En el Centro Democrático la vara está bajita por cuenta de sus presidenciables

La vara para alcanzar la presidencia en Colombia, en términos de méritos, capacidades, pero sobre todo, en la comprensión de para qué debe servir el Estado, deviene bajita de tiempo atrás.

Opina - Política

2021-07-12

En el Centro Democrático la vara está bajita por cuenta de sus presidenciables

Columnista:

Germán Ayala Osorio

 

En el actual escenario pandémico, las elecciones de 2022 en Colombia pintan, nuevamente, con ser aquellas en las que sea posible lograr una ruptura histórica, que provoque cambios sustanciales en la manera corporativa-privada como viene operando el Estado, con insoportables niveles de corrupción política. Por supuesto, que a ese esperado y urgente quiebre político-institucional-cultural se oponen las fuerzas tradicionales de poderosos agentes del establecimiento, los mismos a los que nos les conviene que esa ruptura se dé.

La búsqueda de ese radical cambio se da en el contexto de un sistema presidencialista y un hiperpresidencialismo, que convierte a los presidentes en una suerte de minúsculos dioses en los que recaen la responsabilidad de resolver todos los problemas del país. De allí que la esperanza de millones de colombianos esté depositada —cada cuatro años— en los candidatos de su predilección.

Ser presidente en Colombia, entonces, se asume como el mayor logro personal y político que puedan alcanzar quienes se preparan para llegar a la Casa de Nariño, ocupando diversos cargos públicos que, en teoría, no solo dan garantía de comprensión y dominio de la cosa pública, sino la experiencia suficiente para llevar las riendas de un Estado que, en su funcionamiento, apenas si alcanza a cumplir con las tareas consignadas en la Carta Política.

Debido al origen advenedizo de Iván Duque Márquez, la institución presidencial se ha debilitado de tal forma, que ya cualquiera se postula y aspira a sentarse en el Solio de Bolívar. Y ello ocurre no solo porque Duque fue puesto ahí por el hacendado de marras, sino porque, finalmente, una parte importante de la opinión pública ya entendió que quienes llegan a ese cargo, cumplirán, en lo consecutivo de su mandato, con el rol de mandaderos y marionetas de poderosos agentes económicos del establecimiento. Es decir, serían los botones del banquero Sarmiento Angulo y de otras familias interesadas en extender en el tiempo sus privilegios de clase y consecuencialmente, los sempiternos problemas sociales y económicos de una sociedad que de muchas maneras validó el ethos mafioso y naturalizó la incompetencia y la negligencia en el cumplimiento de las funciones del Estado.

Que Duque haya sido el títere de Uribe, sin duda aportó a esa idea que se viene consolidando de que cualquiera puede llegar a la Casa de Nari. Idea que parece nueva, pero que no lo es tanto. Creo que debemos ir más atrás y regresar a los periodos de Turbay Ayala, Andrés Pastrana y el propio Álvaro Uribe Vélez, quien en su momento y por cuenta de la propaganda mediática, fue elevado a la condición del «mejor presidente de todos los tiempos» y por ende, irremplazable. Tan incapaces fueron todos, que los problemas del país no solo se mantuvieron en el tiempo, sino que se acrecentaron, en particular durante el mandato del ‘Hijo de Salgar’ entre 2002 y 2010. Los señalados comparten una característica: el debilitamiento de la dignidad de la institucionalidad presidencial, por cuenta no solo del egocentrismo, sino del carácter autocrático, en especial el de Turbay Ayala y Uribe Vélez. Pastrana, digamos, fue el Duque de la época.

Lo anterior significa que la vara para alcanzar la presidencia en Colombia, en términos de méritos, capacidades, pero sobre todo, en la comprensión de para qué debe servir el Estado, deviene bajita de tiempo atrás.

Con las aspiraciones presidenciales de varios miembros del llamado Centro Democrático, que realmente opera como una secta o una facción del Opus Dei, se confirma que la vara está bajita. Empecemos con Ernesto Macías. Este gris y anodino congresista acaba de levantar su mano derecha, para que su líder y amo, le dé la bendición. Por encima se le nota que tiene menos criterio que el actual jefe de Estado. Se le abona su lealtad al líder espiritual y el gusto por las «jugaditas».

Dentro de la señalada secta, aparece la figura de Paloma Valencia, furibunda defensora de Uribe Vélez, a quien llama «presidente eterno». Valencia en la presidencia operaría más como una encomendera del siglo XXI, lo que sin duda constituiría un peligro para las comunidades ancestrales. En el corto listado de aspirantes a seguir los pasos de Iván Duque también aparece Paola Holguín, una lenguaraz senadora, muy cercana a aquellos que gritan «bala es lo que hay», por cuanto no solo se jacta de que anda armada, sino de que siempre está dispuesta a disparar para defender su vida. Resulta desgastante continuar con el listado de precandidatos presidenciales que en nombre de Uribe, están dispuestos a dejarse poner los hilos del ‘Patrón’, para continuar operando el Estado como les gusta: a favor de unos pocos.

Así las cosas, la esperada ruptura histórica que necesita Colombia no llegará por cuenta de los señalados precandidatos y mucho menos, por aquellos que surjan de la llamada Coalición de la Esperanza. Todos saben que, de una o de otra forma, serán los títeres de esos hijos del establecimiento que viven como reyes del primer mundo, en un país tercermundista, gracias al minúsculo dios al que le patrocinarán su campaña.

Mantener la vara bajita es uno de los logros más importantes de los dueños del país. Y a ello han contribuido, en gran forma, los insepultos partidos tradicionales y las micro empresas Cambio Radical, Colombia Justa Libres y el Partido de la U. Por ello, la aspiración de candidatos formados académicamente, de probada y temida inteligencia y dispuestos a tocar los intereses mafiosos enquistados en el Estado, resultan toda una abominación y un peligro para la espectral y procedimental democracia colombiana. Ahora, la vara está bajita también porque como Macías, Holguín, Carlos Felipe Mejía y María Fernanda Cabal, entre otros más, hay millones de colombianos dispuestos a depositar sus votos por cualquiera de estos espejos.

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Germán Ayala Osorio
Docente Universitario. Comunicador Social y Politólogo. Doctor en Regiones Sostenibles de la Universidad Autónoma de Occidente.