El vacío autoritario de Rodolfo Hernández

Esta mezcla de autoritarismo divertido, de célebres videos que muestran un humor hueco, una estética incluso sin ingenio, ha logrado unir al amplio antipetrismo con una juventud apática de la política.

Opina - Política

2022-06-18

El vacío autoritario de Rodolfo Hernández
Columnista:
 
Julián Bernal Ospina
 
Elegir a Rodolfo Hernández es elegir el pasado. No hay una imagen tan parecida a Uribe en el panorama político contemporáneo. Un tipo de «mano dura y corazón grande», más propenso al estado de opinión que al estado de derecho, alguien que dice querer cambiar la política tradicional, «acabar con todos esos ladrones», cuando él mismo es hijo de esa política. Sobre esto último, ha tenido alianzas con toda clase de politiqueros y lleva haciendo política más de tres décadas de la misma forma en que se hace política en Colombia y como siempre se ganan las elecciones. Quien lo califique de candidato independiente o está ciego o no quiere ver lo que es obvio.
 
Además de esa elección hacia el pasado autoritario, pues nadie como Hernández es más proclive a pasarse por la faja las instituciones y a abrogarse poderes que le competen a la justicia (como el de señalar a corruptos y lincharlos públicamente), sin contar los autoritarismos de alguien como él comandando las Fuerzas Armadas; además, digo, es una elección vacía, hueca, un cajón sin nada: solo videos de TikTok escasos de contenidos, que se mueven al vaivén de la opinión pública. Hemos sabido de su violencia y de su misoginia a propósito de sus salidas en falso en los medios de comunicación, de ahí que no le interese exponerse. Como dirían columnas y columnas de periodistas y críticos que se han caracterizado por ser demócratas, la mejor propuesta de Hernández es que no tiene ideas. Rehúye del debate, y ha logrado captar atención por el inocuo discurso anticorrupción. Más bien, con el poder en sus manos, irónicamente, podría aumentar la corrupción.
 
Esta mezcla de autoritarismo divertido, de célebres videos que muestran un humor hueco, una estética incluso sin ingenio (más bien una estética de las redes: de fórmulas preestablecidas sin reflexión ni crítica), ha logrado unir al amplio antipetrismo con una juventud apática de la política (una juventud que prefiere la publicidad sobre la democracia). Para algunos que odian a Petro, su inquina raya el fanatismo, y este representa la figura de izquierda, culpable —para esta cofradía– de todas las desgracias de Colombia. Son capaces, incluso, de llamar a la guerra, como ya lo han hecho en otras ocasiones. (Lo hacen cada que se menciona su nombre en la cotidianidad de la vida). Ese odio ha llevado a muchos que se precian de ser racionales (si «ser racional» fuera posible) a ser los menos ponderados: expresan rumores como si fueran verdades, no hay argumento alguno para debatirles y ven natural la manipulación de la prensa, tan agresiva como indudable.
 
Todo ello se explica porque Colombia tiene una cultura política autoritaria y tradicional, fácilmente manipulable, que se nutre de los miedos que durante años han masificado el establecimiento y la élite económica. Miedos a la democracia, miedos a la diferencia, miedos al debate. ¿Por qué una persona que nunca busca enterarse, que solo se divierte con telenovelas y programas en que cocinan famosos, es ampliamente antipetrista y ve a Petro como una especie de monstruo? Porque Petro representa el enemigo de esa cultura, fundamentada en valores religiosos y paternalista; una cultura política propensa al statu quo, al orden, a la restricción de las libertades individuales; jerárquica y profundamente misógina, racista y violenta.
 
Esta, nuestra cultura política, ve como peligroso el que se incluyan en nuestra democracia los derechos de minorías que históricamente han sido vilipendiados; y concibe aún más peligroso el hecho de que un exguerrilero gobierne el Estado. Cosa que, para una democracia plural, sería totalmente entendible si este, como Petro, ha pasado por un proceso de paz y ha mantenido su palabra. Pero no. Con tal de que no gane el monstruo de Petro, prefiere el vacío autoritario de Hernández, así aumente la violencia y estemos ad portas de una espiral más fuerte de nuestro conflicto armado.
 

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Julián Bernal Ospina
Soy por vocación escritor. Trabajo como escritor freelance. Escribo ficción y no ficción. En no ficción, sobre temas políticos y culturales. Para mí la escritura ha sido una forma de encontrarme, y una forma de involucrarme con la humanidad de los otros. Tengo un blog en el que escribo sobre literatura en la coyuntura: julianbernalospina.com. Me preocupa sobre todo la imaginación. Defiendo la idea de que la literatura es un lugar de riqueza y sensibilidad humana que toda persona tiene el derecho de vivir.