“La sátira es el arma más eficaz contra el poder: el poder no soporta el humor, ni siquiera los gobernantes que se llaman democráticos, porque la risa libera al hombre de sus miedos»
Dario Fo, Premio Nobel de Literatura.
Según la RAE, la sátira se define como:
– “Composición en verso o prosa cuyo objeto es censurar o ridiculizar a alguien o algo.”
– “Discurso o dicho agudo, picante y mordaz, dirigido a censurar o ridiculizar.”
Y al término calumnia lo define como:
– “Acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño.”
– “Imputación de un delito hecha a sabiendas de su falsedad.”
Estas definiciones citadas ayudan a darle contexto a la polémica suscitada entre el senador Álvaro Uribe y el periodista Daniel Samper, lo primero que hay que tener claro es la diferencia entre la sátira y el delito de calumnia (tipificado en el en el artículo 221 código penal colombiano), del cual al senador ya le ha tocado retractarse en el pasado (Caso Madres de Soacha y caso Hollman Morris) para evitar ir a la cárcel.
Es válido y comprensible que a muchos no les guste el trabajo periodístico de sátira política que hace Samper Ospina, pero no debemos caer en confusiones ni apasionamientos.
La sátira gústenos o no, es muy diferente a la calumnia. Si algunos sienten que el periodista los ha calumniado, pues con pruebas en mano deberían denunciarlo, pero de ser así ya le hubiera tocado retractarse (Como el Senador Uribe) o pagar cárcel por los escritos que realiza ya hace varios años.
Nunca será lo mismo que a una persona le digan payaso, santista, uribista, vago y demás insultos posibles, a que le digan sin matiz alguno, violador de niños, asesino, ratero, etc; siendo mucho más grave cuando viene de una persona con poder y con fanáticos que lo siguen ciegamente y que son capaces de trascender de las palabras a los hechos con sus ofensas.
Muchos periodistas, académicos y políticos de todas las corrientes, incluidos los afines al uribismo, que son usualmente objeto de la sátira política que produce Daniel Samper cada semana, han rechazado con vehemencia y públicamente las temerarias acusaciones (hasta ahora infundadas) del senador Uribe.
Hay que dejar de lado el fanatismo y la conveniencia política para reconocer que los ataques sistemáticos a los periodistas hechos por el senador son muy peligrosos y salidos de contexto.
Nos pueden gustar o no las frecuentes burlas que hace Samper Ospina de la clase política colombiana (Incluido él y su familia), pero intentar justificar los graves señalamientos y apelar a que este columnista constantemente “ataca” a Uribe en sus escritos, revictimiza y pone en peligro al periodista y su familia, e intenta minimizar el grave error cometido por este “Padre de la Patria”.
Somos muchos colombianos que nos divertimos leyendo como se “burlan” de Santos, Uribe, Paloma, Cristo, Gaviria, Cabal, Samper, Pastrana, Petro, Claudia, Ordoñez y otros tantos políticos, que son sometidos a todo tipo de caricaturas, burlas, y demás situaciones incómodas, relacionadas a sus actuaciones como figuras públicas, tomándolas en la mayoría de los casos con sentido del humor o simplemente siendo ignoradas.
Senador Uribe, si de verdad quiere ayudar al país la tiene fácil, agache la cabeza, reconozca su error y pida disculpas, eso sería un muy buen mensaje en estas épocas donde el odio se utiliza para hacer campaña sin importar sus consecuencias, a usted a pesar de todo, aún lo sigue mucha gente, demuestre gallardía y haga su política de otra forma.
Adenda: El apoyo a un político o idea política no debe convertirse en un fanatismo y aprobación ciega, y el desacuerdo en política tampoco debe ser una declaración de guerra entre las personas.