En Colombia, esto así no funciona

Qué orgullo y qué valía se respiraba en las calles luego del gran paro nacional, del 21 de noviembre, y hasta en las manifestaciones previas; la sensación era la misma, se venía un cambio porque al fin, los planetas se alineaban y en el país un sinfín de sectores se habían puesto de acuerdo para exigir un país mejor.

Opina - Política

2021-03-03

En Colombia, esto así no funciona

Columnista:

Santiago Ocampo Naranjo

 

A riesgo de ser llamado incitador al odio, al desorden o, tal como lo proclama la ley del país, ser condenado por subversión, escribo estas líneas para, simplemente, comentar de una manera más viral, que las cosas como están no sirven, que no funcionamos, no tenemos con qué y nos faltan cojones.

El ambiente social en Colombia, a lo largo del 2019, dejó bastantes esperanzas. Qué orgullo y qué valía se respiraba en las calles luego del gran paro nacional, del 21 de noviembre, y hasta en las manifestaciones previas; la sensación era la misma, se venía un cambio porque al fin, los planetas se alineaban y en el país un sinfín de sectores se habían puesto de acuerdo para una sola cosa: exigir un país mejor, eso que no se ha dejado de reclamar jamás en este magno territorio.

La indignación en ese momento era altísima, el vaso se había rebosado con varias gotas y una gran parte de la sociedad se cansó de lo mismo y se armó de valor para exigirle al impuesto presidente que hiciera, de una vez por todas, algo que para eso se le paga. Lo icónico de este momento es que hasta personas afines al partido de Gobierno salieron, junto con los mamertos, a ponerle el pecho a la situación.

Indignación, en eso quedó todo, porque tal como el fósforo, tal como la relación prometida para toda la vida en la primaria, tal como las buenas intenciones de todos los gobiernos de trabajar por Buenaventura, la vaina se esfumó. Dura más un hielo al sol que la valía y fuerza de quienes pretendemos y decimos salir a luchar por un país.

Aquí no se trata de hablar de excusas ni de tratar la pandemia como el agua que apagó el fuego; no se trata de hablar de que es que el país no se puede parar ni de buscar justificantes para sentirnos mejor, para esconder eso que nos falta: rigurosidad, pantalones y pie de lucha. Nos dejamos meter los dedos a la boca porque llegó diciembre con su alegría y qué mamera salir a luchar por el país en ese mes; porque el Gobierno nos dio pañitos de agua tibia y hay que tenerle paciencia y dejarlo trabajar, porque la indignación colectiva en las ciudades se terminó, porque, simplemente, aquí funcionamos por ratos, por destellos, por momentos a lo Fajardo, tibios.
Nos quedó grande exigir cambios sociales, salir a las calles, gritar a viva voz y ponernos de acuerdo para construir el país que merecemos. Bien lo decía Garzón, aquí prima la ley de la individualidad.

Nos indignamos por la muerte de excombatientes pero exigimos que la JEP haga su trabajo a punta de tuits. Nos duele el asesinato de niños a manos del Ejército, y somos incapaces de derrocar las directrices guerreristas y a quienes las hacen. Nos indigna que nos roben en la cara; sin embargo, seguimos confiando en los políticos de siempre con el fin de que bajen los impuestos, hagan leyes que regulen y pongan en cintura el cobro desmedido de los bancos y eviten la ubicación de peajes cada 50 o 72 kilómetros, entre otras injusticias. Solo un dato, la normativa internacional dice que el peaje debe ubicarse cada 110 kilómetros.

Hoy la indignación vuelve a estar en todo su esplendor por los falsos positivos, el nombre de Uribe sale a la luz, otra vez, el de Santo medio se asoma y el del Ejército cobra relevancia de nuevo en este escabroso caso. En eso está todo, indignarnos por lo sucedido desde las pantallas, desde Twitter y Facebook y de los comentarios anónimos de la calle. En eso se queda este asunto mientras los políticos, de todos los bandos, hacen campaña para lucirse y aparecer como dignos salvadores de la patria boba en la que estamos.

No tenemos con qué y hartos cojones los que nos faltan para unirnos de nuevo, para poner por encima al que sufre la violencia y las malas decisiones de este Estado fallido. Mucho nos falta para poder ser una fuerza ciudadana consensuada con un solo fin, luchar, de verdad, por un país mejor.

 

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Santiago Ocampo Naranjo
Alumno, periodista, fotógrafo, comunicador. Jefe de Redacción.