Enrique Peñalosa es sin lugar a dudas la versión bogotana de Álvaro Uribe Vélez. Con una carreta, que no es la de los miles de carreteros que diariamente inundan las calles de la Capital vendiendo cuanta cosa existe, demuestra el porqué algunos dicen es uno de los vendedores de buses más grandes del mundo. Poco a poco ha impuesto con un sistema que no le ha dado una solución real al transporte de los capitalinos, sino que al contrario cada día lo congestiona más.
Su terquedad es incríble, como la de los habitantes de esta populosa y desordenada urbe que se ha ido convirtiendo en la Capital de la mierda… de perro y de humanos. No solamente los caninos van haciendo sus necesidades en cualquier andén sino que los borrachos, los habitantes de calle y cualquiera que no tenga acceso a baños públicos va orinando o cagando debajo de los puentes, en los rincones de los portales y estaciones de Transmilenio o donde los coja su apremiante e incontrolable necesidad, que además está plasmada de una inconsciencia social de las más bajas del mundo.
Y así el señor de la barba blanca, de vestuario elegante y refinado por lo cual atrae la atención y la admiración de las mujeres que ven pinta y no la punta del Iceberg que las haría felices con mejor transporte, seguridad y otras cositas que dan calidad de vida, piensa construir un metro con 26 kilómetros de techo para albergar a miles de vendedores, de atracadores, de mercachifles, etc., y que al mismo tiempo sirve de baño público sin costo alguno.
Pero se ha olvidado de planear la construcción de canales que lleven los cientos de litros de orina y mierda al río más cercano. No ha aceptado consejos de uno y otro sector al respecto e insiste tercamente en lo que a él le conviene y no a la ciudad, contrario a lo que escribió una columnista de un Medio Digital, donde manifiesta que el alcalde de la figura elegante es un “obsesionado por Bogotá” para sacarla adelante, cosa que se desmitifica ante las oscuras intenciones de Peñalosa para con la Capital. A él parece que lo que le interesa es su negocio y nada más.
Ha desestimado los estudios del Metro Subterráneo simplemente para que en el futuro la gente al ver lo beneficioso de ese proyecto no reconozca que fue una iniciativa de Gustavo Petro. Eso lógico, debido a que igual que el expresidente sufre de envidia, de delirios de grandeza y sus ideas son netamente Neoliberales.
Esto lo hace uno más de los que piensan en no dejar que los pobres asciendan a la clase Media, que éstos se incrementen y así muy pocos o ninguno podrá alcanzar la clase más alta; no les conviene que llegue competencia a esa élite que cada día es más reducida y controla a su antojo la política, las empresas, el sistema financiero y la salud de los colombianos.
Pero el común de la gente se ha dejado mangoniar e idiotizar con el cuento de que la izquierda tiene la culpa de todo lo malo que vive el país del sagrado Corazón de Jesús, que cada día se convierte más al cristianismo retrógrado, que desde luego está inspirado no en la enseñanzas del Señor Jesús sino de los señores de la ultra derecha que se han apoderado de casi todo: sistema bancario, política, empresas, Procuraduría, Fiscalía, el sistema de salud, y todo lo que dé dinero y controla las mentes de trabajadores, de amas de casa, de jóvenes entre otros; y eso es lo peor de todo porque se han ido adueñando de las conciencias de esos mismo pueblo-esclavo, que como en la antiguedad gritaba y se enardecía en contra de Jesucristo cuando Poncio Pilatos los puso a escoger entre el salvador y Barrabás. Salvando al asesino y condenando al hijo de Dios.
No solamente hemos vuelto a la época de aquellas civilizaciones sino más atrás, a la edad de Piedra, perdiendo la capacidad de análisis real y no ver la diferencia entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal, entre la paz y la guerra. Colombia es un país de Derecha quiéralo o no. ¿Por qué? Porque esa es nuestra idiosincrasia, desde la época de la violencia donde se disputaban el Poder Liberales y Conservadores y luego se lo repartieron a su antojo. La mentalidad del colombiano se ve muy bien reflejada en el análisis de Darío Echandía, que como una premonición exclamo su famosa frase: “Colombia es un país de cafres”.
Seremos tan cafres que nos comimos el cuento de que la guerrilla se va a apoderar del país y vamos a ser otra Venezuela. Que Transmilenio es el mejor sistema de transporte, que Enrique Peñalosa es uno de los mejores alcaldes y que ama a Bogotá… Mentira como la de todos los avisos que muestran los nombres de las ciudades diciendo que sea de donde sea ama a Bogotá.
Seremos tan cafres, aunque unos más que otros, que algunos nombran con odio a los exguerrilleros y aman al creador del paramilitarismo que ha asesinado diez o más veces personas que todas las guerrillas y la delincuencia juntas. Más que amarlo. Lo idolatran a tal punto de haberlo llevado dos veces a la presidencia y luego al Senado y se dejaron convencer para votar por el NO y así evitar que ya estuviera sentado ante una Corte Internacional respondiendo por sus delitos de Lesa Humanidad.
Pero volviendo al tema de Bogotá, esa Capital de antaño, del cachaco refinado ya no es ni historia patria, porque a nadie le interesa cuidarla y mucho menos amarla. Esa publicidad que pretende inocular ese amor, es puro cuento como lo son las mentiras del alcalde Piedra-Losa, que aparenta calma y sobriedad cuando en realidad es un lobo vestido de oveja, un “profesional chiviado” que engaña para sacar provecho a sus intereses comerciales sin pensar en el verdadero futuro de una ciudad que cada día crece más y más, a tal punto que ya casi llega a los 10 millones de habitantes, sin que él se preocupe por hacer una Planeación concienzuda, seria y honesta para que algún día Bogotá tenga la grandeza que se merece y sus habitantes se sientan dignos de ser hijos de una verdadera urbe que compita entre las mejores del mundo.
Pero pedirle a Piedra-Losa y al jefe Paraco que piensen en la Capital y en el país es como dice uno de los dichos populares: pedirle peras al olmo.
Completamente de acuerdo con el contenido del texto y con el tratamiento que el autor les da a Peñalo(c)a y a Varito. El paraco dizque Alcalde no «ama» a la Capital sino que adora al capital. El Paraco Mayor, a su vez, El Salgareño, para que no haya confusiones, no «ama» a nadie ni a nada más que a la damisela de la guadaña… y es que tiene una poderosa razón: los miles de muertos que él ha causado. Algo nada fácil de sacudirse.
Puede que el columnista esté en lo cierto en sus afirmaciones; sin embargo, no podemos olvidar que la forma como nos expresamos muestra parte de lo que somos y más cuando se escribe en medio alternativo de información. El objetivo no es insultar sino mostrar la verdad. Yo no pude terminar de leer el artículo ya que está enconado; así el fondo sea cierto la forma expide violencia, algo que tratamos de erradicar.
En ningún momento hay violencia en el artículo; si se refiere a que Colombia es un «país de cafres» lo dijo el expresidente Dario Echandía hace muchos años. Entonces no veo dónde está el insulto y sí dónde están las verdades. De lo contrario que indique exactamente para poder ver las diferencias.