El periodismo, ¿una causa perdida?

A propósito de que Twitter anunció la prohibición de los anuncios políticos en su red social, aquí un ensayo sobre este caos mediático al que nos puso de lleno las redes sociales. Es un contraste entre lo que la filosofía tiene que decir sobre el periodismo. Y cómo los medios de comunicación nos ayudan (o nos complican) a la comprensión de la realidad.

Opina - Medios

2019-11-01

El periodismo, ¿una causa perdida?

Autor: Carlos Mauricio Arévalo Amaya

 

Yo me pregunto por qué la realidad ha de ser simple.
Ernesto Sábato

 

El Periodismo y la razón pública

En nuestra actualidad el mundo está interconectado de nuevas formas gracias a fenómenos sociales y económicos como la globalización e incluso el internet. Defensores de dicha interconectividad dicen que esto beneficia y aumenta la circulación transparente de información. También pasamos por una fragmentación de nuestra sociedad, siendo nosotros incapaces de mostrarla y enseñarla como homogénea, entrando a un multiculturalismo, haciendo necesario unas leyes que incluyan a los distintos agentes de la sociedad. 

Dichos factores podrían acercarnos cada vez más a una razón pública más razonable, legítima y estructurada (en especial la libre circulación de información), ¿Qué es la razón pública? Es un concepto acuñado por el filósofo John Rawls, entendido como “un mero acuerdo parcial -sobre aspectos políticospero no necesariamente sobre aspectos morales” (Vallespín, 1996, p.20).

La razón pública, entendida como un consenso de superposición razonable entre las distintas teorías morales que conforman una sociedad plural, busca, por tanto, “un acuerdo razonado, informado y querido” (Vallespín, 1996, p.18), haciéndolo legítimo por el reconocimiento de este consenso en el quórum necesario de la población democrática; y, lo que a nosotros nos importa es la parte de información de tal acuerdo. ¿Será capaz el periodismo poder informar y hacer posible tal concepto?

«[…] existe una elevada correlación entre los temas a los que dan importancia los medios de difusión y los que interesan a sus audiencias.» (Rosillón, Villalobos y Rojas, 2012, p.267). Esto es llamado la relación de agendas, las cuales son: agenda periodística, donde, con un orden institucionalizado, se jerarquiza el orden de cómo se muestran las noticias. Esta agenda es distinta, pero está unida, a la agenda pública, entendida como todo tema de interés para la mayoría de la sociedad.

Cada noticiero posee su agenda periodística en correlación a la agenda pública. Ambas agendas se moldean entre sí y son la base del debate público, ya que los temas que se discuten son los que estas dictaminan, moldeando a la sociedad, ya sea para bien o para mal.

Para ser más concreto, las agendas son el molde, el orden de todo debate público, porque con base a los temas de interés de una sociedad o de un noticiero, o de ambos, se entabla la discusión.

Justamente en el debate público, entre las teorías morales razonables, partiendo de una razón práctica (en el más puro sentido kantiano, basándose en una moral y deontología completamente racional), se llega a la razón pública de Rawls (como se citó en Vallespín, 1996, p.17).

Aquí se denota la importancia de los medios de difusión de información en la estructura tanto política, como social y cultural; son los que dirigen y dictan el tema del debate público, donde salen las leyes que nos rigen, como sustenta Rawls, de manera legítima.

El problema que llega es el uso del lenguaje, que es la réplica que le hace Habermas (como se citó en Vallespín, 1996, p.27), e incluso el mismo periodismo, a la teoría de Rawls, por medio de la noticia. El periodismo sirve como el mejor exponente de que lo simbólico y lo moral, incluso meros juicios de valor, siempre van a pasar al plano de lo político.

La política no puede ser hermética ante tales factores sociales por el simple hecho del uso del discurso en los distintos proyectos de ley, como la de protección a la familia, donde familia deja de ser una simple palabra o un concepto cerrado, aceptado de manera universal, a ser un símbolo. ¿Qué representa familia? ¿Papá y mamá? ¿Conjunto de personas en un hogar? En este caso, el debate sería delimitar qué es y qué no es una familia.

Habermas (como se citó en Vallespín, 1996, p.29) sostiene que el discurso es la base de la política y al ser un acto dialógico, por medio del lenguaje, es imposible que no se mezclen todas las dimensiones que Rawls quería evitar para no caer en el campo simbólico y mantener una política “neutral” con base en el Estado. ¿Cuáles dimensiones? La ética, la moral y la pragmática. Habermas apuesta por una discursividad individual y subjetiva, con una estructura válida de manera lógica y que el contenido del discurso sea razonable.

El periodista Jorge Ramos (2017, conferencia) lo dice bien: el periodista no puede quedarse en una postura completamente neutral, porque al hacerlo está sentando postura con el poder y el deber ser del periodismo es criticar dicho poder. 

Acá hay un punto clave en el cual hay que detenerse. Rawls (como se citó en Vallespín, 1996, p.17) pensaba que la forma de llegar a dicha razón pública es la neutralidad, con base en el Estado, y el estudio de un filósofo, ya que este último estudió justamente para identificar fenómenos culturales en la sociedad.

Habermas y el periodismo replican esto; la incapacidad de mantener una postura completamente hermética frente a valoraciones morales y éticas netamente en el plano de lo simbólico. Hay que hacer juicios de valor, haciendo así que la información ya tenga una pretensión.

Toda cultura se transforma, incluso se crea, por medio del lenguaje, en ámbito simbólico. Si se erradica este factor primordial de la política, también se elimina la cultura, cayendo en una especie de sociedad autómata como la de Un Mundo Feliz de Huxley (s.f., p.35) cuando hablan de las lenguas muertas (el español, inglés “antiguo” y el francés) y la caída de las civilizaciones antiguas y la llegada del nuevo orden, basado en la industrialización y mercantilización de la vida.

Cualquier escéptico de la idea de que los medios de difusión tienen peso en la actividad política saldrá de tal pensamiento con un simple ejercicio mental: sólo hay que ver esta simple relación, entre más aceptación de la opinión pública tiene un político, posee más campo de acción para hacer reformas en su mandato y por esto los políticos cuidan tanto su imagen, porque son esclavos de la opinión, de la aceptación o ignorancia del pueblo que representan.

Todo esto medido, en gran parte, por los medios de comunicación masiva, incluso las redes sociales. También entra en juego la visibilización de sus acciones. A una personalidad pública no le renta o no le favorece que sus acciones estén en el anonimato para mantener su estatus, por eso busca difundir su información, sus hechos, etc. ¿Qué mejor forma para difundir algo que no sea un medio de comunicación? He aquí el poder mediático, incluso el soft power. La capacidad de manipular la opinión de forma discursiva.

 

El periodismo en una sociedad fragmentada

El periodismo es un rescate de lo simbólico, de los juicios de valor y la carga de subjetividad que caracteriza toda cultura. Todo esto gracias a que “la verdad es siempre discursiva: es el resultado de la coincidencia de los relatos, de la alternancia y del contraste entre las versiones de las desmentidas y las declaraciones, en síntesis, la verdad es un efecto de discurso” (Rosillón, Villalobos y Rojas, 2012, p.273) en el periodismo; inclusive sigue un sistema particularmente similar a la dialéctica de Hegel, donde por medio de las contradicciones se llega a la verdad.

Esto conlleva a lo que decía Jorge Ramos (2017, conferencia), de romper la neutralidad en busca de la verdad, en un plano netamente mediático, no tanto epistemológico; el periodismo debe ser la antítesis del poder represivo del Estado para llegar a dicha verdad. Aunque esto nos lleva al campo de que todo vale, de verdades transitorias y pasajeras por la variedad de opiniones e interpretaciones de un solo hecho. Saramago (2015) dijo: 

«(…) y entonces se sintió muy cansado, no por haber forzado demasiado la mente, sino por comprobar que el mundo es así, que las mentiras son muchas y las verdades ninguna, o alguna, sí, deberá de andar por ahí, pero en cambio continuo, tanto que no nos da tiempo a pensar en ella en cuanto verdad posible porque tendremos que averiguar primero si no se tratará de una mentira probable» (p.103).

Pero ¿si el periodismo sigue un sistema parecido a la dialéctica hegeliana, por qué no se llegan a verdades concretas? Porque estamos en el plano de lo simbólico y de representación de un mundo que cambia constantemente, donde cada uno tiene su propia interpretación de los hechos, susceptible a la manipulación.

Incluso lo anterior tiene que ver con la optimización mental de la que nos habla Byung-Chul Han (s.f., p.23); somos personas fragmentadas y auto-explotadores de nuestra psique, tratamos de buscar siempre lo mejor, sin límites, con un optimismo desenfrenado que nos enferma, evitando así que veamos la realidad; incluso dividiéndonos y clasificándonos por nuestras ideas y criterios: si es de izquierda o de derecha, por ejemplo; y a su vez, estamos tan centrados en nuestros pensamientos que nos es imposible unirnos unánimemente, incluso para una crítica.

Esta división hace que el periodismo sea como el rumbo de nuestra sociedad, por las realidades que visibiliza, pero esto sería caer en una moral de rebaño, llevándonos a un periodo de decadencia como el que nos habla Nietzsche (2014, p.360), de un supuesto “Dios de la vida privada”, el cual sería el soft power de los medios, diciéndonos cómo vivir, perdiendo toda “fuerza vital”, incluso las ganas de informarse.

Han (s.f., p.24) sostiene que la escritura y lectura (elementos básicos para la Ilustración) han sido relegadas por los medios digitales, donde dichas tecnologías poseen el poder de la información, haciéndonos esclavos de la apariencia, reduciendo al cuerpo como un objeto de auto-explotación por la búsqueda de lo fitness y sexness. Esto en nuestro contexto colombiano se ve de forma esplendida: en los noticieros nacionales, lo que más atención se lleva es la farándula y el deporte, grandes estandartes del fitness y sexness.

Schopenhauer afirma (s.f., p.24): el mundo es mi representación; de por sí un hecho no tiene sentido alguno, sólo es algo que pasó, sin necesidad de justificación. Un “hecho” se enmarca en un sentido cuando se le agrega el valor noticioso con un discurso debajo de ésta, ejercicio encargado al periodismo y su criterio parcial. La carga simbólica le da un lugar, un contexto e importancia a lo dicho. Pero esto no significa la pérdida total de una macro estructura como la sociedad. Descartes (2010) decía:

«El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, […]. En el cual no es verosímil que todos se engañe, sino que más bien esto demuestra que la facultad de juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso, […] es naturalmente igual en todos los hombres; y, por lo tanto, la diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas» (p.33).

Esto, en síntesis, quiere decir que la existencia de opiniones diversas no significa que haya distintos genios o hechos, sólo es el camino que nosotros frecuentamos o tomamos para buscar conocimiento.

Es como en la sociedad actual: el que lee la BBC no tiene la razón, ni el que lee RT tiene la razón, son posturas distintas del mismo hecho, pero porque haya distintas opiniones el hecho no tiene que cambiar, sigue siendo el mismo que los dos documentaron. El objetivo es mirar críticamente la postura, que, como dijo Jorge Ramos (2017, conferencia), también debe ser crítica, del periodismo. 

La cuestión es que esto hace lento o poco transparente la información que se difunde por los medios. Al perder la supuesta imparcialidad de los medios, se hace menos transparente y evidente a lo que se quiere llegar con cualquier discurso. Esto a veces impulsa al escepticismo extremo, incluso se llega a una idea simplista de que todo es relativo, que el  hecho depende del punto en el que se observa, algo un tanto dudoso. Por esta falta de confianza en los medios, se podría llegar a una posible falta de información en la sociedad, pero ¿cómo confiar en algo tan imparcial?

 

Los problemas del periodismo

El periodismo ha traído problemas tales como éste, la falta de transparencia, y, por lo tanto, es imposible llegar a una razón pública o verdad universal con él. El ejercicio platónico de pasar de la opinión al conocimiento (en sentido epistemológico para Platón; para nosotros en sentido ético) es imposible de hacer por medio de los medios masivos, ya sea por las noticias falsas expuestas como “posverdad” o por las verdades transitorias que se muestran, y que primero hay que verlas como “mentira probable”, no por lo complejo que es esto, sino porque prolifera la diversidad cuantiosa de opiniones, haciendo un caos, donde se pierde el sentido muchas veces.

Como en las redes sociales, donde cada uno, como individuo, puede exponer sus opiniones, pero al revisar minuciosamente, en estos sitios como Facebook o Twitter, impera la opinión sobre la episteme y/o el argumento. 

Es como si tanta información u opiniones fuesen enemigas del periodismo (donde las noticias tienen, en teoría, un sentido y un hecho que las respalde) por ser incontrolables, faltas de sentido y rigurosidad, y cambiar las agendas por un caos mediático, donde no hay rigurosidad o realimentación sino sólo confusión que nos hace vulnerables a la manipulación.

El deber ser del periodismo no es ser neutral, es tomar una postura crítica ante los hechos, ya que es imposible sólo mostrar los hechos como en verdad pasaron.

Como pasa en el pensamiento orteguiano: no es que haya un relativismo absoluto, donde la verdad dependa de la relación del sujeto con el objeto, es que hay distintas perspectivas racionales de la misma verdad, y ninguna perspectiva de dicha verdad puede ser tomada como la verdad misma, ni tener la intención de reemplazarla.

Por tanto, es imposible llegar a una razón pública por medio del periodismo actual, sólo se manejaría por medio de una opinión pública, a veces justificada en hechos falsos o manipulados. Incluso hay noticieros y periódicos incapaces, o que no les conviene, deshacerse del sesgo de la mayoría, como en el caso de Colombia, donde en vez de exponer decisiones políticas o culturales, el fútbol mantiene un lugar privilegiado, por culpa de una población con baja educación política, invisibilizando decisiones importantes.

Es como si tanta información y opiniones ahogaran voces de la razón, que buscan una sociedad legítima o como mínimo justa. Ya ha habido casos, como la supuesta charla de los expresidentes de la República colombiana con Donald Trump que, siendo hechos falsos, trataron de justificar decisiones “legítimas” en el gobierno, incluso justificar un discurso político.

Como dijo Sergio Ocampo Madrid (2017): “El imperio del eslogan” domina nuestras decisiones, perdimos el interés en argumentos y la mentira ya incluso parece válida. Hay una línea muy fina entre periodismo y publicidad, y, en nuestro día a día esta limitante se está perdiendo. ¿Por qué esa pérdida del límite? Simple, por lo líquida que es nuestra sociedad, por la falta de verdades que sirvan de base, verdades que perduren. 

Ya como todo es reducido a un producto que genere ganancias en el mercado, no somos ciudadanos en busca de información, somos consumidores en busca de un bien inmaterial. Pero la información está teniendo una metamorfosis, transformándose en publicidad, en una posverdad.

No somos ciudadanos en busca de una razón pública, sólo buscamos aceptación en la opinión pública. Ya no son medios de difusión, son empresas con ánimo de lucro con la “información” que proporcionan. Todo esto hablándolo en términos generales. Pero hay que tener claro algo, el periodismo, a pesar de sus defectos, es algo necesario: nosotros no podemos estar siempre en el lugar de la noticia ni basarnos siempre en nuestras interpretaciones individuales.

La Dra. Lucrecia Escudero Chauvel (2010) lo dice bien: por falta de experiencia directa, se recurre a los medios de comunicación. Por esto la importancia de una mirada crítica, porque es un fenómeno arraigado a nuestra actualidad. El espacio público es reemplazado por el espacio mediático.

 

Estrategias contra el caos mediático

Si se llegase al desprecio de la mentira, como mínimo, se llegaría a unos medios más transparentes, pero esto parece una utopía y ser nosotros esclavos de una idea perfecta no es una opción. Por lo cual lo único que nos queda es la lectura crítica y el argumento para hacerle frente, de manera individual, a las huestes de mentiras y opiniones no fundamentadas, incluso, manipuladas.

Hay que mantener un sentido en la información, un caos mediático sólo sirve para confundirnos, y esto nos hace vulnerables frente al poder mediático. Una lectura que sea capaz de separar, limitar y definir conceptos que se usen en un discurso nos hace capaces de no caer en la confusión y manipulación.

Una argumentación capaz de mantener una verdad que perdure lo suficiente para que sirva como base, pero que dicha verdad sea conformada por contradicciones, por lo que lo desmiente a uno para hacer entender otro posible camino, nos permite salir de la simple opinión nada fundamentada.

Es imposible encontrar una verdad omnímoda y eterna ya que, a pesar de que vivimos en el mismo mundo, las interpretaciones son incontrolables, incluso regularlas sería insostenible, sólo una excusa para imponer un pensamiento para conveniencia de algunos.

Pero esto no nos avala de no justificar acciones que afecten al otro, aunque el periodismo de nuestro contexto nos aliente justo a esto mismo. Cabría cuestionarse, ¿en realidad tenemos periodismo en nuestra época o sólo es publicidad disfrazada con las nobles ropas de la comunicación social? Lo único certero es que la razón pública sólo es capaz de ser alcanzada por medio de un pensamiento crítico que es ahogado por un periodismo, o publicidad disfrazada, en su avalancha de opiniones. Claro que el deber ser del periodismo no es esto, es ser una crítica pública a lo que, para ellos, anda mal, pero esto no vende.

 

 

Referencias:

Descartes, R. (2010) Discurso del Método. Madrid: Editada y traducida por D. Manuel García Morente junto con FGS.

Escudero, L. (2010) Entrevista. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=BOn6dhTubEg [25 de octubre de 2017]

Han, B. (s.f.) Psicopolítica. PENSAMIENTO HERDER, colección dirigida por Manuel Cruz, traducido por Alfredo Bergés.

Huxley, A. (s.f.), Un mundo feliz, Colombia, COMCOSUR.

Nietzsche, F. (2014) Colección: Obras inmortales. Vol. 1, El anticristo. España: Olmak Trade S.L.

Ramos, J. (2017) Por qué los periodistas tienen la obligación de desafiar el poder, Recuperado de: https://www.ted.com/talks/jorge_ramos_why_journalists_have_an_obligation_to_challenge_power?language=es#t-858883 [15 de octubre de 2017]

Saramago, J. (2015) La caverna. Colombia, Random House Editorial.

Schopenhauer, A. (s.f.) El mundo como Voluntad y Representación. Editada y traducida por Pilar López de Santa María. Vol. 1. 

Ocampo, S. (2017) Posverdad: cuando decir “hola” se vuelve una “charla franca”, Colombia. El Tiempo. Tomado de: http://www.eltiempo.com/mundo/eeuu-y-canada/posverdad-cuando-decir-hola-se-vuelve-una-charla-franca-81602 [24 de octubre de 2017]

Villalobos, O, Rojas, M, y Rosillón, L. (2012) ¿Cómo intervienen los medios masivos en el debate público? Agendas periodísticas y ciudadanía. Quórum académico, Universidad del Zulia.

Vallespín, F. (1996) Una disputa de familia: El debate Rawls-Habermas, España. Edición Paidós. Universidad Autónoma de Barcelona.

 

 

 

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Carlos Mauricio Arévalo Amaya
Soy de Ibagué, Tolima. Pero criado en Pereira. Estudiante de Filosofía. Intento escribir artículos e historias que reflejen la realidad del país. Tengo una clara inclinación política que tiende a la izquierda. Pero trato de ser imparcial. Aunque como diría Schopenhauer: “el mundo es mi representación”, así que parte de mis ideas están en mis escrito inevitablemente.