El último desayuno de Duque

Tomen lo que quieran de la mesa y repártanlo entre ustedes. Les digo que desde hoy ustedes se van a distanciar un poco de mí; posiblemente hasta que lleguen las elecciones. Debemos esperar para saber quién va a ser al que van a enviar para representarnos. Unos a otros se miraron con recelo. Y Jorge Cárdenas, que no sabía nada de política, imitaba los gestos del patrón.

Narra - Informativo

2021-04-27

El último desayuno de Duque

Columnista:

Daniel Riaño García

 

Se acercaba la fecha del festejo; ya que el día anterior radicaron las 330 páginas de la Ley de Solidaridad Sostenible en el Congreso. Había que celebrar, así que desde la Casa de Nariño se emitió un comunicado al Whatsapp del grupo del partido para que asistieran al último desayuno de Duque. Entonces el presidente de Colombia dijo a Carrasquilla:

—Ve a hacer los preparativos para desayunar y brindar.

—¿Dónde quieres que lo prepare? —le preguntó.

—Mira —contestó él—: en una finca ubicada a unos pocos minutos de Montería. Ahora, al llegar al lugar, saldrá al encuentro un trabajador que va a caballo, que es el caballo preferido del patrón (quien es el propietario de la finquita). Síguelo hasta la puerta de la casa, que allí estará: él, el dueño, tiene gafas, poncho y sombrero. Tiene acento paisa, parece amable, pero debes tener cuidado, ya que es medio bravo. Él te mostrará en la planta baja una sala amplia y amueblada. Allí han asistido políticos, reinas, cantantes y periodistas. Ese es el lugar donde prepararás y servirás el desayuno.

Carrasquilla, alegre y dubitativo, al día siguiente se fue al lugar. Allí encontró todo tal y como le había dicho Duque. Así que procedió a pensar en el desayuno, por lo que envió al jornalero a comprar naranjas, café, azúcar, pan, fruta y dos docenas de huevos.

—Pero antes de que saliera le dijo «ve a la tienda que queda en el pueblo, en donde doña Guillermina, que ahí la docena de huevos cuesta 1.800 pesos».

El jornalero salió hacia el pueblo, miró sus bolsillos rotos, se quitó la gorra y se limpió el sudor. Con extraña angustia, cayó en cuenta de que debía poner lo que faltara para comprar lo que Carrasquilla le encomendó. Tiene huevo, pensó. Siempre es la misma mierda con esta gente.

Mientras que Carrasquilla esperaba al jornalero, con la ayuda de sus trabajadores, leía algunos de los puntos del extenso documento:

  • Aumento del IVA del 5 % al 19 % sobre la gasolina, el ACPM, bienes de capital, troncos de madera, algodón (y otros de sus derivados), almacenamiento de productos agrícolas.
  • Que se pasen a gravar con IVA del 5 % los paneles solares, las bicicletas, las patinetas, etc.
  • Que declaren renta para los siguientes años así: 2022 quienes ganen más de 2.4 millones mensuales. 2023 quienes ganen más de 1.6 millones mensuales.
  • Disminución del 5 % al 0 % en la retención de la fuente a los bancos cuando compren y vendan títulos financieros públicos y privados.
  • Bienes y servicios con IVA del 19 %: conexión y acceso a internet residencial para el estrato 3, los funerarios y de mensajería, las cirugías estéticas y tratamientos de belleza, los servicios culturales o de diversión, loterías, espectáculos deportivos, y también los servicios públicos de energía, gas, acueducto y alcantarillado para los estratos 4, 5 y 6.

Llegado el día, Duque invitó a los integrantes más importantes del partido a sentarse a la mesa (entre ellos estaba el dueño de la finca). Entonces les dijo:

—He tenido muchísimos deseos de desayunar con ustedes antes de marcharme, pues les digo que no volveré a hacerlo por muchísimo tiempo, ya que el patrón les dirá que hagan oposición a lo preparado por Carrasquilla (y a otras cosas de aquí en adelante).

Entonces, tomó el pocillo con café, que tenía el rostro del Sagrado Corazón de Uribe, dio gracias y dijo:

—Tomen lo que quieran de la mesa y repártanlo entre ustedes. Les digo que desde hoy ustedes se van a distanciar un poco de mí; posiblemente hasta que lleguen las elecciones, ya que necesitamos salvar a Colombia de nuestro propio partido. Debemos esperar para saber quién va a ser al que van a enviar para representarnos. Unos a otros se miraron con recelo. Y Jorge Cárdenas, que no sabía nada de política, aplaudía e imitaba los gestos del patrón.

Posteriormente, Duque tomó el documento, entregó una copia a cada uno de ellos y dijo:

—Esto que les he entregado es una de las últimas perlas que dejo. Léanlo y  cuando se vayan a ir no olviden comprar la boletica de la rifa del libro de mi esposa. Sin embargo, primero, coman los huevos de Carrasquilla, que los consiguió bien baratos. El jornalero, que estaba escuchando desde la entrada, hizo pistola.

Al finalizar el desayuno volvió a tomar el pocillo, con el documento de 330 páginas en su mano derecha, y dijo:

—Este documento, que tengo en mis manos, es el nuevo pacto, es la sangre derramada por los colombianos. Ahora bien, quiero que sepan que la mano del que va a sucederme está con la mía, sobre la mesa. El dueño de la finca, el del rostro del pocillo, rio y le tocó el hombro con algo de pesar. La verdad es que el próximo año me iré —dijo Duque con resignación.

Entonces comenzaron a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el elegido para representar al partido. Así mismo, tuvieron un altercado sobre cuál era el más importante para el patrón, por lo que en ese momento la Cabal perdió la cordura, se subió a la mesa y amenazó con su revólver a los demás. Duque la calmó, le quitó el revólver y habló:

—Los buenos políticos oprimen a su pueblo, les gusta apretar, pero no ahorcar. Ustedes deben demostrarle a él que tienen autoridad, pero que no lo van a traicionar –como lo hizo el otro, el de la tal paz–. Deben comportarse y hacer caso, como yo lo he hecho. Yo he llegado hasta aquí gracias a él. Por eso, yo mismo les dejaré un reino, así como mi padre me lo facilitó a mí, para que coman y repartan la mermelada, que se está acabando. Paloma, en ese momento, sacó y apretó con devoción su estampita del Sagrado Corazón de Uribe, mientras Duque terminaba. 

En un momento de euforia, por el discurso que acababa de dar, Duque exclamó con vehemencia saliéndose un poco del tema de conversación: —¡Yo estoy dispuesto a ir con el dueño de la finca, tanto a la cárcel como a la muerte!

 —El dueño de la finca —con algo de ironía— dijo: esto me hace recordar al traicionero. Pero bueno, te creo hijito mío.  

Luego Duque habló a todos:

—¿Qué pediremos para el almuerzo?

—¡Basta! —contestó el dueño de la finca. Lean el documento. Mentiras —habló recapacitando—, Carrasquilla, haznos un resumen bien rápido. Es hora de twittear que no estamos de acuerdo con algunas cosas sobre él. Recuerden que en menos de nada son las elecciones. Hablemos con Vicky y los demás.

Está bien, señor —dijo Duque—, ha llegado la hora de que me crucifiquen por usted.

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Daniel Riaño García