomó la gerencia desconociendo, incluso, a la autoridad ancestral, municipal y departamental, denunciaron otras fuentes que pidieron reserva de su nombre.

A partir de ahí –dicen —como empezó mal siguió mal: 

  • Los diagnósticos realizados entre los afectados fueron equivocados porque no tuvieron en cuenta las condiciones tradicionales de sus viviendas, no se consultó la condición raizal de las construcciones tradicionales, lo que generó el error de anunciar que en 100 días levantarían los hogares de los isleños, fecha que luego cambió a enero y tampoco se cumplió.
  • Duque propuso cuatro modelos de casas con búnker en ellas para proteger a sus habitantes, pero hasta el momento ese modelo no se está realizando.
  • Las viviendas a reconstruir rebajaron de forma sustancial, ampliando las que clasificaron para «reparación», aunque a muchas de ellas literalmente no les quedó ni el piso.
  • El Gobierno anunció que pagaría los servicios públicos. Lo curioso es que, sin hogares ni electrodomésticos, las cuentas de energía llegan por $200 mil pesos, cuando antes eran de $60 mil y no saben si los pagarán o les dejarán la deuda. Además, ¿por qué subió tanto?
  • Muchos de los techos que muestran reconstruidos en su gran mayoría no tienen amarres antihuracanes. Y cas todas esas reparaciones las están haciendo los propietarios sin apoyo del Gobierno.
  • De 17 albergues prometidos solo han acondicionado cuatro y no están listos para enfrentar una nueva emergencia, además comenzaron a ejecutarlos por reclamo que hicieron los entes de control.
  • A numerosas viviendas alcanzaron a arreglarles solo las fachadas, pero no la totalidad de las estructuras. Y si piden que terminen las obras, los funcionarios dicen que el presupuesto se acabó.
  • No hay claridad de cuánto están invirtiendo por cada casa.
  • La Armada Nacional se aprovechó del desastre para tomar el muelle de una asociación de pescadores en Old Town y está construyendo una base de guardacostas, a pesar de que no tienen autorización, ese lugar no es adecuado y hasta la autoridad ambiental y un fallo de acción popular en 2015 rechazó la posibilidad de ubicarse en ese lugar por ser zona protegida, por tener un manglar y un afluente natural.
  • A los trabajadores de las cuadrillas traídos para reconstruir no les están pagando bien y si se quejan o reclaman son despedidos, por esa explotación no muchos isleños quieren trabajar con ellos.
  • Tras Iota, las fuerzas militares, de policía y policía judicial llegaron de forma masiva a la isla. Algunos calculan que son cerca de 1000 hombres armados, en una zona que históricamente no recibía más de 50 uniformados. Al parecer, dicen los consultados, para amedrentar a la comunidad.
  • La Gerencia de la Reconstrucción y Findeter no permiten que otras organizaciones apoyen el proceso de reconstrucción, teniendo en cuenta que la diáspora raizal desea apoyar el proceso y cuenta con la experiencia de varios países caribeños que conocen el manejo de desastres por huracanes.
  • Luego de su paso, numerosos jóvenes fueron evacuados a otras partes y, hasta el momento, no han podido regresar a su tierra.
  • Hay un grupo de ingenieros, arquitectos y personal oficial que se encuentra usando las instalaciones reconstruidas, en lugar de hacerlo los habitantes afectados.
  • El hospital padeció múltiples daños, por lo que se acondicionó uno de campaña, el cual hoy no cuenta con elementos para su funcionamiento. Los pacientes deben llevar sus medicamentos y las tres farmacias existentes están al otro lado de la isla.
  • Muchos enfermos deben ser enviados a San Andrés, porque no los pueden atender en el hospital de campaña.
  • Parece que se está politizando la inclusión para recibir ayudas o la reconstrucción de los hogares, exigiendo documentos de propiedad cuando muchos de los 6000 habitantes quedaron sin nada y solo recurrieron a la historia y la memoria para reconocer a los antiguos y tradicionales propietarios.
  • Varios consultados dijeron tener miedo de protestar o mostrarse inconformes con la demora en la reconstrucción, incluso denuncian presiones de las autoridades para que no protesten, pueden perder sus puestos o no los vuelven a contratar.
  • ¿Por qué la demora para reconstruir los hogares? Algunos dicen que es una forma de presionar, de obligar a que algunos vendan sus propiedades a favor de empresas turísticas que tienen sus intereses en mega obras y ven en esta crisis la oportunidad para el zarpazo que esperaban desde hace décadas.

 

Lo que sigue

Ante ese panorama desolador, muchos guardan la esperanza de que ahora que está organizada la comunidad y las fuerzas vivas, el Gobierno nacional no se siga escabullendo por la puerta de atrás y les responda las dudas. Además, los habitantes de Providencia y Santa Catalina sienten que «despertaron»; ya no son tan indolentes con su futuro como antes. El Comité Cívico Permanente por la Dignidad y el Campamento por la Dignidad son ejemplos que lo demuestran.

Y así como el 23 de junio marcharon izando la bandera azul de Providencia con una cruz de San Andrés —o de aspas blancas—, para conmemorar los 199 años de la anexión a la Constitución de Cúcuta, que conformó la Gran Colombia, se rompió una desidia constante en la forma de ser del isleño. Incluso, muchos en el archipiélago sienten que el huracán Iota pudo destruirles sus hogares, pero les dejó un deseo enorme de luchar por su comunidad, y les piden a los colombianos continentales que no los olviden, que los apoyen, pues no se sienten defraudados del país nacional sino del país político. Por lo que esperan pronto volver a entonar, con convicción y esperanza, lo que anuncia su himno que resume su existencia ancestral: 

«En el aire brilla la alegría/ ¡la vida es bella como el mar! / y hay un olor en la mañana/ a paraíso terrenal».

 

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Wilmar Vera Zapata
Periodista, magister en Historia y doctorando en Ciencias Humanas y Sociales. Es amante de la literatura y docente universitario.