El nuevo Código de Policía o la nueva arma de coerción masiva

Los policías se han reducido a operativos nimios y vergonzosos donde se ven envueltos en riñas innecesarias, mientras las plazas de vicio crecen y la inseguridad sube tangencialmente a medida que avanza el hurto calificado, la extorsión y el fleteo.

Opina - Sociedad

2019-03-31

El nuevo Código de Policía o la nueva arma de coerción masiva

Los abusos de poder no son algo nuevo en Colombia. De todos los ámbitos e instituciones, por supuesto la Policía no es la excepción, máxime ahora que se implementó el nuevo Código que entró en vigor el 30 de enero del 2017 y cuya interpretación ha generado una inmensa controversia, dados los abusos de autoridad generados por agentes y patrulleros, quienes se han dado a la tarea de imponer comparendos por cosas tan ridículas como hacer poemas en la vía pública, portar patineta o comer una empanada, algo que raya en lo rocambolesco y que viola abiertamente las libertades personales.

Pero más allá de las sanciones policivas se va cuajando un monstruo híbrido en las huestes del Gobierno, con la expansión de las redes de cooperantes y con la propuesta de la Policía de civil (diferente a la SIJIN, la DIJIN y el CTI[1]) en un país donde pensar diferente es un delito que se paga con la vida.

Entre 1946 y 1950 el presidente Mariano Ospina Pérez, noble personaje conservador, crea un organismo terrible llamado la Popol o Policía Política, organismo encargado de perseguir a los militantes del Partido Liberal, en especial a los Gaitanistas; esta institución, nada tenía qué envidiar a las Camisas Pardas alemanas o a las Camisas Negras italianas, quienes hacían redadas, pesquisas, arrestos arbitrarios y ejecuciones extrajudiciales.

Estos (los criollos) recibían también el nombre de Chulavitas, pues eran oriundos de la vereda Chulavita del municipio de Boavita (Boyacá) estos grupos pasarían luego a engrosar las filas de las fuerzas militares en contra de las guerrillas liberales o “cachiporras” enquistadas en la Orinoquía colombiana. Estos grupos jamás se disolvieron, mutaron o cambiaron de razón social, engrosando más adelante las filas del paramilitarismo y la guerrilla.

Actualmente con la Red de Cooperantes, la propuesta de implementar la Policía de civil y los constantes abusos de la Policía Nacional, se vislumbra un renacer de dicha Policía política ahora que no está el DAS, que tanta falta le hace al Gobierno de turno para coadyuvar a hacer trizas el proceso de paz, a hundir la JEP, a perseguir opositores y asesinar selectivamente líderes sociales, con el antifaz de Águilas Negras.

Las noticias que hoy circulan parecen tener un negro sentido del humor, parecen sacadas de Actualidad Panamericana y de algún modo ridiculizan la labor de la Policía, reduciéndola a operativos nimios y vergonzosos donde se ven envueltos en riñas innecesarias, mientras las plazas de vicio crecen, la inseguridad sube tangencialmente a medida que avanza el hurto calificado, la extorsión y el fleteo.

El profesor William Pérez de la Universidad de Antioquia, durante una charla sobre el Código de Policía, con el Coronel Raúl Vera, en la ciudad de Medellín (documentada en la revista Ciudad al Centro) afirmaba que:

La policía nacional tuvo una naturaleza civil, no era un cuerpo naturalmente de choque, dedicado a la comunidad ciudadana o a la convivencia, sino que, por la fuerza de los hechos nacionales, la policía terminó dedicándose a perseguir enemigos muy poderosos que incluso hacían parte de la institucionalidad y no a ciudadanos infractores, lo que terminó trastocando sus funciones (…) lo cual ocasionó que a largo plazo se minimizara la confianza en la policía y hubo, por ejemplo, en algunos barrios de Medellín donde se decía sin ningún matiz que ese era un ejército invasor” Pág. 41 (2017).

Sin embargo, la Policía en los regímenes dictatoriales nunca ha estado al servicio de la sociedad civil, todo lo contrario, actúa como pastor alemán en busca de su presa, con el típico condicionamiento clásico y operante del animal sanguíneo que huele el miedo y ataca. Todo por un permiso, licencia reconocimiento o ascenso.

Lo peligroso del asunto es que así comenzaron los falsos positivos. Hace unos años la Policía y el Ejército organizaron campañas para tratar de restablecer la confianza ciudadana y el buen nombre, algo que en su momento produjo un resultado positivo; hoy la gente no siente confianza al ver una patrulla policial, su imagen ha caído tanto o más que la del presidente (el electo) y la de los congresistas. Es lamentable para una institución llena de gente buena y servicial; de gente humilde que quiere crecer personal y profesionalmente caer en esa debacle.

Tengo algunos amigos al interior de la institución que les da pena ajena comentar la cuestión, es un asunto que enloda el buen nombre de los agentes, con la permisividad y la desidia de algunos mandatarios locales y regionales, que se prestan al espectáculo mediático.

Esos mandatarios politizan y envenenan el accionar cívico y dividen al país con el ánimo de cometer sus fechorías. Nos abocamos a una sociedad hipercontrolada, en la cual nos venden “miedo”, para darnos “seguridad” y bajo la premisa de dicha seguridad nos garantizan un orden ficticio. Del mismo modo estamos exponiendo nuestra privacidad de una manera abierta y sin restricciones, tanto en las cámaras de vigilancia como en las redes sociales. Nos sentimos a gusto bajo la lupa del mal hermano, (perdón), del gran hermano.

La coerción se ejerce de una manera sistemática y paulatina, es como sumergir a un batracio en una olla con agua en proceso de hervir, lentamente y sin darnos cuenta (nosotros los sapos) nos convertimos en la cena de los que detentan el poder; en animales serviles, en idiotas útiles.

La aporofobia se hace visible en los procedimientos judiciales, en las leyes; en la forma como se vulneran las comunidades indígenas campesinas y afro. El nuevo Código de Policía fue propuesto entre otros por: Germán Varón (Cambio Radical), Claudia López (Alianza Verde), José David Name y Roy Barreras (Partido de La U), Telésforo Pedraza (Partido Conservador) y Juan Manuel Galán (Partido Liberal) y fue aprobado en la Cámara de Representantes con una votación de 91 votos a favor y 3 en contra. En otras palabras, muchos de los que hoy se rasgan las vestiduras fueron autores intelectuales de este adefesio.

 

[1] Seccionales de Investigación Criminal, Dirección de Investigación Criminal e INTERPOL y Cuerpo Técnico de investigación Judicial en su orden.

 

Foto cortesía de: El Heraldo

 

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Jorge Diego Mejía
Coordinador de la Tertulia Literaria Universidad de Antioquia. Normalista Superior, Normal Superior de Envigado. Politólogo Universidad de Antioquia. Columnista de Al-poniente (2017-2018) Colaborador de la Agencia de Comunicación de los Pueblos Colombia-Informa (2018)