Columnista: Esteban Vélez
Las ejecuciones extrajudiciales, conocidas como falsos positivos, fueron (o quizás sigan siendo) una práctica de horror sistemática del Ejército colombiano —y no de “algunas ovejas negras” como lo llama el Estado— que consiste en asesinar a sangre fría a civiles no beligerantes, haciéndolos pasar como guerrilleros muertos en combate para duplicar los resultados militares y así recibir premios, condecoraciones e incentivos por parte del gobierno, todo por seguir la “gran estrategia” de la seguridad democrática del expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Esa sistematicidad fue tan grande, tan salida de toda proporción, que ni los perpetradores pudieron controlar tantas muertes. Por la sed de sangre y de confianza, llegó un momento en el cual los soldados del Ejército no sabían a quiénes asesinaban, produciendo casos de falsos positivos que los involucraron, pero no precisamente como victimarios, sino como víctimas de su propio invento.
El Batallón Calibío es una de las unidades con más cuestionamientos por presentar campesinos muertos como guerrilleros. Pertenece a la Séptima División, adscrita a la XIV Brigada, con sede en Cimitarra, Santander. Aquí, se presentaron las mayores destituciones de oficiales del Ejército: dos coroneles, un capitán y tres suboficiales.
El 8 de julio del año 2008, el batallón Calibío desplegó un operativo para capturar al campesino Aicardo Ortiz, de 58 años. Informes de inteligencia del batallón describieron a Aicardo Ortiz como un miembro de las Farc, conocido como “el murciélago”. Un cabo y tres soldados llegaron a casa de Ortiz, ubicada en la vereda de Yondó, Antioquia; lo sacaron de su vivienda, le dispararon y orquestaron todo para que el asesinato del hombre pareciera una muerte en combate.
El comandante del grupo, el exteniente Edgar Iván Flórez Maestre, le informó a su superior, el teniente coronel Wilson Ramírez Cedeño, sobre la baja. Ramírez dijo que al lugar de los hechos llegaría un sargento con un “paquete” que tenía propaganda de las Farc, uniformes, un radio, municiones.
Este caso hubiera pasado desapercibido si no fuera por las revelaciones que hizo ante la justicia el soldado Jhon Fredy Ortiz Jiménez, ¡quien es hijo del campesino y líder comunitario Aicardo Ortiz! Jhon Ortiz perteneció al Batallón Calibío. Él hizo parte de un falso positivo el 7 de agosto de 2005.
En esa fecha varios soldados irrumpieron en la casa de Luis Sigifredo Castaño Patiño, (miembro de la Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste Antioqueño), ubicada en Vereda Caño Tigre, municipio de Remedios, Antioquia. Ortiz confesó que un informante identificado como Raúl (se dice que es paramilitar) sacó a Castaño de su casa y lo entregó a unidades de la Contraguerrilla Demoledor Uno, del Batallón de ingenieros No. 14.
Posteriormente, el sargento Nairo Blanquicet (condenado a 14 años de prisión por homicidio en persona protegida y desplazamiento forzado), hizo que sus soldados dispararan un par de tiros al aire, luego pidió un fusil AK47, tomó la mano de Sigifredo, puso su dedo en el gatillo y la accionó; dejó al lado del cadáver de Sigifredo el arma con algunas municiones, simuló un enfrentamiento y reportó la baja como “un terrorista del frente José Antonio Galán, del ELN”.
Si los militares no hubieran asesinado al padre del soldado Jhon Fredy Ortiz Jiménez (por horrible que suene), el caso de Sigifredo Cataño seguiría impune, ya que las dos justicias, tanto la ordinaria como la militar, dieron por cerrado el caso, no se investigó a profundidad, ni se aceptaron las demandas que los familiares de Castaño interpusieron.
Por otro lado, al soldado Luis Esteban Montes le asesinaron a su hermano, Leonardo Montes. El 30 de abril del año 2017, Luis Montes se encontraba en la unidad de contraguerrilla, perteneciente al Batallón de infantería N.31, en Córdoba. Se acercaba el día de la madre y los militares necesitaban resultados para obtener permisos e ir a casa a celebrar ese día. Entonces se habló de “legalizaciones” (asesinatos extrajudiciales). Montes no se sorprendió, ya que era algo normal.
En la noche, el cabo Jonathan Pineda llamó a Luis Montes y le dijo:
-Vaya al cambuche, ya tenemos un man para que le hagamos la vuelta.
-¿Quién es ese man? —Respondió Luis.
El cabo mandó a callar a Montes y le dijo que el capitán Jairo Mauricio García había dicho que no le hablaran al man para que no se diera cuenta que lo iban a matar.
-¿De dónde es el man?- dijo Montes.
–De La Guajira —contestó el cabo Pineda.
A Montes le entró la curiosidad, pues él también era de La Guajira y siempre, cuando van a cometer esa clase de asesinatos, buscan a personas que sean lejos de la región donde operan para que no los reconozcan en el sector.
Montes fue al cambuche, prendió un cigarrillo y le ofreció uno al hombre que estaba en el cambuche. La sorpresa fue grande: el hombre que Montes iba a matar era su propio hermano, Leonardo Montes.
Al principio no lo reconoció, porque Leonardo se había ido desde que Montes tenía nueve años, pero luego de una charla, donde se preguntaron los nombres de sus padres y otras cosas familiares, se dieron cuenta que sí eran hermanos.
Montes habló con Leonardo, le dijo que lo iban a matar pero él no creyó; luego habló con el cabo Pineda, tampoco hizo caso y lo mandó a hablar con el capitán García; el oficial lo acusó de mentiroso y lo insultó: “A mí no me tiembla la mano para matar a ese hijueputa”.
Ese día, Leonardo pudo escapar. Montes sintió poca paz, pero temía por su vida. Pidió traslado a Puerto Libertador. Al tercer día, vio que su anterior compañía había dado de baja a un hombre. Desesperado y luego de dañar la bolsa plástica donde estaba el cadáver, se dio cuenta que era su hermano, Leonardo. Lo encontraron junto a una granada y una pistola, las cuales eran del Batallón donde perteneció, Montes las reconoció. La familia Montes pudo sepultar a Leonardo.
Luis Montes demandó al Estado. Es persona protegida y teme por su vida.
Los anteriores casos, como cientos más, siguen en total impunidad.
Foto cortesía de: Cali Escribe
Buenas tardes Esteban
Excuseme la pregunta.
¿Jhon Ortiz decidió confesar el falso positivo de Sigifredo por el asesinato de su padre Aicardo ?
Que columna tan triste, gracias Esteban.
Terminaron los soldados matándose entre familia, el soldado Montes y Jhon sintieron en carne propia su crueldad.
Felicitaciones por su labor.