Señores deportistas, muchas gracias por su disciplina y sobre todo, por querer representar un país que no los apoya. Y así es, la situación es tan directa que pretender tapar el sol con un dedo es un acto de hipócritas como lo hace el gobierno y sobre todo, los medio de comunicación. Muchos de nuestros deportistas se forjan al sol y al agua, sin que nadie les tire una toalla para el sudor, sin que nadie les brinde un vaso de agua para la sed. Muchos de ellos tienen la fortuna de estar fuera del país y formarse, proyectarse para diversas pruebas, campeonatos y juegos de gran talante. Mientras otros, simplemente se despiertan en la madrugada y llegan al gimnasio o centro deportivo de su ciudad, de su región, de su pueblo a trabajar con los pocos elementos que poseen. Al final, esto representa el olvido en el que está el deporte colombiano, olvidamos la formación pero exigimos en la competencia, queremos todo de ellos, pero no apoyamos el proceso.
Muchos de nuestros deportistas trabajan con las uñas, muchos de nuestros deportistas los guía la pasión y el amor, al igual que a sus entrenadores, muchos de ellos forjados por la experiencia, por el trago amargo que les brinda un gobierno que no cuida de su formación, que no cuida de su proceso, que no brinda la mano cuando más lo necesitan. Simplemente, alzan la voz, alzan el escudo cuando se enteran de los deportistas clasificados y seleccionados para representarnos en los Juegos Olímpicos. Entonces, se arma calle de honor, cita con el presidente, con el dirigente, con ese y con aquel, lugares finos, deliciosa comida y palabras que lo único que generan es un odio que nuestros deportistas mastican suavemente sin afán y con la mayor virtud: la tolerancia.
Los lugares donde se entrenan nuestros deportistas son lugares acoplados y dotados con elementos que se consiguen por patrocinadores que ayudan con lo poco que tienen, luego, con eso se hace milagros. Por ejemplo, la dedicación del entrenador y su esfuerzo por inculcar valores de disciplina y rigurosidad, por estar ahí cuando más lo necesita su pupilo y luego, sentir el mayor placer de ver como se abre camino entre tanta turbulencia y la falta de compromiso de este país con los deportes diferentes al fútbol.
Claramente quizás esta situación no se vea en la capital, pero pensemos en el Chocó, Cali, Barranquilla y otros lugares que aunque sean importantes para el país en su economía, en cuestión del deporte, son la periferia de un país que no sabe cuánto sufre un deportista para poder llegar a donde está, para poder enfrentarse a contrincantes que se vienen preparando en centros de alto rendimiento durante años. La inversión deportiva se hizo con aras en los Juegos Olímpicos, así lo informó Coldeportes: “se invirtió para la preparación y participación colombiana en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Río de Janeiro $32.506 millones, de los cuales $14.590 millones irán para el Programa Deportista Apoyado, así como al pago de incentivos a deportistas y entrenadores medallistas por los resultados de este año. El dinero restante se otorgará a los viajes y gastos de los deportistas durante la competición”.
Que risible se escucha la frase: Deportista Apoyado, pues se sabe que en este momento hay niños y jóvenes sin guantes para boxear, sin tenis para correr, sin fajas para alzar las pesas. O que lo digan las jugadoras de fútbol femenino, algunas de las cuales trabajan en otras cosas para poder vivir y luego, deben dejar todo tirado para representar un país que no es capaz de agradecer su esfuerzo.
Lo peor del caso, es que los medios de comunicación como Caracol Televisión, engrandece el papel del deportista de una forma ridícula y bochornosa, pues lo que hacen con sus reportajes es mostrar una realidad que a nadie toca, que a ellos no les interesa, que usan como amarillismo deportivo. Si los medios en verdad quisieran ayudar, deberían denunciar y hacer seguimiento al dinero otorgado para el deporte, seguirlo y ver en qué agujeros se está perdiendo, verificar en qué bolsillos se está quedando y así, poder hablar de un deportista no por lo que hace en una competición, sino en su proceso desde niño, desde la hora que se levanta hasta la hora en la que se acuesta, cómo se alimenta y qué dieta sigue para mantener su peso y energía para entrenar y competir.
Mientras todo el país se entera que un deportista no tiene casa propia, siente pesar y hasta lloran por la mala vida que les tocó, pero ninguno de nosotros, es capaz de denunciar la injusticia hacia los deportistas, en pocas palabras, se explota el talento, se exige resultados y se paga con migajas.